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CHEQUEO A LA ECONOMÍA DE ASTURIAS

Hostelería, nuevas tecnologías, sanidad y consultoría, los sectores que emergen

La crisis demográfica complica la recuperación del empleo, aún lejos de completarse diez años después de estallar la Gran Recesión

Hostelería, nuevas tecnologías, sanidad y consultoría, los sectores que emergen

Han pasado diez años desde la quiebra del banco de inversión estadounidense Lehman Brothers, hito inicial de la Gran Recesión global, y a la región le queda un lustro más para recuperar el nivel de empleo de entonces, salvo que a corto y medio plazo la comunidad intensifique significativamente el grado de dinamismo económico que ha mostrado desde el comienzo de la recuperación, en 2014. Quienes ya intuyen señales de que el mundo se acerca a la siguiente crisis -por la combinación de la colosal deuda planetaria, los nuevos excesos financieros o la escalada proteccionista- podrían decir que Asturias corre el riesgo de llegar a ella sin haberse repuesto de la anterior.

El diagnóstico en trazo grueso es así: la economía asturiana ha encadenado cuatro años de crecimiento, pero los números dicen que le cuesta más que al resto del país generar trabajo. La cuestión principal es ésta: ¿Por qué creamos menos empleo que otros?

La respuesta del PIB. Los economistas suelen dirigir la mirada hacia dos lugares para determinar las razones del comportamiento de un mercado de trabajo: el modelo productivo del territorio -a qué se dedican preferentemente sus empresas- y las reglas del juego. Aunque puedan identificarse singularidades en la cultura laboral de los asturianos, asociadas al proceso de industrialización histórica y a la posterior reconversión, el marco de normas que regula las relaciones entre empresarios y trabajadores es aquí el mismo que en toda España. No existen por tanto rigideces u obstáculos particulares en Asturias que se puedan atribuir a la legislación.

Las peculiaridades productivas de la economía regional están más cerca de explicar resultados como los siguientes: desde 2014, primer ejercicio de la recuperación, la creación de empleo (medida por las afiliaciones a la Seguridad Social) ha sido sistemáticamente inferior a la media española y de las más bajas del país. La primera razón hay que buscarla en el crecimiento económico, más tibio que el nacional en la mayoría de estos años. Pero incluso cuando el avance del producto interior bruto (PIB) ha superado al de España y al de casi todas las autonomías -en 2017 creció el 3,5%, sólo menos que Aragón- Asturias ganó la mitad de empleo que el país en términos relativos (1,8%, frente al 3,4%).

Las opiniones recabadas en los ámbitos académico, empresarial y sindical convergen en señalar que el retraso asturiano guarda relación con los sectores que dentro y fuera de la región han tenido mayor protagonismo en la recuperación. El consumo de los hogares, favorecido por los bajos tipos de interés y por la propia reducción del paro, ha sido el motor principal del crecimiento, reforzado con un auge del turismo, sobre todo del internacional, que está conectado a las dificultades en países competidores del Mediterráneo y a la contención de los precios. Asturias, donde el negocio turístico ha ganado protagonismo pero pesa mucho menos que en otros territorios, no ha sacado tanto rendimiento como éstos últimos de una actividad particularmente intensiva en la generación de trabajo, aunque a menudo sea inestable.

Sectorialmente, a la región le ha ido así entre 2013 y 2017, según los registros de la Seguridad Social: el campo ha perdido el 7,5% de sus afiliados, mientras en España recuperaba el 2,7%; el empleo industrial decreció 3,2% en esos años, frente a un saldo positivo estatal del 8,4%; la construcción, epicentro de la crisis, se estabilizó en Asturias (-0,29%) al tiempo que avanzaba el 12,87% en el conjunto del país; y los servicios, propulsores principales del empleo, lo crearon a una velocidad (7,2%) también inferior a la nacional (12,9%).

La respuesta demográfica. Suele decir Ramiro Lomba, director de la Sociedad Asturiana de Estudios Económicos e Industriales (SADEI), que detrás de casi todos los comportamientos de la economía está la demografía. La forma en que se ha conducido en estos años la región, y en particular los resultados del empleo, llevan a pensar que era bueno el diagnóstico que ya en 2015 formuló Rafael Domenech, jefe de análisis macroeconómico del servicio de estudios del BBVA: "La demografía está teniendo ya un coste en el crecimiento de Asturias", decía entonces.

