Arcelor-Mittal ha convertido a Asturias en su referente en el desarrollo de vías para ferrocarril. La multinacional cuenta en Avilés con un centro mundial de excelencia de I+D, del que han salido productos como el carril de cabeza endurecida, y ha comenzado a fabricar en Gijón, tras una inversión de más de 30 millones de euros, carriles de hasta 108 metros de longitud para cumplir las máximas exigencias de la alta velocidad. Los primeros suministros ya se enviaron en octubre al gestor de infraestructuras de Francia, SNCF, y ahora se esperan nuevos contratos, principalmente con el Adif para la extensión de la red de AVE.

"Somos la referencia en carril dentro de Arcelor-Mittal y los cambios importantes que se han llevado a cabo el tren de carril de Gijón nos permiten estar en el tope de calidad en el mercado de los carriles de alta velocidad", señaló Javier Álvarez-Linera, director ejecutivo de Arcelor-Mittal Asturias Productos Largos, que auguró que, tras dos años de retroceso, este ejercicio se cerrará con un crecimiento de la demanda de raíles de entre el 2,5 y el 3% "y hay buenas perspectivas para el futuro".

Dentro de la gama de productos largos, el carril es "la estrella" en las factorías asturianas, según apuntó Álvarez-Linera en las instalaciones del Centro Global de I+D de Avilés. Allí está el Centro de Excelencia de Carril, donde una docena de investigadores trabajan en nuevos procesos de producción de carriles para trenes, metros, tranvías y grúas; en nuevos productos, y en soluciones de vía que eviten, por ejemplo, la corrosión, los ruídos o las vibraciones. Los desarrollos se aplican en las plantas productoras de Arcelor en Gijón, Rodange (Luxemburgo), Dabrowa Górnizca & Chorzów (Polonia) y Steelton (Estados Unidos).

En el laboratorio de Avilés se desarrolló el carril de cabeza endurecida, una innovación "made in Asturias" para soportar tráficos de mercancías pesadas que representa más del 20% de la producción del tren de carril de Gijón, que ya alcanza las 330.000 toneladas anuales, lo que equivale a 5.500 kilómetros de carriles, la distancia entre Madrid y Nueva York. En el tren trabajan 256 operarios, aunque cuando se accede a la nave, de más de un kilómetro de longitud, lo primero que llama la atención es la escasa presencia humana en el proceso de transformación de los tochos de acero ("blooms") procedentes de la acería en carriles. Todo está automatizado. Las obras de ampliación del tren finalizaron este verano e incluyeron, principalmente, la sustitución de la caja de laminación, la amplición del enfriadero y la instalación de una nueva máquina de ultrasonidos. Con todo ello se pretende alcanzar un producción de 400.000 toneladas al año y ha permitido fabricar raíles más largos, de hasta 108 metros, como demanda el sector para reducir las soldaduras.