Maite Sánchez es técnico en el control de calidad de la planta de Alcoa. Su marido, Juan Ramón Méndez, operario en electrolisis. Él llegó a Avilés hace años procedente de San Ciprián, la única planta que Alcoa pretende mantener, en pleno plan de relevo generacional. "Los dos trabajamos aquí. Tenemos una niña de 2 años (Alba). Imagínate cómo estamos, superpreocupados. Nos quedamos los dos en la calle", explica Sánchez.