Oviedo, J. CUARTAS

La creación del euro sin los atributos propios de una área monetaria óptima, y sin acompañar la unión monetaria con la política y la fiscal, no fue un empecinamiento alemán, como se afirma, sino un empeño de Francia, secundado por Italia.

Lo que Joseph Stiglitz en un reciente libro y otros muchos economistas denominan "la decisión fatal, en 1992, de adoptar una moneda única sin dotarla de las instituciones necesarias para que funcionase" fue un intento de limitar una excesiva hegemonía germana en Europa.

Alemania sostuvo que el ensayo no iba a funcionar sin una convergencia previa y sin la creación de un Tesoro y Gobierno europeos, pero Francia e Italia mantuvieron que la unión monetaria promovería por sí sola la unidad económica y fiscal.

Los líderes franco-italianos François Mitterrand y Giulio Andreotti transigieron con la reunificación alemana y el temor a un excesivo fortalecimiento germano (a ambos se les atribuyó la frase "Me gusta tanto Alemania que prefiero que haya dos") a cambio de que el canciller alemán Helmut Kohl accediera a la unión monetaria sin esperar a la unión política. A Kohl, que cuestionó la viabilidad de este modelo y que mantuvo la tesis de que para mutualizar deudas hay que mancomunar también ingresos, se le hicieron concesiones, como la promesa de que el Banco Central Europeo (BCE) sería fiel a la ortodoxia y rigor del Bundesbank alemán y el establecimiento de unas condiciones ineludibles de convergencia.

Los criterios de entrada en el euro fueron tan laxos que ningún país candidato quedó fuera, ni siquiera Grecia, que fue avalada por París con la opinión en contra de Berlín. Tiempo después se supo que Atenas había falsificado para ello sus estadísticas.

Francia mantuvo su rechazo a la creación de los Estados Unidos de Europa porque daría más poder a la potencia alemana, y sólo desde 2015 el presidente galo François Hollande introdujo un cambio en el discurso oficial proclamando la necesidad de "más Europa".

Los alemanes eran tan reticentes a que el euro pudiese amparar a economías tan disímiles sin mecanismos de reequilibrio que algunos asesores germanos aconsejaron a España no entrar, según desveló el exministro español José Borrell: "Ustedes están acostumbrados a resolver sus problemas devaluando la peseta y aumentando la deuda. Si entran en la jaula con el león (Alemania), éste es más competitivo que ustedes, y ya no podrán salir porque vamos a cerrar la puerta y tirar la llave al río".