Con la elección del economista madrileño Jesús Nuño de la Rosa como nuevo presidente de El Corte Inglés, la familia asturiana fundadora pierde por primera vez el timón de la compañía. En los últimos tiempos, El Corte Inglés se ha ido distanciando de muchas de sus señas de identidad, buena parte de ellas marcadas a fuego durante la presidencia de Ramón Areces, fundador de la compañía junto a su tío César Rodríguez y tío segundo de Isidoro Álvarez.

Muy poco amigo de las entrevistas, Ramón Areces aceptó en mayo de 1982 conversar con el periodista José Manuel Vaquero, posteriormente director de LA NUEVA ESPAÑA y actual consejero de Prensa Asturiana Media. Areces, que tenía entonces 77 años, acababa de recibir el título de doctor Honoris Causa de la Universidad de Oviedo y en la entrevista habla de su trayectoria y de los principios que había contagiado a la compañía de grandes almacenes.

La responsabilidad es del jefe. Areces apuntaba que en los almacenes El Encanto de La Habana, donde comenzó a trabajar tras emigrar desde Grado, se llevó su primer disgusto cuando le ordenaron equivocadamente que llevara una camisa a un cliente. Fue reprendido por ello y uno de los jefes que se percató de la situación trató de consolarle diciéndole que "la soga siempre se rompe por el lado más débil". "Desde entonces yo sostengo que la responsabilidad es siempre de los jefes y no de quienes cumplen las órdenes recibidas", afirmaba.

La empresa, de los que luchan por ella. "Yo siempre he sido partidario de la autofinanciación", declaraba Areces, que añadía que "la empresa debe ser de los que luchan por ella". Muchos años antes de que los inversores cataríes desembarcaran en la compañía señalaba que "en El Corte Inglés no tenemos capital de fuera ni lo queremos. Yo me encuentro en minoría en la sociedad y estoy encantado porque aproximadamente unos 2.000 de nuestros trabajadores son accionistas". Llegó a ese convencimiento en un viaje que hizo a Japón. "En aquel país vi que en cada empresa trabajaban el abuelo, el padre y el hijo. Me di cuenta entonces de que la clave del éxito estaba en vincular la empresa al hombre".

Hay que viajar. Preguntado por la orfandad empresarial que entonces había en una Asturias dependiente del sector público, afirmaba: "Vivimos demasiado apegados a nuestra tierra. Es necesario viajar más por países más adelantados que el nuestro para ampliar experiencias. Se trata de ver lo que hay fuera para mejorarlo en España".

Enemigo de los recortes. "Nunca he entendido a los empresarios cuya única finalidad, antes y ahora, era reducir puestos de trabajo para ganar más dinero. Siempre he predicado a mi gente que hay que hacer las cosas bien y que el beneficio es una resultante. El empresario debe dar ejemplo", afirmaba.

Ante la crisis, paciencia. Por entonces España atravesaba una dura crisis. Él estaba convencido de que se superaría: "nunca llovió que no escampara".