Las nuevas baterías de coque que Arcelor-Mittal construirá en su planta de Veriña (Gijón) necesitarán la mitad del empleo que el que actualmente tienen las de Avilés, condenadas irreversiblemente al cierre. La clave de esa diferencia está, entre otros motivos, en la automatización de la producción de los nuevos hornos, que, según ha declarado la compañía, serán punteros a nivel tecnológico. Entre los nuevos avances que incluye el proyecto, está un sistema de geolocalización (GPS) para controlar los carros de carga que se mueven por la instalación, además de un servicio de autolimpieza. En concreto, las nuevas baterías tendrán una plantilla de 200 trabajadores, frente a los 400 actuales, según estimaciones sindicales.

Otro de los factores que influirán para este recorte, explicaron los sindicatos, será la distribución de las baterías, totalmente diferente y que permitirá que no sea necesario tanto personal dedicado a tareas de mantenimiento. En Avilés funcionan ahora cuatro baterías con dos hileras de hornos cada una, mientras que en Gijón se construirá sólo una batería con dos filas, pero mucho más altas.

La compañía ya ha informado a los sindicatos en varias reuniones de que habrá bastantes cambios en la forma de trabajar. Todo será más automático y habrá mejoras considerables en los sistemas de control. "El trabajo será totalmente diferente", señalaba ayer uno de los empleados de esta instalación. El proyecto de las nuevas baterías de coque gijonesas está siendo desarrollado por una empresa de ingeniería luxemburguesa, Paul Wurth, y supone una instalación muy similar a las que ya funcionan en otras plantas del grupo en Polonia y que tienen un altísimo grado de automatización. Entre las novedades que incorporan, está un sistema de control mucho más informatizado.

"Cuando hay una inversión de estas características, lo normal es que venga acompañada de un alto proceso de automatización, y se nos ha prometido que las baterías serán punteras", explica un trabajador del complejo avilesino. En total, la multinacional siderúrgica tiene previsto desembolsar 134 millones para la reconstrucción de esta instalación, clave para atender a las necesidades de los dos hornos altos gijoneses. Los empleados también aseguran que durante estos últimos años se había invertido poco en avances tecnológicos en las baterías de Avilés. Todas las mejoras se habían centrado en reducir sus gases contaminantes.

Lo que no oculta la plantilla es su preocupación por cómo estos avances tecnológicos pueden afectar al empleo. La multinacional ha prometido que no habrá recortes traumáticos y que todo el empleo que se pierda en las baterías se ajustará con las prejubilaciones que están pactadas dentro del Acuerdo Marco firmado hace ahora un año en Madrid.

Al final, las nuevas baterías gijonesas, para las que se aprovechará la estructura de las que se habían cerrado en 2013, serán más altas, ocuparán un espacio mucho menor y funcionarán de una formo más automática, aunque tendrán una producción menor que las avilesinas. El déficit será de unas 300.000 toneladas, que deberán importarse. Se espera que en 2019 pueda estar funcionando el nuevo complejo.

En otros talleres de la multinacional están ocurriendo situaciones muy similares, aseguran los sindicatos. Las inversiones en maquinaria han provocado que muchos trabajos se hayan automatizado, de forma que las necesidades de personal son ahora mucho menores que hace unos años.