El golpe de la gran recesión en España ha sido duro para los bolsillos domésticos. Los trabajadores asturianos fueron los que más poder adquisitivo perdieron por los efectos de esa crisis. Según señala el llamado índice de precios del trabajo (ITP) que ha publicado el Instituto Nacional de Estadística (INE), la combinación, entre otros factores, de la subida de la inflación y la caída o congelación de los sueldos provocó un agujero en las carteras de los empleados de la región del 13,1%.

Más en detalle, entre 2008 y 2016, un periodo en el que están incluidos los peores años de esa gran recesión, los empleados de la región vieron que sus sueldos caían de media un 3,7%, mientras que la inflación subía con fuerza hasta un 9,3%.

En el conjunto del país, las nóminas cayeron, durante el citado periodo de tiempo, un 1,4%, mientras que la inflación nacional repuntaba una décima más que la asturiana, hasta el 9,4%. Combinados esos porcentajes en la coctelera, reflejan que, al final, el poder adquisitivo de los españoles descendió un 10,8% en esos ocho años.

Las cosas comenzaron a mejorar el año pasado y este 2018 parece, según refleja la mayoría de los indicadores, han ido aún mejor, con lo que esas pérdidas han podido relajarse durante estos últimos meses.

Para los sindicatos, la caída del poder adquisitivo de los trabajadores refleja de manera muy clara la falta de correlación que existe en el mercado laboral entre crecimiento económico y bonanza empresarial y aumento de los salarios.

Según destaca UGT, esto se debe esencialmente al desequilibrio de fuerzas existente en la negociación colectiva y en el gobierno de las relaciones laborales a favor de las empresas, y que proviene de la reforma laboral de 2012 desarrollada por el PP.

CC OO, por su parte, considera que las empresas no financieras no sólo ya se han recuperado de la crisis, sino que se encuentran en una situación más boyante que durante la etapa de bonanza anterior y se han desendeudado.