Las universidades y las empresas han vivido de espaldas durante muchos años. Demasiados, a juicio del rector de la Universidad de Oviedo, Santiago García Granda, que ayer aseguró que ha llegado el momento de derribar ese muro que separa a ambos estamentos y "repensar" las titulaciones que se ofertan para orientarlas más hacia las necesidades del tejido productivo regional. "Tenemos que ayudar al mercado laboral teniendo un mayor contacto con las empresas", reconoció durante la clausura de las jornadas "Creando talento", u programa organizado por la Federación Asturiana de Empresarios (FADE) con el propósito analizar la distancia entre el sistema educativo y las empresas.

Minutos antes de las palabras de García Granda, expertos en recursos humanos, representantes políticos y empresarios habían dejado a la luz las múltiples costuras de un sistema de formación que, en la mayoría de los casos, no se ajusta a las necesidades de los empresarios. A modo de ejemplo, José Luis Álvarez, antiguo director de Empleo del Principado y actual responsable de la firma Recursos+Humanos, recordó cómo hasta hace no mucho "la Universidad presumía de que la empresa no le marcaba los tiempos" y se jactaba, incluso, de no tener planes a medida para las demandas de estos.

Las cosas han ido cambiando en un mundo que demanda adaptarse cada vez más rápido a los nuevos tiempos. En esa idea insistió Emilio Álvarez, profesor de didáctica y organización escolar de la Universidad de Oviedo, que hizo un ferviente llamamiento a revisar el sistema académico. "La media de edad de los profesores universitarios es de 56 años; eso quiere decir que muchos han vivido ocho reformas educativas, y han perdido la fe en el sistema", aseguró.

Pero el problema, señaló Jesús Echevarría, vicepresidente de Randstad en España, no es sólo de calidad, también lo es de cantidad. "Las universidades no sólo deberían revisar sus contenidos, también al número de gente que están formando, porque es probable que no se necesiten tantos abogados como los que se están graduando, y probablemente sí que hagan falta más médicos", señaló.

En una idea muy similar insistió Pablo García, presidente de la patronal asturiana de empresas de formación CEAP. "No tiene sentido que la mayoría de quienes deciden hacer una carrera estudien Humanidades, donde hay una demanda laboral muy baja, y haya tan pocos en ramas de ingeniería o de la industria, donde sí que ha más oferta", destacó.

Saliendo del claustro universitario, también hubo feroces críticas para los planes de formación de los trabajadores. "Son muy complejos, y hay mucho desconocimiento sobre la existencia de estos recursos", apuntó Verónica González, responsable de Recursos Humanos en ThyssenKrupp.

Bastaron dos ejemplos para ejemplificar esa distancia. Pablo García señaló que "el año pasado hubo un certificado profesional en Asturias sobre cómo hacer cerveza artesana, pero ninguno sobre cómo elaborar sidra. Luego nos quejamos de que los vascos nos están comiendo la tostada". Y Alejandro Blanco, director de formación de Seresco, explicó cómo en 2011 se convocó en la región un certificado profesional sobre gestión de sistemas informáticos que "tuvo tres modificaciones posteriores, todas para aumentar el tamaño del aula, ninguna para adaptarlo a los nuevos tiempos y demandas tecnológicas".