Alemania se siente muy respaldada por su experiencia. Aunque una misma receta no tiene por qué tener el mismo efecto en distintas economías y en momentos diferentes, y por más que la capacidad de la economía germana no sea fácilmente imitable, Berlín exhibe el logro de sus recetas de austeridad, reformas y disciplina presupuestaria tras la II Guerra Mundial, la costosa digestión de la reunificación del país, la etapa crítica de 2000 -cuando se le calificó como el "enfermo de Europa"- y su integración en el euro con un tipo de conversión del marco que algunos autores -caso de Philipp Coggan- juzgaron "demasiado alto".

Los países del Sur son muchas veces los principales valedores de la posición alemana porque mantienen posiciones propias de países del Norte cuando se refieren a sus vecinos del Mediterráneo. España, Irlanda y Portugal (y no Alemania) fueron los más exigentes con Grecia en las negociaciones del tercer rescate de este país en febrero y junio de 2015, según desvelaron Jean Claude Juncker (presidente de la Comisión Europea) la agencia Bloomberg, el economista estadounidense James Galbraith (asesor de Atenas) y los políticos griegos Yanis Varoufakis y Alexis Tsipras. También Italia aprecia más el Norte. En septiembre de 2014, su primer ministro, Enzo Renzi, tachó de "sarcasmo" que se le propusiera España como ejemplo a imitar por su país.

En España, regiones del PP y del PSOE adoptaron posiciones análogas a las de Alemania cuando en diciembre de 2014 el ministro Montoro quiso condonar intereses a las comunidades más endeudadas. Las más austeras denunciaron (como hace Berlín con los países del Sur) que era "premiar a los incumplidores".

La vulneración del objetivo de déficit por España en 2015 por bajar impuestos pese a la advertencia en contra de la UE también debilita la credibilidad del Sur.