Arcelor-Mittal le ha ganado la partida a Jindal y se hará con la gigantesca planta siderúrgica de Ilva en Tarento, en el sur de Italia. La familia Mittal había echado el resto con una oferta por el mayor complejo industrial de Europa de 1.800 millones de euros más otros 2.500 en inversiones, la mayoría para tratar de tapar los graves problemas medioambientales que tiene el complejo. Una cifra total de 4.300 millones, muy superior a la de su competidor en la carrera por la planta. "La oferta de los Jindal era muy floja", aseguró ayer una fuente al tanto de la operación, que cifró en unos seiscientos millones de euros la diferencia.

Los tres delegados del Gobierno italiano en la planta de Tarento, Enrico Laghi, Piero Gnudi y Corrado Carrubba, trasladaron ayer al Ministerio de Desarrollo Económico su decisión de aceptar la oferta de Arcelor-Mittal. En un principio, se había especulado con que el Ejecutivo transalpino anunciara de forma oficial la decisión ayer mismo por la tarde, pero varias fuentes aseguraron que la comunicación se hará el martes, después de una reunión con los sindicatos. Para presentar su oferta, la familia Mittal se había aliado, a través de un consorcio bautizado como Am Investco, con los locales Marcegaglia, que ya habían tenido intereses en la planta de Tarento.

En Asturias, donde Arcelor-Mittal tiene dos factorías siderúrgicas, las centrales sindicales aseguraron que la adjudicación a la multinacional era algo "esperado". Aunque se mostraron preocupados por las consecuencias que, aguas abajo, pueda tener la operación, no esperan que haya repercusiones directas a corto plazo. Sin embargo, a medio plazo especulan con la posibilidad de que Arcelor-Mittal quiera hacer algún tipo de reordenación de su actividad productiva en el sur del continente. En esa carrera, aseguran, las plantas de Avilés y Gijón están en una muy buena posición, ya que tienen, por ejemplo, unos costes de producción mucho más bajos que los de la instalación que Arcelor tiene en Foss (Francia), que, prevén, pueda ser la que más sufra las consecuencias de la compra de Ilva.

Lo primero para Arcelor será ahora poner freno a los múltiples problemas medioambientales que tiene el complejo siderúrgico italiano que acaba de adquirir. La promesa de Mittal es la de invertir en los próximos años unos 2.500 millones de euros en esta planta. Buena parte de ese dinero, unos 1.100 millones, estará dirigida, precisamente, a frenar los malos humos que emiten las chimeneas. Éste es un tema muy sensible en Tarento y para el Gobierno italiano. El problema es de tal magnitud que en 2012 el Gobierno intervino la planta (hasta entonces propiedad de la familia Riva), mientras que jueces y fiscales investigaban si los vertidos tóxicos eran los causantes de cientos de muertes en la zona, donde los ciudadanos viven muy cerca de la factoría siderúrgica.

Aun así Tarento es un caramelo por su enorme potencial. Arcelor-Mittal quería hacerse con la planta para servir sobre todo a la potente industria automovilística italiana y reforzar su liderazgo europeo en este segmento, de alto valor añadido y considerado estratégico por la siderúrgica. Hasta ahora la compañía exportaba a Italia desde plantas de otros países (incluidas las de Asturias). Además, Arcelor pujó por Ilva para evitar la entrada de la india Jindal en Europa. Las intenciones de Arcelor-Mittal, y así se lo ha prometido al Gobierno italiano, es la de conseguir llegar a fabricar en Tarento unos 9,5 millones de toneladas de acero al año, el 20% de la actual producción de la multinacional en Europa y el doble de lo que fabrica en Asturias con los dos hornos altos funcionando a pleno pulmón. Ahora, al ralentí, Ilva está produciendo poco más de 4 millones de toneladas.