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GUILLERMO ULACIA | Presidente de Femetal

"Estamos llevando a la gran industria a situaciones límite"

"El metal es nuestra columna vertebral y que se haya mantenido tras el tsunami de 2008 tiene un mérito enorme"

"Estamos llevando a la gran industria a situaciones límite"

Guillermo Ulacia (Barakaldo, 1954), recién confirmado por los empresarios del metal para un segundo mandato en la presidencia de la patronal Femetal, conoce muy de cerca las fortalezas y debilidades de la principal industria de la región, "columna vertebral" de Asturias, afirma. Miembro del comité de expertos al que el anterior gobierno encargó un dictamen sobre la transición energética, es uno de los dirigentes empresariales españoles que más ha profundizado en lo que supone el proceso de descarbonización de la economía, ante el que el sector fabril asturiano es particularmente vulnerable. Ulacia habla en esta entrevista de tales riesgos, pero también de oportunidades.

- ¿Está Asturias poniendo mucho énfasis en defenderse de la amenaza y poco en pensar en las oportunidades que trae la transición energética?

-A día de hoy no existe una solución única para la transición energética, sino muchas. Hay que estudiarlas y decidir la mejor. En Asturias la contribución de la energía al PIB es muy significativa. No solo la generamos, sino que la exportamos, y debemos seguir apostando por hacerlo. Disponemos además de empresas de fabricación avanzada, casi todas pertenecientes al sector del metal, que han desarrollado soluciones "llave en mano" para plantas fotovoltaicas, parques eólicos, centrales de ciclo combinados?tecnologías respetuosas con el medio ambiente. Eso quiere decir que tenemos conocimiento tecnológico para sustituir una fuente de energía por otra. Y otro factor: tenemos las empresas que mayor cantidad de energía necesitan en sus procesos, las electrointensivas (Arcelor, Azsa, Alcoa?). Es una concentración de elementos única, singular. No nos pueden tratar igual que a otras zonas de España o de Europa.

- ¿Cómo debería ser tratada Asturias?

-El primer tema es aclarar por qué se quiere cerrar las térmicas de carbón cuando, desde el punto de vista de coste, son competitivas. Desde el punto de vista del CO2, se puede discutir, pero téngase en cuenta que, si se cierran las térmicas sin existir un acuerdo mundial efectivo para reducir emisiones, algún otro va a verter a la atmósfera el CO2 que nosotros decimos que ahorramos. En esas circunstancias el planeta no va a ahorrar absolutamente nada. El criterio es por tanto subjetivo. En segundo lugar, si se quiere sustituir esas fuentes por otras más amistosas con el medio ambiente, podemos poner nuestra tecnología y nuestra industria a disposición para seguir siendo un fabricante de energía. Esto es, tenemos la amenaza, pero también la obligación de apostar por seguir siendo generadores. Tenemos conocimiento para instalar tecnologías alternativas y debemos investigar en otras que aún no son competitivas, pero que lo serán en el futuro. Eso se tiene que incorporar a nuestro sistema regional de I+D. No podemos seguir siendo autistas: si la energía es un sector básico para Asturias, tenemos que ver cómo hacemos su transformación y lo convertimos en fuente de reindustrialización y renovación tecnológica.

- ¿Ve viable, por ejemplo, sustituir las térmicas por centrales de gas (ciclos combinados), una tecnología llamada a asumir en la transición el papel del carbón como energía de respaldo a las renovables?

-Según el estudio de la comisión de expertos, durante una fase de la transición energética va a ser necesario incorporar nuevas centrales de ciclo combinados, sabiendo además que van a tener un periodo de vida muy limitado. A ver quién invierte en tales centrales en esas condiciones. Es una contradicción, uno de los temas que es preciso abordar. En Asturias tenemos que decidir si queremos seguir generando energía y ver qué tecnologías alternativas podemos desarrollar pensando en la región y en el conjunto nacional. El metal lo que está diciendo es lo siguiente: si somos capaz de desarrollar esas tecnologías en el resto del mundo, por qué no lo vamos a hacer aquí. El tema clave es quién invierte, cómo convencemos a EDP, Iberdrola, Endesa?para que lo hagan aquí y no en otros lugares.

- ¿Qué partido se puede sacar a la regasificadora de El Musel y cómo hacerlo?

-La regasificadora es una inversión infrautilizada, pero es la infraestructura que nos conecta a la tecnología (las centrales de gas) que va a ganar cuota de mercado, al menos de manera provisional. La pregunta que debemos hacernos es entonces: ¿quiénes tienen gas y de dónde va a salir el que competirá el que procede de Rusia o de otros lugares? La respuesta es Estados Unidos. A continuación, tenemos que pensar qué podemos hacer para que ese flujo de energía que se va a mover llegue a Asturias, se conecte a nuestra red y lo utilicemos para generar electricidad. Es una visión integral. Además de defender lo que tenemos, debemos tener claro lo que queremos para el futuro.

