Cuando nos situamos ante la necesidad de reflexionar y valorar el futuro y las posibilidades de la industria y la economía asturiana, no podemos dejar de considerar la profunda transformación a la que asistimos en el uso de los recursos y de la tecnología y que, seguramente, no llegamos a percibir en su verdadera magnitud. Nos enfrentamos a un reto sin precedentes, en el que debemos aprovechar el cambio tecnológico para ponerlo al servicio de la competitividad, la innovación y el desarrollo. Un reto que afecta a todos los órdenes de nuestra sociedad y nuestra economía.

Contamos con nuevas tecnologías, conceptos y procesos que nos ponen (que nos deben poner) en la pista de la búsqueda de nuevos productos y servicios basados en el I+D+i; en repensar cómo hacemos las cosas para sacar el mayor partido y lograr un máximo aprovechamiento de esas tecnologías y una mayor eficiencia en nuestros procesos industriales. En resumen, una nueva revolución industrial apoyada en la digitalización y que se ha dado en llamar la industria 4.0.

Una nueva forma de "pensar", aunando innovación y competitividad sobre la base de la tecnología y la digitalización, para construir una industria que nos lleve a la creación de nuevos productos más atractivos, más ecológicos y respetuosos con el medio ambiente, productos competitivos desarrollados con nuevos conceptos... y fabricados en Europa.

Nuevos productos que debemos hacer convivir con los maduros, imprescindibles para cubrir necesidades de los consumidores, y que tenemos que hacer más competitivos. Disponemos para ello de herramientas de gestión avanzadas como la mejora continua, potentes modelos estadísticos? y, por supuesto, de la innovación permanente en nuestra gestión y en todos nuestros procesos, puntal indiscutible para la competitividad.

Pero también tenemos que buscar soluciones a urgencias de carácter mundial, como son el calentamiento global y los compromisos climáticos vinculantes que nuestro país ha asumido. Para ello, debemos impulsar las alternativas energéticas que presenten el mejor balance de emisiones, contribución a la sostenibilidad y seguridad energética.

Debemos recordar que los compromisos alcanzados en la COP 21 de París exigen una fuerte descarbonización de las economías: Europa debe reducir los GEI un 20% en 2020, un 40% en 2030 y un 80-95 % en 2050. En contraste, las necesidades energéticas en el mundo siguen aumentando sin cesar: se prevé que lleguen hasta los 2.400 GW en 2040, por lo que para alcanzar los objetivos de emisiones, al menos un 60% de la nueva capacidad de producción energética debe ser de origen renovable.

Apuesta por la bioeconomía y la economía circular. Asturias es Paraíso Natural, así reza ese magnífico lema que tan buenos resultados está dando a la proyección turística de nuestra comunidad. Pero Asturias puede y debe tener un papel destacado en otros ámbitos económicos e industriales, porque gozamos de excelentes recursos naturales y, en consecuencia, de unas posibilidades en el terreno de la bioeconomía que no debemos dejar pasar. Contamos para ello con un gran aliado: el potencial forestal de Asturias, fuente de recursos naturales, autóctonos y sostenible, base para impulsar la bioeconomía en el Principado totalmente coherente con el turismo y el cuidado de la Naturaleza.

La Comisión Europea ha destacado que la bioeconomía es una de las palancas de crecimiento económico sostenible de la Unión Europea. La bioeconomía nos permite dar soluciones a las demandas de productos de los ciudadanos a partir de recursos y materias primas renovables gestionados con criterios de sostenibilidad ambiental, económica y social, productos que hasta hace poco se elaboraban con fuentes no renovables y contaminantes.

Otro enfoque que también está promoviendo la Comisión Europea es el de la economía circular que se inserta en el marco del desarrollo sostenible y que también busca ofrecer a los consumidores productos innovadores y más duraderos que les aporte ahorro y una mejora de su calidad de vida.

Ante estos nuevos conceptos es donde nuestra riqueza forestal, y concretamente el eucalipto, está llamada a jugar de forma sostenida en los próximos años un importante papel. Creo que es una buena e ilusionante noticia para el sector forestal, en general, y el asturiano, en particular.

Una pieza clave de la bioeconomía son las biorefinerías, que se encuentran en el núcleo de la economía de base biológica, por tanto combinando esa nueva industria antes referida con las grandes oportunidades que nos brinda la bioeconomía en Asturias. A diferencia de las refinerías fósiles convencionales, que utilizan como materia prima un recurso finito y fósil como el petróleo, las biorefinerías utilizan biomasa renovable y sostenible para producir productos de uso diario, como la celulosa, pero también nuevos materiales, fibras, combustibles o productos químicos.

Asturias también cuenta con un gran potencial para contribuir a la transición energética gracias a su potencial para crecer en generación de energía renovable con biomasa, tecnología que presenta claras ventajas respecto a las demás alternativas energéticas.

Se trata de un combustible renovable autóctono, con unas emisiones de carbono neutras en su transformación en energía. De hecho, una planta de biomasa de baja emisión aporta unas emisiones de CO2 mil veces inferiores a una térmica de carbón y cuatrocientas veces inferiores a un ciclo combinado de gas. Contribuye al tratamiento sostenible de residuos agroforestales y a la reducción de incendios, ya que la puesta en valor de la biomasa residual supone incentivar la limpieza de los montes. O lo que es lo mismo: retirar el combustible que permite que los montes ardan.

Nos ofrece una fuerte capacidad de creación de empleo, especialmente en el ámbito rural. En este sentido, la energía de la biomasa es la renovable que más empleo genera. Las tareas necesarias para alimentar una planta de biomasa son intensivas en generación de empleo. Y se trata de empleo rural, de fijar población en el campo.

Contribuye a la seguridad energética del sistema eléctrico por su estabilidad de producción y su capacidad de ser programada, a diferencia del resto de las energías renovables que dependen del viento, el sol o el agua. Es decir, podemos hacerla entrar en el sistema cuando queramos. Una energía complementaria del resto de las renovables ya que un mix de generación eléctrica integrado por eólica y fotovoltaica, con la biomasa como parte de la energía de base que garantice la estabilidad del sistema, puede ofrecer energía competitiva, autóctona, limpia y segura.

En Ence vemos que son muchas las posibilidades que nos esperan en el uso de las nuevas tecnologías, de la innovación y del desarrollo de nuevos productos basados en los recursos naturales de las comunidades en las que operamos.

Tras muchas décadas mirando a las grandes concentraciones urbanas como motor de desarrollo económico, debemos devolver la mirada al campo. Y al monte. Para que vuelvan a ser motor de desarrollo. Por supuesto, siempre desde la perspectiva de la sostenibilidad y del cuidado de nuestro medio ambiente. Tanto por nosotros como por nuestros hijos.