Arcelor-Mittal invertirá 134 millones en la reconstrucción de las baterías de coque de Gijón, que están paradas desde 2013 y que a partir del primer trimestre de 2019 volverán a alimentar a los dos hornos altos para la producción de acero. La multinacional siderúrgica confirmó ayer que los trabajos de ingeniería y supervisión han sido adjudicados a la compañía Paul Wurth, tal y como adelantó LA NUEVA ESPAÑA. La firma luxemburguesa, a su vez, buscará apoyo en la asturiana Imasa para el desarrollo de una parte de los trabajos, y subcontratará otra pequeña fracción a la alemana DMT.

La reconstrucción de las baterías de Gijón es vital para garantizar el futuro de la siderurgia integral en Asturias durante los próximos cuarenta años. Lo que aún está en el aire es el futuro de las baterías de Avilés, al borde de alcanzar su vida útil (acaban de cumplir los sesenta años) y para las que la empresa no tiene ningún plan de mejora en mente. Los sindicatos reprochan que se han hecho muy pocas inversiones últimamente para poder mantener abierta esta instalación, acorralada por los problemas medioambientales que genera y su vejez. Los representantes sindicales tienen pocas esperanzas en que su vida pueda alargarse mucho más. Lo que no está claro es cuándo pararán, aunque algunas fuentes apuntaron que aún pueden seguir funcionando cuatro o cinco años más.

En Gijón, sin embargo, el proyecto de reconstrucción va tomando cuerpo con la adjudicación de los primeros trabajos de ingeniería, que tendrán un coste de 40 millones, el 30% del total que se va a invertir. Una obra de gran calado económico, y que será la que más dinero se lleve del plan de inversiones que la multinacional tiene en Asturias, y en el que se incluye la modernización de otros talleres capitales para la industria regional como la mejora de la acería de Avilés o la ampliación del tren de carril de Gijón, unas obras que están a un paso de comenzar.

El consejero delegado de Arcelor-Mittal en Asturias, Oswaldo Suárez, aseguró ayer a los sindicatos, durante una reunión en La Granda, que se había estudiado una posible ampliación de las baterías, pero que resultaba imposible técnicamente, ya que el proyecto estaba planteado como una reconstrucción a partir de la actual estructura en desuso, y no como una obra nueva. De esta forma, los remozados hornos serán capaces de producir, cuando los trabajos estén acabados, 1,1 millones de toneladas de coque, la misma capacidad que tenían antes de su clausura.

Esa cifra no servirá para cubrir las necesidades de suministro que tienen los dos hornos altos (de 1,4 millones de toneladas al año). La diferencia (300.000 toneladas) tendrá que importarse, probablemente desde Alemania.

El objetivo de Arcelor-Mittal es que la mitad de los 90 hornos de las baterías entren en funcionamiento en el primer semestre de 2019. Y que los 45 restantes lo hagan durante la segunda mitad de ese año. Si todo va bien, a comienzos de 2020 pueden estar funcionando ya a pleno pulmón.

La ingeniera luxemburguesa Paul Wurth liderará tecnológicamente las obras en cuanto se consigan los últimos permisos medioambientales por parte del Principado y el Ayuntamiento de Gijón. Su trabajo será vital. Según apuntó Arcelor, esta compañía se encargará del "desarrollo de la ingeniería básica, de la supervisión del montaje y la puesta en marcha de las baterías, así como del suministro refractario y de la adecuación de unas nuevas instalaciones para el lavado de gas". Para llevar todo esto a buen puerto buscarán el apoyo de Imasa. "Una vez finalice el proyecto", añade la multinacional, "las baterías tendrán las mejores técnicas medioambientales disponibles para la fabricación de coque, entre ellas un nuevo sistema de captación y filtrado de humo y una nueva planta biológica para el tratamiento de aguas residuales".