- ¿Es incompatible descarbonizar la economía y tener precios energéticos competitivos?

-Lo voy a plantear de otra manera: una cosa es el coste de la generación y otro el precio de la energía. La diferencia entre uno y otro es el nivel de impuestos. Hay cambios regulatorios que se pueden hacer. El nudo gordiano está en saber socialmente lo que queremos. Si tú quieres ser el más verde de los verdes, eso tiene un coste, y ese coste lo tiene que absorber la sociedad. Puedes decir que, dentro de la sociedad, el coste lo asuman las empresas, pero las empresas tienen que competir globalmente y, si sube el coste de energía, dejan de ser competitivas. Consecuencias: habremos puesto en riesgo la generación de trabajo cualificado, que es el tipo de empleo que buscamos y que además es la base de la economía de bienestar. Automáticamente todo el castillo se cae.

- Quienes son ajenos a la industria pueden no identificarse con ese discurso.

-Efectivamente, alguien puede decir: "Oiga yo no trabajo en esas empresas, sino en la Administración o en el campo". Ya, pero ¿quién financia la cobertura sanitaria mayoritariamente o el sistema de educación? Si usted está peleando contra esos financiadores porque tiene una visión diferente, ¿cómo piensa sostener su modelo de bienestar social? Esta tendencia a que sean las empresas las que soporten en gran medida decisiones de carácter político y social se tiene que reevaluar, porque si no vamos a la desertización industrial. Y no porque seamos mejores o peores, sino porque los inversores globales van a tener lugares en el mundo donde pueden fabricar igual y tener mejor resultado. La clave al final es qué modelo de bienestar se propone y cuál es la economía real para mantenerlo. Por eso tenemos que establecer el debate de qué tipo de sociedad y de sistema energético queremos. Los alemanes lo han hecho y están financiando su modelo. Aquí creemos que esto es el maná y que alguien lo pagará.

- ¿Cuál es el nivel de riesgo para la gran industria asturiana?

-Hay peligro en Europa para toda la industria electrointensiva. No hemos llegado todavía al estadio de decir que estamos ante un problema de seguridad nacional, como ha hecho Trump, pero llegaremos a darnos cuenta de que estas empresas, las siderúrgicas, las químicas y otras análogas, serán un verdadero problema de seguridad nacional si terminan deslocalizándose. ¿Está en riesgo Asturias? Lo está Asturias como parte de España y España como parte de Europa. En Bruselas es todo tan burocrático, tan lento, que quizá sea demasiado tarde cuando queremos reaccionar. El sistema de energía y medioambiental es una oportunidad para el desarrollo de nuevas soluciones tecnológicas, pero a corto plazo es una amenaza, porque no nos damos cuenta que estamos llevando a las grandes industrias a una situación límite que ha aumentado la vulnerabilidad de todas ellas. No son capaces de transferir a los precios de venta el impacto que tienen en sus costes, y entonces baja la producción de valor añadido bruto y la capacidad de inversión, y podemos entrar en un círculo vicioso.

-¿En qué situación afronta el sector regional del metal los desafíos que comenta?

-Somos la columna vertebral de la economía asturiana, la que mantiene el cuerpo en pie. Llevamos desde al año 2008 haciendo un trabajo de salvaguarda de la siderurgia, manteniendo los puestos de trabajo, aumentado las exportaciones y sujetando la inversión. Esas son nuestras fortalezas, pero no es suficiente, porque también llevamos cinco años planos en el sector. Han cerrado empresas y muy pocas han venido a sustituirlas, y las que emergen son más bien micro y "nano-empresas". En otro sentido, las compañías-ancla o tractoras siguen muy bien posicionadas en el mercado. Le hablo por ejemplo de los astilleros, las ingenierías? pero no estamos incorporando ni atrayendo otras nuevas. Eso quiere decir que el metal está en una fase de defensa y consolidación y que tenemos que hacer algo más si queremos continuar con el crecimiento.

-Pero el empleo está estancado, no despega?

-Es algo que no se debe ver en sentido negativo. Lo que hemos conseguido es seguir aquí pese al ataque de todos los competidores internacionales que tenemos, que es brutal. Para mí es increíblemente bueno. Que después del tsunami de 2008 hayamos logrado mantener el nivel empresarial y mucho empleo cualificado y aumentado las exportaciones dice de las empresas algo que no queremos reconocer.

-¿Por qué?

-Porque se tiende a pensar que eso ocurre por generación espontánea. Mantenerse en el mercado hoy tiene un mérito enorme.

-¿Cuál es el camino para crecer?

