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"Tres años de cárcel son una eternidad", dijo el padre de Rodrigo Rato tres décadas después de su condena

Ramón Rato negoció desde la celda la venta de sus bancos a Ruiz-Mateos, estudió asturiano y se hacía servir la comida por un restaurante

"Tres años de cárcel son una eternidad", dijo en 1989 Ramón Rato Rodríguez San Pedro, padre de Rodrigo Rato Figaredo, treinta años después de haber abandonado la prisión en la que fue recluido por delitos monetarios. El menor de sus hijos, que tenía 17 años cuando su progenitor fue encarcelado, entró ayer en la cárcel de Soto del Real (Madrid) para cumplir cuatro y años y medio de privación de libertad.

El banquero Ramón Rato, que ingresó en noviembre de 1966 en la sexta galería de la cárcel de Carabanchel, donde permaneció hasta su posterior traslado a la prisión de Almería, no fue autorizado a abandonar la cárcel ni para asistir, dos semanas después, a la boda de su hijo primogénito, Ramón, quien poco después también cumplió seis meses de reclusión por la misma causa.

Rodrigo Rato dijo anteayer que va a intentar aprovechar el tiempo. Su padre dedicó la estancia carcelaria (1966-1969) a estudiar y reelaborar el diccionario de bable escrito por su abuelo, recibió las visitas frecuentes de su sobrino Antonio Rato Rodríguez de Moldes (abogado laboralista afín al Partido Comunista de España y letrado de dirigentes obreros), negoció la venta de sus bancos (Siero y Murciano) a José María Ruiz-Mateos -a quien logró sacarle mucho más dinero del pactado- y, una vez en la penitenciaría de Almería, comía en su celda a la carta las viandas que le servía un restaurante local de postín. En 1971, en una carta dirigida al ministro de Hacienda, el viejo Rato le reprochó "la destrucción de mi vida por tres años de presidio".

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