El Principado forma parte de los territorios más envejecidos de España (tiene el índice más alto de envejecimiento o relación entre el número de personas mayores de 65 años y el de menores de 15) y ha perdido el 3% de la población en un lustro, el doble que el país. Y ya venía de tener la menor tasa de población activa (la proporción de asturianos que están en el mercado laboral, sea con trabajo o buscándolo). Por definición, argumentan los economistas, perder habitantes y tener bajas tasas de actividad son rasgos que reducen la potencia de desarrollo de un territorio.

El envejecimiento deja rastros en la cuenta del PIB y en la del empleo, y condiciona la composición del crecimiento, de forma que unas ramas de actividad pueden ir peor que en lugares con un población más joven y otras pueden emerger. Tener mayor o menor número de personas jóvenes o de avanzada edad modifica la intensidad y la estructura del consumo, de la inversión o del ahorro. Aunque no es fácilmente mensurable, indicaron fuentes técnicas, el hecho de que el sector servicios esté creando de manera agregada menos empleo en Asturias que en España puede estar conectado al problema del envejecimiento. Como lo está de una manera más diáfana el hecho de que la construcción no haya comenzado a recuperar empleo hasta 2018.

El negocio constructor español empezó a ganar vigor en 2015, al hilo del repunte en la demanda de vivienda en propiedad y en alquiler. Detrás están las decisiones de inversión de empresas y de familias, entre ellas las derivadas de la formación de nuevos hogares, a su vez consustancial a la mejora del empleo. Las modestas cifras de edificación en Asturias (un millar de viviendas iniciadas en 2017) reflejan la dificultad que aquí tiene para despegar un sector que también se caracteriza por la intensidad en la creación de empleo: por cada piso que se construye, estima la patronal asturiana CAC-Asprocon, se crean entre cuatro y cinco puestos de trabajo.

Algunas de las causas primigenias de la regresión demográfica de Asturias hay que buscarlas en el tiempo de la reconversión industrial (años 80 y 90), que acentuó la crisis de natalidad que desde mediados de los 70 se registró en toda España y que antes se había manifestado en otros países occidentales. El Principado, hoy, comparte ese problema, y el de la tibieza en la creación de empleo, con el resto del Noroeste.

Asturias, Galicia, Cantabria y Castilla y León, que también comparten su posición periférica en Europa, tuvieron en 2017 índices de dinamismo laboral inferiores a la media del país: el aumento de los cotizantes a la Seguridad Social no superó en ningún de esos territorios el 2,3%.

Lo emergente. Mirando más adentro en los resultados del Principado se puede ver que hay actividades que sí han logrado más que una plena recuperación, con niveles de ocupación superiores a los de 2009 y mayor número de unidades productivas que antes de la crisis, como ha identificado el catedrático de Fundamentos del Análisis Económico Joaquín Lorences. La plantilla de la hostelería (32.000 personas) es mayor que nunca por la pujanza turística. Los negocios vinculados a las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TIC) también baten récords (8.270 trabajadores), un indicador de que la región está conectada de manera consistente a un sector capital para el futuro. Crecen las actividades profesionales y técnicas (consultorías, despachos de arquitectura, marketing, I+D...), con protagonismo de emprendedores que lanzaron o consolidaron sus empresas en un entorno tan hostil como la última crisis. Y el empleo público y privado dedicado a la sanidad y a los servicios sociales alcanza niveles inéditos (36.500 puestos de trabajo), en una parte no menor dedicados a atender a los asturianos de mayor edad.

Gana tamaño asimismo la plantilla de las actividades educativas (públicas y privadas), un sector llamado tener un papel clave en la preparación de las nuevas generaciones y en el reciclaje de las actuales ante las mutaciones tecnológicas que vienen en todos los sectores y particularmente en la industria. Con un protagonismo principal en el crecimiento del PIB, pero estancado en empleo, el motor fabril de la economía asturiana afronta ese y otros grandes desafíos. También, la siguiente paradoja laboral: en una región de tradición industrial y aún con 60.000 parados, las empresas no encuentran personal formado para cubrir sus vacantes. Otro obstáculo en la ruta hacia el trabajo en Asturias.

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