-Primero tenemos que valorar esa consolidación y darle el mérito que tiene y que yo percibo que no se le da. Luego tenemos que pensar qué es lo que queremos. Si aspiramos a competir a nivel global, hay que pensar en qué condiciones queremos hacerlo, qué tipo de empresa necesitamos y cómo hago que mi territorio sea atractivo para las nuevas empresas del siglo XXI. En eso estamos haciendo muy poco. Seguir añorando y proponiendo fórmulas del pasado que tuvieron más o menos éxito es perder el tiempo. Un ejemplo: estamos hablando de transición ecológica "justa o injusta". ¿Acaso consideramos injusta la revolución tecnológica en todos los campos y disciplinas? Esta forma de plantear los temas es entropía negativa. Gastamos tal cantidad de energía en debatir sobre aquello en lo que no vamos a estar de acuerdo que si utilizáramos el diez por ciento de ese recurso en pensar qué vamos a hacer para que las cosas fueran diferentes, otro gallo nos cantaría.

-El sector está de nuevo en tensión por la negociación del convenio colectivo. ¿Cómo deberían ser las relaciones laborales para afrontar ese futuro del que habla?

-Es un tema muy complejo y vidrioso, pero le voy a comentar cómo lo están haciendo los centroeuropeos. Ellos tienen un triángulo en su negociación: la empresa, la dirección y los trabajadores o empleados. Dirección y trabajadores están en un diálogo permanente sobre qué es lo que hay que hacer, cómo y cuándo para facilitar el crecimiento de la compañía. Aquí la dinámica es de gana-pierde: se considera que, si gana la dirección, pierde el empleado, y que, si gana la plantilla, pierde la dirección. Siempre ha sido así y así seguimos. Para dejar esa dinámica, Centroeuropa tiene un principio: ganamos o perdemos, pero nunca poniendo en riesgo la empresa, porque es la que nos da de comer a todos, así que vamos a ver si negociamos en base a lo que la empresa necesita.

-Eso requiere que la empresa sea mucho más transparente que aquí?

-La dirección traslada la información y plantea los temas porque considera a los trabajadores parte de la empresa, no los ve como alguien a vencer. Y se da esa información para que se planteen alternativas, para que la otra parte construya. Este modelo, que se llama cogestión, lo tienen clarísimo en Europa, y ganan todos porque la empresa permanece. Aquí no llegamos a ese nivel porque siempre creemos que hay otra oportunidad. Pensamos: "Si esta empresa cierra no pasa nada, porque volveremos a reconstruirla". Con la gran sobrecapacidad industrial que hay en el mundo, esa oportunidad no existe, porque te sacan del mercado. Las nuevas relaciones laborales conllevan un principio: empresario, directivos y trabajadores tenemos que pelear por la empresa.

-¿Qué resultados obtiene Centroeuropa con ese modelo?

-¿Sabe quién acapara más inversión en Europa? Alemania y sus satélites. Ellos tienen esa capacidad de atracción. ¿Sabe dónde no se invierte nada industrialmente? En el Sur de Europa, porque desde el punto de vista industrial en este momento no tiene atractivo y tampoco política industrial. En España estamos viviendo de rentas de iniciativas del pasado, como la instalación de plantas de montaje de automóviles y de fabricación de componentes que se desarrolló en los años 90. Todo el Sur, incluida Francia, y también Inglaterra, se están descapitalizando porque no hay esa política industrial, no hay política de relaciones laborales que fomente el empleo en la industria. No le damos valor a los que tenemos y encima decimos que es el "nimby" (acrónimo anglosajón de "not in my backyard", "no en mi patio trasero", en español). Pensamos: "Oye, esta empresa contaminante la llevas donde quieras, pero no me la pones aquí, porque yo quiero un Silicon Valley". Eso no existe.

-El crecimiento mundial está en riesgo por la escalada proteccionista, otra amenaza para la industria asturiana...

-No estamos aislados. El sector del metal tiene tres componentes: la inversión, el empleo cualificado y la capacidad exportadora. Cualquier medida proteccionista es una amenaza y una alerta, en el sentido de que, o nos desplazamos a fabricar a esos mercados, o, exportando desde aquí, es difícil mantener la cuota. Está habiendo cambios significativos en las reglas del comercio mundial que tienen impacto en la economía mundial y van a tener impacto en España. Y si tienen impacto en España lo tienen en Asturias. ¿Va a ser muy negativo? No tengo ni idea. ¿Nos debemos preparar? Sí. ¿Quién debe hacerlo? ¿solamente la empresa y el empresario? Si es así, cometeríamos un gran error, es trabajo de todos. Cada día los territorios juegan un papel más importante en la economía globalizada, que la hacen las ciudades, no los países. Y en esa economía globalizada, nosotros, con una población de un millón y pico de personas, no llegamos a ser ni la aldea de Astérix. Como no nos preparemos para competir con los romanos, mal lo vamos a pasar..

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