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ÁNGEL ÁLVAREZ RAMOS | Presidente de Vidacord

"Políticos y financieros me lanzaron un mensaje claro: no había sitio para mí en Asturias"

"Madrid me acogió con los brazos abiertos; mi talento creativo y emprendedor, sea mucho o poco, está desde entonces allí"

Ángel Álvarez Ramos, en Oviedo. MIKI LÓPEZ

Ángel Álvarez Ramos siempre ha tenido tres aspiraciones: tener una empresa biotecnológica, otra de cosmética y un prao con vacas. Las dos primeras las ha cumplido, le queda la espinita de la ganadería. Este gijonés es el presidente de Vidacord, el único banco privado de cordones umbilicales que hay en España, un negocio que trató de montar en Asturias. Pero en la región, lamentan en esta entrevista, se encontró con muchos obstáculos a un proyecto que, en cambio, la comunidad de Madrid acogió con los brazos abiertos. Hace unos días la Asociación Profesional Colegial de Asesores de Inversión y Financieros le entregó un premio por su trayectoria empresarial y personal, un galardón que el año pasado recibió el presidente del Real Madrid, Florentino Pérez. Aunque trabaja en la capital de España, pasa la semana a caballo entre Madrid y Asturias, continúa viviendo en el barrio gijonés de Cimadevilla. Practica el surf en el Cantábrico y va a clases de kárate en Oviedo.

-Le premian por su trayectoria, ¿qué tiene de peculiar?

-Soy una persona que intenta regirse en la vida por los principios del humanismo cristiano. Eso no tiene nada que ver con que yo sea muy religioso o no, no pertenezco a ninguna orden ni nada por el estilo. Pero esa filosofía se resume en hacer el bien y evitar el mal. Intento que mi empresa esté fundamentada en esos valores.

-¿Cómo casa esa filosofía empresarial con el capitalismo salvaje que impera en el mundo de los negocios?

-Una empresa tiene que ser rentable, y yo no escapo a la obligación de responder ante unos accionistas a los que tengo que dar un dividendo que suponga más que una renta fija. Es evidente que alguien que preside una empresa, como yo, no debe perder de perspectiva que se debe a los socios y que ellos buscan la rentabilidad. Ahora bien, el mecanismo para obtenerla tiene diferentes vías. Quiero que la gente que trabaja en mi empresa se desarrolle humana y profesionalmente en un entorno que encuentren útil para sus vidas. La empresa tiene 12 años de vida y la media de antigüedad del personal es de nueve. Esto hace que tengamos personas muy entregadas y que tengan mucho amor por lo que hacen. Mi compañía es rentable porque ponemos una pasión infinita en lo que hacemos. Ni la voracidad ni la globalización, que tanto despersonalizan, son atributos de mi empresa.

-¿Cómo surge la idea de montar Vidacord?

-Soy un biólogo que ama la biología, y cuando estudiaba cuarto de carrera empezaba a hablarse de cosas fascinantes desde el punto de vista bioético. Con 21 años me propuse tener mi propia empresa de biotecnología en el campo de la salud humana. Tuve que esperar muchos años, porque no tenía los medios para montar una compañía así. Entonces estudié Dirección de Empresas y cuando estaba preparado me lancé. Y lo logré. Luché muchísimo.

-Su intención era quedarse en Asturias, ¿qué pasó?

-Presenté el proyecto al presidente del Principado (Vicente Álvarez Areces, por aquel entonces) y a la Consejería de Salud, y me lo denegaron. Nosotros almacenamos y procesamos tejidos humanos y, aunque vale con tener la autorización de una comunidad, hay una especie de áurea de que entramos en un terreno peligroso. El Ministerio de Sanidad informó al Principado, basándose en lo que le decían las coordinadoras autonómicas del trasplante, y lo hizo negativamente. Pero la potestad última para dar el permiso era del Principado. Busqué financiación en Asturias y me trataron fatal, y algún financiero trato de apropiarse del proyecto. Luché quince años y al final lo logré. A mi Asturias me lanzó un mensaje muy claro hace 20 años: las fuerzas políticas, financieras y empresariales me dijeron que no había un lugar para mí aquí. Soy muy obediente y lo acepté. Eso no significa que no ayude a todo el asturiano que me lo pide.

