La expansión de las economías avanzadas ha estado apoyada desde 2013 en una conjunción de factores favorables que favorecieron la recuperación. Ahora, algunos de ellos están llamados a emprender el camino de vuelta y han surgido nuevos riesgos y fuentes de incertidumbre que puedan dificultar la progresión de la actividad, la prosperidad y el empleo.

Para países que, como España, están lejos de haber corregido todos sus desequilibrios (como evidencia el paro aún muy acusado, la deuda pública creciente, la aún elevada deuda privada, la todavía excesiva deuda externa y un déficit que se ha disciplinado pero no lo suficiente), la esperada desaceleración de la tasa de crecimiento para los próximos ejercicios entrañará una exigencia adicional porque impondrá la consecución de objetivos con tasas del PIB inferiores al 3% que no se alcanzaron en los últimos años con crecimientos entre el 3,4% y el 3,1%.

En el caso del déficit público, las crecientes exigencias de gasto y de reducciones de impuestos dificultan la consolidación y esto supone que la deuda pública siga sin disciplinar. Su expansión incesante desde 2008 (incluso con crecimientos robustos del PIB) supone una grave vulnerabilidad en el supuesto de que, como amagó el mercado en la última quincena a cuenta de la inestabilidad italiana, rebrote la desconfianza sobre la sostenibilidad del euro y de las deudas periféricas. La Autoridad Fiscal Independiente y la Comisión Europea dan por hecho que, con los presupuestos impulsados para 2018 por el anterior Gobierno, España no cumplirá este año el objetivo de déficit.

Las fuerzas eurófobas gobernantes en Italia desde el viernes son un riesgo potencial si cuestionan la permanencia del país en el euro. Este factor se suma al proteccionismo y la guerra comercial que abandera Trump, cuyas consecuencias están por calibrar, y la inestabilidad en Oriente Medio. El petróleo al alza rompe con cuatro años benignos y amenaza con forzar una subida de los tipos de interés si sigue impulsado la inflación. La combinación de petróleo y tipos al alza restará demanda interna, dificultará la competitividad, debilitará el actual superávit por cuenta corriente y dañará al turismo (un factor crucial para compensar el déficit comercial), que ya se está ralentizando por el retorno al mercado de destinos competidores que estuvieron ausentes.

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