Arcelor-Mittal quiere echar el resto para hacerse con la planta italiana de Ilva, ubicada en Tarento. El terremoto de esta operación puede hacer tambalear los cimientos de la siderurgia asturiana, según se lo transmitió esta misma semana el director de la división para el Suroeste de Europa de Arcelor-Mittal, el asturiano José Manuel Arias. La multinacional del acero hará todo lo posible por este enorme complejo industrial. Así es esa gigantesca fábrica por la que suspira el magnate indio Lakshmi Mittal. Sobre la mesa ha puesto 1.800 millones para comprarla.

Sus dimensiones no tienen parangón en la Unión Europea. Las planta italiana es capaz de producir más de diez millones de toneladas de acero al año, el doble de lo que hacen las de Arcelor en Gijón y Avilés, aún después de las distintas ampliaciones a las que se han sometido estos talleres. La transalpina tiene más de 12.000 trabajadores, aunque últimamente ha habido varios ajustes en las nóminas que han hecho menguar esa cifra. En Asturias, la siderúrgica tiene 5.446 empleados.

En sus mejores tiempos Tarento llegó a tener activos ocho hornos altos. Todos ellos funcionando a pleno pulmón. Por su nivel de empleo y de producción es una industria que el gobierno considera estratégica. Es capaz de cubrir más del 50% del consumo de acero en Italia, y sus productos están muy orientados hacia el mercado del automóvil, donde Mittal tiene también un gran interés en entrar.

Los sindicatos asturianos apuntan también que la italiana tiene un tren de chapa muy parecido al que hay en Veriña (Gijón). Precisamente, una de las instalaciones regionales que no está pasando por sus mejores momentos.

La pega es que este macrocomplejo industrial ha tenido grandes problemas medioambientales. Por eso, Arcelor ha prometido, si consigue finalmente hacerse con esta planta, realizar enormes inversiones para calmar estos malos humos.

La operación está ahora en manos del departamento de competencia de la Unión Europea, que será el encargado de determinar si tras la compra Arcelor puede llegar a incurrir en una posición de excesivo monopolio en el Viejo Continente en algunos productos. El temor es que este organismo pueda obligar a vender alguna de sus plantas. La multinacional ya ha prometido deshacerse de la de Piombino, una pequeña instalación que tenía también en Italia. Pero los sindicatos asturianos temen que no sea suficiente.

Con lo que la integración de Ilva en el organigrama de Arcelor puede provocar una digestión traumática para otras plantas europeas. El problema es que los talleres asturianos han ido perdiendo competitividad durante los últimos meses, arrastradas por las pérdidas que acumula Veriña (Gijón). Por eso Arias hizo ayer un llamamiento para mejorar la producción de estas instalaciones. O eso o las plantas asturianas de la multinacional corren el peligro de salir en la foto de la siderúrgica dentro de unos meses.