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Lo que queda de Grecia

El país deja atrás la era de los rescates y encara un futuro ensombrecido por la deuda (178% del PIB) y el severo empobrecimiento de la población

Más de cuarenta huelgas generales. EFE

España y el conjunto de la Unión Europea sufrieron dos recesiones consecutivas durante la última crisis pero Grecia padeció una depresión. Ahora acaba de salir de su tercer rescate en ocho años y la Comisión Europa ha dado por cerrado el mayor desafío que haya afrontado la unión monetaria a su continuidad.

Pero la devastación que dejó la crisis en el país heleno ha sido pavorosa, y arroja muchas sobras de duda la sostenibilidad de una economía enclenque, depauperada (su PIB cayó de los casi 223.000 millones de euros en 2007 a menos 178.000 millones en 2017), sin credibilidad en los mercados financieros internacionales (por la ausencia de moral tributaria, una economía sumergida que equivale al 21% del PIB, la fuga de capitales y el escándalo de la falsificación de las cuentas públicas que perpetró el Gobierno derechista de Nueva Democracia hasta fines de 2009) y con una deuda insoportable del 178% del PIB (la mayor de la UE). Por ello, la Comisión Europea, aunque celebró el fin de la intervención de la economía griega, ha impuesto al país una examen trimestral por los "hombres de negro" cuando el resto de países que pidieron rescates (Irlanda, Portugal, España y Chipre) son fiscalizados cada seis meses.

El FMI mantuvo y mantiene que una deuda del 178% del PIB es impagable y que precisa una quita, lo que rechazan sus acreedores principales: los países socios de la UE y del euro. El comisario europeo de Economía, Pierre Moscovici, admitió el día 20 que "todavía hay mucho trabajo por hacer para que Grecia pueda mantenerse en pie". Y el exministro izquierdista griego de Economía Yaris Varoufakis sentenció el 28 de junio en un artículo que "se condenó al país al endeudamiento perpetuo".

Ni por el origen e intensidad de los problemas ni por los resortes nacionales para afrontarlos cabe comparación posible entre Grecia y el resto de países europeos que solicitaron una asistencia financiera a la "Troika" (Unión Europea, Banco Central Europeo y Fondo Monetario Internacional).

La economía griega llegó a desplomarse el 25%, en términos análogos al derrumbe de Estados Unidos en la Gran Depresión (con una caída del PIB del 27% entre 1929 y 1933), y, aunque Atenas lo atenuó con los crecimientos de 2014 y 2017, el país aún produce el 20% menos que en 2007. España, aun con los gravísimos efectos de sus burbujas crediticia e inmobiliaria, se dejó 7 puntos de PIB en las recesiones.

Este diferencial sitúa a ambos países en realidades que no son asimilables como tampoco lo son las situaciones de partida. Grecia siempre fue un país más pobre y nunca tuvo la capacidad exportadora, ni la potencia industrial, ni el peso turístico de España, por lo que no pudo beneficiarse con el mismo aprovechamiento de los vientos favorables externos que impulsaron economías como la española a partir de 2014: el abaratamiento del crudo, la depreciación del euro, los tipos de interés en el 0% y el desvío de turistas desde la orilla sur del Mediterráneo a la ribera europea. Esto, sumado a la desinflación, atenuó en España los efectos empobrecedores de la reforma laboral de 2012, la de las pensiones de 2013, los recortes salariales a los funcionarios, las subidas de impuestos y otras políticas restrictivas aplicadas en España.

A estos factores se sumó el tratamiento de la crisis. Grecia, por la gravedad de sus desequilibrios y a causa de una gestión catastrófica y despreocupada de sus cuentas públicas durante demasiados años (el país fue sorprendido por la crisis de 2008 con una deuda pública del 107,4% del PIB cuando la española era de sólo el 36,2%) se vio sometida a un tratamiento de austeridad durísima por la "Troika", con recortes severísimos del gasto público, reducciones de plantillas públicas, salarios y pensiones, aumentos tributarios y otras medidas de emergencia sin paragón. Grecia recibió tres rescates sucesivos (con las contrapartidas de otros tantos programas de austeridad) por uno solo del resto de países: bien integrales (Irlanda, Portugal y Grecia) o parcial (España). Y las cifras tampoco son comparables: aunque el presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, estuvo decidido a pedir un segundo rescate al FMI (se lo vetó la Comisión Europea, según desveló el ministro español de Economía Luis de Guindos en su libro "España amenazada"), la asistencia efectiva a España fue de 40.000 millones (equivalentes al 3,8% de un PIB de algo más de un billón de euros) mientras que Grecia precisó la inyección de 289.000 millones, una cifra superior a todo su producción anual (222.771 millones en 2007), además de una quita de deuda por los acreedores privados internacionales.

