José Luis Baranda Ruiz, ingeniero industrial fallecido ayer a los 95 años en Madrid, fue consejero delegado de Duro Felguera, copartícipe en el origen de Hunosa y de Uninsa, presidente de Ensidesa y consejero delegado y vicepresidente primero ejecutivo de Hidroeléctrica del Cantábrico.

En Duro dirigió el proceso de transformación estratégica de la entonces centenaria compañía minero-siderúrgica en un grupo fabricante de bienes de equipo; en la compañía pública minera Hunosa y en la siderurgia de capital mixto Uninsa (luego absorbida por la estatal Ensidesa) fue coprotagonista de dos de las operaciones más ambiciosas de salvamento y nacionalización de sectores básicos que se haya vivido en España, y en Hidrocantábrico se implicó en la negociación y gestión de uno de los grandes planes de saneamiento realizados en el sector eléctrico y que permitió crecer a la compañía asturiana asumiendo activos de competidores precisados de desinvertir para sanearse.

Nacido en Muskiz (Vizcaya), doctor ingeniero industrial por la Escuela de Bilbao y padre de cinco hijos, Baranda formó parte de una cualificada generación de técnicos e ingenieros vascos que se implicaron en la economía y la industria asturianas de la posguerra siguiendo una tradición que ya había sido muy intensa en el siglo XIX y en el primer tercio del XX, en un trasiego de influencias reciprocas en virtud de la analogías en los perfiles productivos de ambas regiones pero que siempre más intenso hacia acá que hacia allá.

Baranda fue también una de las descollantes figuras de profesionales que, desde el desempeño de responsabilidades ingenieriles en diversas industrias de la región, asumieron posiciones gerenciales relevantes y que, en un periodo (a partir de los sesenta) de repliegue y debilitamiento del otrora protagonismo de la burguesía asturiana, relevaron a conspicuas estirpes regionales en la dirección de algunos de los bastiones más señeros de la industria, lo que los convirtió en hombres de empresas y, de facto, en empresarios aun sin haber llegado a ser partícipes en la propiedad de las grandes compañías que comandaron.

Esta asunción de funciones rectoras y empresariales llevó a Baranda a presidir la Asociación Nacional Construcciones Metálicas y Calderería (Sercometal) en 1973, la Convención Europea de Construcción Metálica de La Haya en 1974, a integrarse en el consejo directivo de la Asociación Nacional de Fabricantes de Bienes de Equipo (Sercobe), a ser vocal de la ponencia de Construcción de Maquinaria del IV Plan de Desarrollo y a presidir en 1975 la patronal siderúrgica española, Unesid.

Baranda se vinculó a Asturias cuando en agosto de 1949 se incorporó como ingeniero a Duro Felguera, la compañía langreana de la que cuatro años más tarde, en 1953, fue nombrado jefe de sus talleres, que entonces tenían una función auxiliar para el aprovisionamiento y mantenimiento de las instalaciones fabriles del grupo, focalizadas en la extracción de hulla, la fabricación de acero y, en menor medida, la construcción naval.

Anticipándose al bienio preestabilizador, que desde 1957 iba a sentar las bases para la liberalización de la economía nacional a partir de 1959, lo que abocó a enormes dificultades a los sectores del carbón y la siderurgia, Baranda fue uno de los impulsores de la potenciación de los talleres de Duro para su desarrollo como nuevo área de negocio, especializada en la construcción de bienes de equipo, de la que fue responsabilizado en 1956. La potenciación desde entonces de esta división fue capital para la supervivencia de la empresa una vez que la irrupción de la competencia del acero y el carbón internacionales, tras el fin de aislamiento proteccionista del primer franquismo, situó a los dos sectores fundacionales de Duro en una posición de inviabilidad.

Baranda gestionó el fin de ambas actividades y su entrega al Estado en su condición de director general de Duro Felguera, a la que fue promovido en enero de 1965. Desde esa posición negoció la fusión e integración en 1966 de los negocios siderúrgicos de Duro con los de Fábrica de Mieres y Fábrica de Moreda en la incipiente Uninsa, con participación accionarial del Estado, y en 1967 culminó la estatalización de las minas de carbón del grupo y su aportación la nueva compañía de titularidad pública Hunosa. La operación de renuncia a las dos actividades que habían inaugurado en el siglo XIX la industrialización asturiana culminó con la plena estatalización de Uninsa en 1970.

