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Falta de inversión y débil avance de la productividad lastran el crecimiento

La deuda pública de las grandes economías no ha dejado de crecer: se estima en 36 billones de dólares, frente a los 20 billones a comienzos de la crisis. El paro sigue muy alto: 197 millones de personas en el mundo, 27 millones más que en 2008, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT). La reducción del desempleo -allí donde se produce- se consigue con la ayuda del descenso de la tasa de participación (expulsión del mercado laboral de parte de la mano de obra desocupada, con la consiguiente caída de la población activa) y mediante el deterioro de las condiciones salariales y laborales. La desigualdad y la brecha de riqueza se han ampliado y contribuyen a aminorar el avance del PIB.

Curva de tipos. Las inyecciones monetarias gigantescas no se han traducido en aumentos de la liquidez en los mercados porque la oferta no siempre encuentra una demanda equiparable. La renta fija ofrece rentabilidades casi inexistentes y la deuda pública se vende en algunos tramos con rendimientos negativos, en un manifiesto contrasentido con el incremento del riesgo que entraña la expansión de los débitos de los Estados.

El comercio mundial sigue a la baja: el denominado Índice Seco Báltico (un indicador muy fiable de la tendencia) se mueve en niveles mínimos desde su creación en 1985 y el grupo danés Maerks dijo el pasado día 10 que la situación es peor que la de 2008, lo que apunta a un frenazo mundial, en parte porque China está creciendo al menor ritmo en 25 años y, según otras interpretaciones, porque estamos (como dijo Crédito y Caución en noviembre) ante un cambio estructural: "La etapa de intenso crecimiento del comercio global ha terminado".

Los tipos de interés a largo plazo están estrechando su diferencial con las tasas a corto, lo que esboza una tendencia a aplanar o invertir la curva normal de tipos, un fenómeno indicativo por lo común de la proximidad de una crisis. Los capitales están saliendo de las economías emergentes y creando inestabilidad. Y los indicadores de confianza se han resentido en Alemania y EE UU de forma acusada.

Según los últimos datos de Eurostat (12 de febrero), los PIB de la UE y de la Eurozona se desaceleraron una décima en el cuarto trimestre de 2015 respecto al tercero y la producción industrial duplicó su tasa de caída (-1%). Y EE UU, aunque acaba de revisar al alza en tres décimas la estimación del PIB en el cuarto trimestre (hasta 1%), ha confirmado una merma del 50% respecto al avance del trimestre anterior (2%). Al cierre de 2015, el 43% de los países estaban en ralentización o contracción, y el 57% en crecimiento, aunque escaso.

El FMI admitió el miércoles que hay riesgo de que la recuperación global "descarrile" y días antes apuntó a un "agudo deterioro de las perspectivas"; la Reserva Federal de EE UU (Fed) expresó el día 17 su "preocupación por el aumento de la incertidumbre", y la Comisión Europea dijo el 4 de febrero que "el PIB crecerá envuelto en riesgos".

Agotamiento de medidas. La fabricación de dinero por los bancos centrales, que permitió relajar la crisis soberana, doblegar las primas de riesgo, "comprar" tiempo e impulsar el PIB en momentos fatídicos, podría estar agotando su recorrido e incluso podría haber cruzado el umbral a partir del cual los efectos secundarios adversos superan a su inmediata finalidad estimulante y expansiva. Los bancos emisores no están consiguiendo derrotar a las fuerzas desinflacionarias ni a las que debilitan el crecimiento. Y, en parte, están contribuyendo a ellas como efecto de segunda ronda no buscado.

El mundo entró en la crisis en 2008 con un apoteósico exceso de capacidad instalada y de deuda generados durante la larga fase de la euforia y la lujuria del crédito abundante de los años 90 y primeros 2000, y las medidas anticrisis de China a partir de 2008 aún lo prolongó más, con su gran "burbuja" industrial, dando pie a lo que se llamó el "superciclo" de las materias primas para abastecer la insaciable demanda de productos primarios y bienes de equipo por el gigante asiático.

Ahora, la crisis internacional y además la desaceleración y el cambio de modelo chinos han dejado al descubierto una inmensa sobrecapacidad fabril y minera mundial, que, sumada al altísimo endeudamiento privado en el que se incurrió para hacerla posible, han llevado a la caída de la inversión mundial a consecuencia del exceso de capacidad instalada, del derrumbe de los precios y de la necesidad de desapalancamiento de empresas, familias y Estados por el excesivo peso de las deudas. Esta insuficiencia inversora es una de las causas determinantes de la desinflación y de la debilidad del PIB que se quiere combatir inyectando más dinero cuando en realidad la expansión monetaria podría estar contribuyendo a lo contrario.

La incipiente divergencia de políticas monetarias entre EE UU y el resto de las áreas apreció el dólar, lo que aún derrumbó más el precio de los productos básicos (están en su menor nivel en 16 años), dado que éstos cotizan en relación inversa con la divisa estadounidense. Y los tipos de interés casi en el 0% en EE UU, Eurozona y Japón facilitan la pervivencia de negocios de baja viabilidad ("la economía zombi", repitió el viernes en Shanghái el ministro alemán Wolfgang Schäuble), lo que prorroga el exceso de capacidad y hunde más los precios.

Ambos factores alejan la expectativa de reactivación de la inversión, por más que el crédito siga barato. Y la pervivencia de estructuras productivas poco eficaces daña además la productividad, que es el otro factor clave cuya debilidad está lastrando la recuperación. China, que afronta el mismo problema pero agigantado, está buscando la misma salida: ha bajado tipos seis veces desde fines de 2014 y sus fábricas excedentarias exportan deflación, inundando el mercado de productos intermedios a precios de "dumping", al tiempo que demanda menos al resto del mundo.

Pero en ausencia de otros asideros a los que agarrarse, es posible que el BCE y la FED decidan a mediados de marzo dar más oportunidades al estímulo monetario, como hizo Japón en enero.

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