Esta disparidad de cifras ejemplifica el distinto alcance y dimensión de los problemas que arrastraban uno y otros países, y que, en consecuencia, las medidas de ajuste fueran más radicales en la nación más enferma. La paradoja fue que la muy superior terapia de austeridad supuso un mayor hundimiento de la economía griega porque se aplicó en exceso, como admitió el FMI en junio de 2013, la OCDE en junio de 2016 y Moscovici el pasado día 21 de agosto. No obstante, el comisario europeo precisó que la mayor exigencia de los acreedores con Grecia no fue responsabilidad de los socios del euro sino de la "terrible crisis" que sufrió el país.

Esta actuación durísima para acabar con el tradicional desgobierno público e indisciplina privada de Grecia impidió al país beneficiarse de la relajación que aplicó la Comisión Europea en sus exigentes objetivos fiscales nacionales. Esta atenuación del rigor presupuestario fue otro de los factores que contribuyeron a la recuperación española y de otros países del euro a partir de fines de 2013.

Al Gobierno de Rajoy, la UE le flexibilizó tres veces los objetivos de déficit fiscal anual y, aun así, no los cumplió nunca salvo en 2017, y tampoco preveía cumplirlos en 2018, como anunció el ministro Cristóbal Montoro a Bruselas tras los pactos presupuestarios con los nacionalistas vascos. Ahora la UE ha otorgado otra suavización de la senda de déficit a Pedro Sánchez a la vista de que las desviaciones eran inevitables.

Desde 2017 (un año después de que lo lograra la media de la Unión Europea) España recuperó y superó el PIB previo a la crisis, pero Grecia sigue todavía muy lejos de esa meta. Ambos países siguen liderando la tasa de paro en la UE y en la OCDE, con Grecia a la cabeza seguida por España (el desempleo llegó al 28% de la población activa en el primer país y al 27,1% en 2013 en el segundo, y ahora están en el 20,1% y 15,8%, respectivamente) y Grecia capitanea el nivel de deuda soberana mientras que España es el quinto estado con mayores débitos públicos.

Pero, aun contando con que la situación es muchísimo peor hoy en Grecia que en España en casi todos los órdenes, la comparativa entre ambos países no siempre es más favorable para España. Entre 2007 y 2017 la deuda pública en términos absolutos creció el 46,67% en Grecia y más del 200% en España, donde no ha dejado de hacerlo ni un solo año en términos absolutos. En parte, la causa de ello es que Grecia ha completado dos ejercicios continuos (2016 y 2017) con superávit fiscal mientras que España no ha logrado el equilibrio desde fines de los años 60 (salvo los superávits presupuestarios en 2005, 2006 y 2007, en el primer mandato de Zapatero) y en 2017 cerró con un descubierto del 3,1% del PIB, el mayor de Europa.

Con todo, donde el cotejo entre los dos países es más lacerante y negativo para España es en la equidad. Aunque la oficina estadística de la UE (Eurostat) sitúa a España, tras Rumanía y Grecia, como el tercer país con mayor porcentaje de población pobre (aquélla que percibe menos del 60% de los ingresos medios de su país una vez contabilizadas las transferencias sociales), la OCDE identificó a España en mayo como la nación con mayor número de hogares con trabajadores en el umbral de la pobreza.Nuestro país lidera la temporalidad en el empleo (más que triplica a Grecia, según Eurostat); Oxfam dijo en enero que España es el tercer país (empatado con Lituania) con mayor desigualdad de la UE tras Rumanía y Bulgaria; la Comisión Europea otorgó a España en noviembre el primer puesto en brecha de riqueza y salarial, y lo mismo hizo el Foro de Davos en enero.

De modo que Grecia se hundió y empobreció mucho más, y de forma más generalizada, y España se recuperó de la crisis con el estigma de una desigualdad superior.

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