Duro Felguera, uno de los más veteranos valores de la Bolsa española, con más de un siglo de cotización, cumple este mes un año de caída casi persistente de su cotización. El viernes rompió la tendencia, con una recuperación súbita del 6,8%, hasta los 1,1 euros. Pese a ello acumula una descenso del 74,4% (frente a una depreciación del 30% en el caso del índice selectivo Ibex 35) desde que hace doce meses, en febrero de 2015, la compañía asturiana emprendió la senda bajista desde el cómodo nivel de los 4,33 euros por acción que marcó entonces, no muy lejos de su máximo histórico: los 4,83 euros a los que se negociaron sus títulos en el parqué en septiembre de 2013.

En la trayectoria bursátil de Duro están influyendo tanto causas generales de los mercados y de las expectativas de los inversores sobre la marcha de la economía global como factores específicos del grupo: algunos tropiezos que han impactado en su cuenta de resultados.

La previsión del grupo (los datos definitivos se conocerán el día 29) arroja una pérdida de 60 millones de euros en 2015 y la probabilidad -casi segura- de que este año se suspenda el reparto de dividendos al accionista. Duro Felguera, que ha sobrevivido en sus 159 años de existencia a varias etapas críticas y a sucesivas transformaciones y readaptaciones, no conocía los números rojos desde 2003, cuando perdió 10,46 millones de euros. Y antes hay que remontarse al durísimo periodo de 1992-1994, en el que acumuló un déficit total de 69,44 millones.

La causa determinante de las pérdidas de 2015 se atribuye en el grupo a los sobrecostes acumulados en la construcción de la segunda fase de la central de ciclo combinado en Vuelta Obligado (Argentina), en el que la espiral inflacionaria del país bajo el Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner generó una desviación, según el grupo asturiano, de 43 millones, que podrían llegar a 200. El importe ha sido reclamado al cliente y está en negociación. De no haber acuerdo, el contrato prevé el sometimiento de las partes a un arbitraje para la resolución del conflicto. Por la normativa de contabilidad aplicable, esos ingresos en discusión no han sido incluidos en el pasado ejercicio, lo que ya fue causa de que la compañía anunciase el 29 de octubre un desplome de beneficios del 76,8% en los tres primeros trimestres. Desde noviembre, y ante la posibilidad de que se suspendiese la retribución al accionista, el valor intensificó su caída en Bolsa. Los inversores encajan mal la ausencia de retribución, y aún más en una compañía que llegó a destinar algunos años el 70,64% de su beneficio a dividendo, uno de los "payout" más elevados del sector. En el ejercicio precedente, el de 2014, repartió el 66,6%. Y este alto nivel de retorno fidelizó a muchos ahorradores que buscan en la Bolsa pocos sobresaltos, un valor seguro y una renta elevada.

Dependencia del exterior

La planta argentina no es el único revés al que se enfrenta Duro en el exterior. La compañía asturiana, que tardó 103 años en empezar a exportar (comenzó a hacerlo en 1960), pasó a depender mayoritariamente del mercado internacional por vez primera en 2010 y ahora -como consecuencia de ese esfuerzo y del derrumbe del mercado interior- genera fuera de España el 90% de sus ventas. La vigorosa internacionalización del grupo (trabaja en 26 países), la fortísima competencia global en el sector, el agudo estrechamiento de márgenes y la oferta creciente, impacta en la cuenta de resultados y expone al grupo a contratiempos.

Además de Vuelta de Obligado, Duro está sometida a la incertidumbre de un importante y complejo proyecto minero en Australia (Roy Hill Iron Ore Project) que ejecuta desde 2013 con otros socios por un importe de 1.472 millones de dólares australianos (928,7 millones de euros). El consorcio adjudicatario pasó por vicisitudes, lo que, unido a la complejidad de la obra, aconsejó a Duro la cautela de no contabilizar los ingresos y beneficios del proyecto a la espera de su conclusión.

Sus trabajos en Venezuela (la central de ciclo combinado de Termocentro) también están expuestos a un potencial riesgo-país, aunque en sus últimas informaciones la compañía aseguró que está cobrando en plazo y en junio el presidente informó que la deuda ya había descendido de los 92 millones y que al final de 2015 "no debería ser significativa". Una investigación de la Audiencia Nacional escudriña sin embargo si en la contratación en Venezuela pudo haber pago ilícito de comisiones, lo que podría abrir un potencial frente judicial para la empresa.

La última adversidad fue una sentencia hace una semana en Irlanda que condena a Duro a pagar 12,9 millones de euros a la compañía John Sisk & Son por una disputa contractual.

Pese a estos contratiempos, en la cúpula de la multinacional existe la convicción de que 2015 ha sido un año anómalo y que no comprometerá ejercicios futuros. La creencia es que 2016 será de nuevo un año de beneficios y que la acción remontará cuando se visualice. El presidente de Duro, Ángel Antonio del Valle, miembro del mayor grupo accionarial (la familia Álvarez Arrojo), está poniendo de manifiesto esa convicción. Del Valle, presidente desde 2011 y consejero delegado desde 2009, no sólo no participa de la corriente vendedora sino que desde el 9 de diciembre ha adquirido a título personal 420.387 acciones, con lo que ha más que cuadruplicado su posición inicial: pasó de 118.809 a 539.196 títulos. Las dos últimas adquisiciones las notificó el jueves.

Deuda contenida

Con los datos públicos disponibles hasta septiembre, el grupo aún mantiene una liquidez relevante (una tesorería de 263 millones, aunque descendente desde los 506 millones de 2011) y un endeudamiento contenido (288 millones) por más que ascendente desde los 109 millones de 2012. En todo caso, Duro carece de los niveles de apalancamiento que han cuestionado la solvencia de otros grupos del sector. El mayor peso deudor no reposa sobre la propia compañía sino sobre cada proyecto que ejecuta, cada uno de los cuales responde de su financiación.

Por las incidencias contractuales y la mayor presión de los precios, las ventas se situaban hasta el cierre del tercer trimestre en 578,9 millones, casi un 17% por debajo de la media del año precedente, que fue un buen ejercicio. Por el contrario, tanto la contratación (1.228,15 millones) como el total de cartera de obra pendiente (2.016,7 millones) iban mucho mejor hasta ese momento (nueve primeros meses del ejercicio) que en cualquier otro año reciente y garantizaba carga de trabajo para 26 meses.

En medios del grupo se afirma que habrá una apuesta por asegurar en extremo la rentabilidad de todos los contratos y una atenuación de la exposición a las áreas y países que están ralentizando su crecimiento. Y se sostiene que una eventual suspensión del dividendo, de confirmarse como parece altamente probable, será temporal y que no entrañará para el futuro una revisión de la política de elevada retribución al inversor (5% de rentabilidad) que ha practicado la empresa en el pasado reciente.