El Gobierno corporativo es una casuística siempre conflictiva porque conviven intereses divergentes. No siempre los directivos del negocio tienen los mismos objetivos e incentivos que la propiedad, incluso cuando la gestión la desempeñan partícipes en el capital. Y ni tan siquiera los intereses y aspiraciones son siempre homogéneos entre los propietarios. Hay inversores a largo plazo y los hay a corto. Hay quienes anteponen el disfrute de los beneficios y quienes priman la reinversión para engrandecer y fortalecer la empresa con una proyección más ambiciosa. Hay socios con una vocación sólo financiera y otros con una mentalidad más industrial. Y los hay con aspiración gestora y ejecutiva mientras otros mantienen una mera posición rentista bien por voluntad o porque su participación en el capital no les habilita para ejercer el liderazgo. Este complejo mosaico tambien concurre en las empresas familiares (en Asturias hay 17.654), y más a medida que se atomizan las participaciones por los procesos sucesorios generacionales.