Ese mismo año, Baranda fue ascendido a consejero delegado de Duro, y su entonces principal accionista de referencia, el Banco Urquijo, lo promovió a diversos consejos de compañías que formaban parte de su órbita de sociedades participadas.

Integrante del consejo y de la comisión ejecutiva de Uninsa, Baranda permaneció en esta compañía, ya plenamente estatal, hasta su absorción por la siderúrgica pública Ensidesa, en 1974. Un año después, el Instituto Nacional de Industria (INI), propietario de la gran siderurgia española, con cabeceras en Avilés y Gijón, lo nombró presidente de Ensidesa. Puso fin así a 26 años de permanencia en Duro Felguera.

Al frente de Ensidesa (la actual Arcelor-Mittal) Baranda permaneció entre marzo de 1975 y mayo de 1981, y durante los dos últimos ejercicios (desde diciembre de 1979) compatibilizó este cargo con el de director de la división siderúrgica del INI, con lo que amplió su área de responsabilidad a Altos Hornos del Mediterráneo (AHM), con sede en Sagunto (Valencia).

Su baja en el sector siderúrgico se produjo cuando en mayo de 1981 aceptó una oferta de Hidroeléctrica del Cantábrico (HC) para convertirse en consejero delegado de la compañía energética asturiana. La propuesta la planteó el entonces vicepresidente de HC, Martín González del Valle Herrero, barón de Grado, a su primo Ignacio Herrero Garralda, presidente de HC y del Banco Herrero, uno de los accionistas de control de Hidrocantábrico.

Baranda tenía conocimiento directo del sector energético desde su etapa como primer ejecutivo de Duro Felguera. Entonces Duro era propietaria de la Compañía Eléctrica de Langreo (CEL), titular de la térmica de Lada, hoy en poder de Iberdrola. La relación personal entre los Herrero y Baranda procedía de entonces porque tanto Herrero Garralda como González del Valle fueron consejeros de Duro durante la etapa de Baranda como primer ejecutivo. Y cuando en 1988 el barón de Grado sucedió a su primo en la presidencia de Cantábrico, Baranda pasó a ser vicepresidente ejecutivo de la compañía.

Aquélla fue una etapa relevante en el devenir de la empresa eléctrica. Pese a su pequeño tamaño, HC fue un actor significativo en la reordenación del sector en 1985, con la compra de activos por un importe equivalente a 901,5 millones de euros (150.000 millones de pesetas de la época). Fue también un periodo proceloso, en el que la eléctrica asturiana se vio sacudida en 1993 por el primero de los dos intentos de control hostiles por parte de Unión Fenosa, del que se defendió blindando estatutos, reforzando mayorías y ejerciendo una ofensiva societaria y política.

Persona con criterio, ideas claras y con la impronta de quienes se hacen respetar sin poner voluntad en ello, de él escribió el barón de Grado en 2005 que llegó a HC "precedido de un brillante ejercicio de sus condiciones ejecutivas en sectores distintos" y que "modernizó la empresa, seleccionó su cuadro de ejecutivos y aplicó con rigor las normas de gestión que permitieron a Hidroeléctrica del Cantábrico acometer el plan de nuevas construcciones".

Baranda puso fin a su vida laboral activa al frente de HC en diciembre de 1996, aunque aún siguió unos años como consejero honorífico. Cuando causó baja en la compañía, consolidada como la cuarta mayor eléctrica española, el repliegue de la gran burguesía industrial y financiera ya había dado otro paso decisivo, con la venta del Banco Herrero a La Caixa en 1995, paso previo a su posterior traspaso al Sabadell. Esta desinversión, junto con la anterior salida del BBVA del accionariado de HC, dejó a la eléctrica sin más respaldo bancario que el de Cajastur. Baranda ya no estaba al frente de HC cuando la orfandad de la compañía la abocó a una guerra internacional de ofertas de compras en 2000 que concluyó con su dominio por la portuguesa EDP en 2001.