Una simple pulsera puede salvar vidas o al menos evitar algún que otro accidente. Wetech, una compañía que desarrolla tecnología para, por ejemplo, pagar sin meter las manos en el bolsillo (sólo acercando un brazalete, lo que se conoce como "wereables"), ha creado un dispositivo para tener a los pacientes de un hospital controlados mediante un sistema similar. El objetivo, señala Raúl del Coso, director tecnológico de la compañía, es prevenir riesgos cotidianos en un centro sanitario: caídas cuando los enfermos van al baño -habituales entre los mayores-, o que aquellos afectados por enfermedades degenerativas se extravíen por los pasillos del hospital. Perdidos. Su invento es un ejemplo de cómo compañías que en principio que no han nacido al abrigo del incipiente sector biotecnológico empiezan a hacer negocio bajo su techo. Hay más. Muchos que se arriman ante las promesas de grandes inversiones para darle un empujoncito tecnológico a la sanidad, ávida de estas mejoras.

Empresas biotecnológicas y aledañas (dieciséis en total) mantuvieron hace unos días un encuentro en el Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA) en el que expusieron algunos de sus descubrimientos tras años de trabajo en muchos casos y también mucho dinero invertido. El evento estuvo organizado por el Instituto de Investigación Sanitaria del Principado (Ispa) y su gestora, la Fundación para la Investigación y la Innovación Biosanitaria (Finba), en colaboración con el Centro Europeo de Empresas e Innovación (CEEI). La directora de este último organismo, Cristina Fanjul, señala que la comunidad de empresas biotecnológicas asturianas está formada ya por medio centenar de compañías. Todas con unas características comunes: "La mayoría son jóvenes, innovadoras y con gran futuro". "Están creciendo y atrayendo a empresas de otros sectores", sostiene.

La biotecnología asturiana aún es joven y está dando todavía sus primeros pasos. Pero ya no gatea. "Estamos en la segunda década de este sector; todo esto se puso en marcha hace quince años", explica el director de Entrechem, Francisco Morís. Su compañía, una "spin-off" de la Universidad de Oviedo, está centrada en el desarrollo de nuevos fármacos para combatir el cáncer. Este año, tras bastantes de investigación y varios millones invertidos, Entrechem ha logrado acabar la fase preclínica y ahora busca apoyo financiero para comenzar los ensayos clínicos de los medicamentos. Francisco Morís explica que en el sector se está produciendo un escenario de alcance: muchos proyectos biotecnológicos están llamando la atención de inversores internacionales. El ejemplo más cercano es el de Dropsens, que desarrolla sensores en miniatura e instrumentación electroquímica portátil, y que hace cosa de un año fue adquirida por la suiza Metrohm. Hay abundantes casos similares por España. "Es una pena que tengan que venir de fuera para validar lo que estamos haciendo", sostiene el investigador.

Celestino Álvarez, director de Adele, una compañía dedicada al desarrollo y comercialización de robots con sede en Llanera, sostiene: "Da la impresión de que el sector sanitario está aún un poco atrasado en lo que se refiere a ciertas innovaciones, pero que ahora busca tomar impulso". Durante el evento, la compañía presentó a su robot Nuka, que tiene forma de foca bebé y que se usa para tratamientos aplicados a personas con síntomas de demencia, gente mayor o niños. Álvarez resalta lo complicado que es vender en el sector. "De Nuka hemos vendido más robots en Portugal estos últimos seis meses que en los ocho años que llevamos comercializándola en España", apunta.

La innovación es el ADN del sector biotecnológico asturiano. Un ejemplo de esta afirmación es el trabajo de Triditive, una compañía que se dedica a la impresión en tres dimensiones (3D) y que, de la mano de la Fundación Prodintec, está trabajando en un proyecto para el desarrollo de una bioimpresora que pueda fabricar tejidos y órganos humanos con los que experimentar en el ámbito clínico. Tal es el crecimiento de la compañía que, explica su directora, Mariel Díaz, ya están asesorando a la UE en diversas iniciativas relacionadas con la fabricación aditiva. Incluso son capaces de imprimir comida.

También priman en este sector las aplicaciones tecnológicas que manejan enormes cantidades de información. Lo hace, por ejemplo, la firma Spodha, que ha generado un programa para controlar la salud de los deportistas, tanto profesionales como amateurs. El objetivo es prevenir enfermedades cardiovasculares y el ictus. Su director, Javier Gómez, sostiene que el sector biotecnológico es de los que necesita tiempo para su maduración, aunque valora que la I+D asturiana crece con fuerza. Lo mismo defiende Jorge Areces Melendi, creador de Genteup, una plataforma que combina la telemedicina (consultas a distancia) con la prevención. "En Asturias existe un gran talento. No podemos desaprovecharlo", concluye.