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El peso de las multinacionales en Asturias se dispara durante la crisis

Las compañías foráneas establecidas en la región controlan ya un tercio de la producción de la industria y de los servicios privados

El peso de las multinacionales en Asturias se dispara durante la crisis

Puede decirse que en una parte no menor el porvenir de la economía asturiana se escribe desde Luxemburgo, Essen (Alemania) o Delaware (EE UU), por citar tres de los lugares donde están las sedes centrales de otras tantas compañías multinacionales con fuerte presencia en la región: Arcelor-Mittal, Thyssenkrupp y Du Pont (Dow Du Pont, desde la fusión con Dow Chemical). Las corporaciones transnacionales han amplificado su peso e influencia en Asturias en las últimas décadas, al igual que en el conjunto de España y en muchas otras partes del mundo, estimuladas por la fase más reciente de la globalización y, en parte también, por la forma en que ciertos actores del capitalismo financiero (fondos de inversión, sociedades de capital riesgo...) se han movido para rentabilizar oportunidades que trajo la última crisis (dinero barato y negocios a la venta en condiciones ventajosas).

Puede decirse asimismo que hoy Asturias depende más de las multinacionales que antes de esa crisis si se mide la relevancia en la producción, el empleo, la inversión o el comercio exterior. Las siguientes son algunas evidencias de ello, extraídas de las cifras sobre filiales de empresas extranjeras del Instituto Nacional de Estadística (INE).

El número. Las filiales extranjeras establecidas en la región pasaron de 42 en 2008 a 74 en 2016. Es una expansión relativa del 76% que supera el promedio nacional (69%), de por sí muy alto. La presencia internacional está concentrada en la industria y los servicios, con protagonismo singular de sociedades cuyas matrices están en EE UU y Alemania. De allí proceden la mitad de las principales compañías foráneas establecidas en la región. El origen de su presencia es variopinto: perduran compañías con presencia histórica aquí (Bayer o Saint Gobain), otras que se hicieron con antiguas industrias públicas o privadas a partir de los años 90 (Arcelor, Alcoa, Azsa-Glencore, General Dynamics, EDP...), transnacionales que desembarcaron en el contexto de los programas de reindustrialización (Du Pont, Thyssenkrupp o Rioglass), algunas que llegaron con el negocio de las nuevas tecnologías (Software AG, Capgemini, DXC...), las que protagonizaron antes el despliegue de los grandes formatos comerciales o varias más que sacan partido del potencial agroalimentario de Asturias (Danone, Nestlee o Bongrain).

La produción y el empleo. El valor de lo que produjeron las 74 compañías extranjeras con actividad en Asturias en 2016 fue equivalente al 35,8% del correpondiente al conjunto de las empresas de los sectores industrial y de servicios privados. Tal proporción sólo es superada en España por Madrid (45%) y Navarra (37%) y también ha aumentado significativamente respecto a la tasa de 2008 (25%). La incidencia en el empleo es más modesta (9,2% del total de ocupados de los sectores citados), aunque casi se ha duplicado en ocho años. La cuenta no incluye los puestos indirectos.

Exportación e inversión. Las compañías de capital extranjero hacen el 42,7% de las exportaciones asturianas y el 27% de las inversiones en activos materiales, partida que deja fuera el gasto en I+D+i que se realiza en la región, donde varias multinacionales (Arcelor-Mittal, Thyssenkrupp o Saint Gobain) disponen de centros propios investigación con proyección global.

La envergadura de la presencia de capital internacional en el tejido productivo puede interpretarse como un indicador de competitividad y confianza en el territorio y también de homologación al comportamiento de economías regionales semejantes. Asturias no es diferente en esto y comparte con muchos otros los pros y los contras de la forma de hacer negocios de las grandes corporaciones en los países desarrollados. Entre las ventajas, la calidad del empleo (con frecuencia mayor que en otras compañías), la conexión a los mercados y estructuras de producción globales ("cadenas globales de valor"), la capacidad tractora de las multinacionales para favorecer el desarrollo de empresas locales o su potencia inversora. Entre las desventajas, la exposición al riesgo de deslocalizaciones y las dinámicas de competencia interna que determinan los repartos de mercados e inversiones entre plantas e imponen un esfuerzo constante para mejorar la productividad y reducir costes. Son decisiones que se toman a miles de kilómetros de Asturias y en las que la capacidad de influencia de las instituciones de una región o de un país es extraordinariamente limitada.

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