-¿En Madrid tuvo dificultades?

-Pase de una Comunidad que me lo negó todo a otra que me acogió con los brazos abiertos. Le mandé una carta a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, sin ninguna esperanza, y a los quince días me respondió que me iban a llamar desde la Consejería de Sanidad. No me lo creí mucho, pero unos días más tarde me citaron y a partir de ahí todo fueron facilidades. Desde entonces, todo mi talento creativo y emprendedor, sea mucho o poco, está en Madrid.

-Ha tenido tiranteces con la Organización Nacional de Donaciones de Órganos y Trasplantes, ¿han cicatrizado esas heridas?

-Se me encargó, por parte de la Presidencia del Gobierno un informe bioético del modelo español de donación de órganos y trasplantes. En ese estudio escribí lo que todos los bioeticistas del mundo saben acerca del modelo español de donación de órganos y trasplantes, que aquí tenemos una liga con reglas diferentes. Lo único que le exijo a esa organización es que cumpla con la legislación vigente, y me parece muy bien que no les guste que haya alguien en el ámbito privado guardando células, pero que respeten la ley. Eso sí, ellos siempre han respetado la calidad de mi banco, que es fruto de la exigente legislación que hay en España. En ese sentido hay "fair play".

-¿Cuál es el negocio de Vidacord?

-Guardamos las células madre que hay en la sangre del cordón umbilical para crioocongelarlas. Esto tiene como misión el trasplante en el caso de que más adelante se produzca una leucemia o un linfoma en uno mismo o en un hermano. Estamos haciendo muchas más cosas en el campo de la investigación muy vanguardista estudiando células madre provenientes de otros tejidos. Y, sin nada que ver con este campo, hemos sido capaces de desarrollar una tecnología por las que mantenemos vivas las células tumorales, una vez extirpado un tumor. Esto permitirá investigar las mejores terapias para cada paciente.

-¿Qué demanda tienen esos servicios?

-Pequeña aún porque hay mucha desinformación. Desde el sistema nacional de salud, por razones económicas, siempre se ha demonizado este servicio.

-¿Cuál es el perfil de sus clientes?

-La sociedad misma. Desde las familias más altas que se puedan imaginar en el ámbito político o financiero, hasta miles de personas con profesiones normales. Tenemos guardados en torno a 20.000 cordones umbilicales.

-Usted ofreció a los Reyes de España guardar el cordón umbilical de su primera hija, la infanta Leonor.

-A la Casa Real me dirigí diciéndoles que si me dieran la autorización para montar mi empresa en Asturias estaría encantado de guardar el cordón umbilical de su primera hija. Aquí me negaron el permiso, y como no tenían sitio en España se van a Estados Unidos. A aquella carta me respondieron que no conocían ese tipo de servicios, que les parecía muy interesante y que si me daban la autorización estaban encantados de guardar la sangre. Con la segunda ya no pasó eso.

-Ahora ha montado una línea de cosmética. ¿Qué tiene que ver eso con la conservación de los cordones umbilicales?

-Una preocupación mía desde la primera célula que congelamos era monitorizar su comportamiento. Para que no envejezca hay que echarle nutrientes, minerales... Nos hemos convertido en unos expertos en formular, en saber qué componentes, en qué cantidad y en qué momento se echan. Así que montamos Carmenta, todo con productos naturales y aplicando nuestro conocimiento en principios activos.

-¿Cómo ve el sector biotecnológico asturiano?

-Desde Vidacord hablamos con la Consejería de Economía para tratar de ser un elemento tractor del sector, pero no se atendió a nuestro ofrecimiento. He podido observar desde la distancia que ha habido algún tipo de inquietud, pero la biotecnología asturiana es muy incipiente y le queda un larguísimo camino. Alguien debe decirles a los asturianos que Asturias está muerta, pero no hay problema, puede resucitar. Lo que es necesario es que los actores políticos, empresariales y financieros de esta región dejen de ser los mismos que hacen veinte años.

-¿Se vivirá más y mejor?

-Estamos mejorando ostensiblemente el concepto de calidad de vida. Los avances están siendo extraordinarios. Vamos a envejecer con más calidad, moriremos más tarde y nuestra calidad de vida serán mejor.

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