La inteligencia es como un dúplex. En el piso de arriba está la parte ejecutiva, consciente y que dirige la atención hacia lo que se considera importante. Sin embargo, el de abajo es menos luminoso, se desconoce lo que pasa allí dentro, pero se supone que su actividad es frenética y en sus dependencias se mezclan varios sistemas (el cognitivo, el motor y el afectivo). Este símil lo presentó ayer, durante la clausura de la asamblea de la patronal FADE en Pola de Siero, el filosofo y pedagogo José Antonio Marina. Curiosamente, para generar talento, un bien por el que luchan las empresas, el divulgador defendió que hay que amueblar muy bien, primero, la parte inferior de la casa. Y cuidar la conexión entre ambas estancias.

"Si queremos tener una buena formación de empresarios debemos enseñarles a captar patrones de actividad donde otros no lo consiguen", señaló. Y añadió: "Para desarrollar el talento hay que ayudar a que los individuos construyan una inteligencia generadora (la del piso de abajo) que sea rica, flexible, ágil, con buenas ideas y con buenos sentimientos". Pero el piso superior también tiene una importancia capital en el proceso. Al final, propuso Marina, el "talento no es más que la inteligencia en acción". El filósofo explicó el caso de uno de sus alumnos, que recibía unas notas muy altas en todos los test de inteligencia, tenía números de superdotado, y aprovechó su superioridad intelectual para montar una banda dedicada al tráfico de drogas. A los 25 años acabó en prisión. "¿Era una persona inteligente o estúpida?", cuestionó Marina ante el auditorio sierense. "Según los test era lo primero, y mucho, pero según el uso que le dio a esa inteligencia era bastante estúpido".

Marina también insistió en la necesidad de alcanzar un gran pacto por la educación en España de aquí a cinco años que priorice la reducción del fracaso escolar y potencie las destrezas de los estudiantes.