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El asturiano que tiene el encargo de liquidar su propia fábrica

Bartolomé, considerado en su día el mejor gestor de Alcoa en Avilés, pilota el cierre como presidente en España

Bartolomé, ante la fábrica de San Ciprián, en Lugo.

El asturiano que dirigió la factoría avilesina de Alcoa cuando la planta alcanzó los mejores resultados es ahora el encargado de cerrarla. El ingeniero industrial Rubén Bartolomé (Campo de Caso, 1963) es el máximo responsable de las plantas españolas. A sus 55 años, está a punto de cumplir 30 en la multinacional con sede en Pittsburgh. Más de media vida. Bartolomé asumió la presidencia de Alcoa España en el verano de 2015, pocos meses después de que la multinacional amagase con el cierre aquel negro 2014. Ahora está a un paso de colgar el cartel de "se cierra" en la fábrica en la que empezó su carrera aluminera y que dirigió entre 2005 y 2008. "Es bueno que sea un español quien esté al frente de la presidencia, y más aún que sea un asturiano conocedor de las factorías, si bien es cierto que la estrategia de la multinacional no tiene que ver con nombres y apellidos", dijo tras el nombramiento el entonces presidente del comité de empresa de Avilés, José Manuel Gómez de la Uz. Presagio cumplido. Pittsburg le ha empaquetado al asturiano la deslocalización de Alcoa en su tierra.

Ingeniero industrial por la Universidad de Oviedo y Máster en Administración de Empresas de Eurofórum, casado y con tres hijos, Bartolomé ingresó en la multinacional estadounidense Alcoa en 1989 como ingeniero de procesos en la planta de Avilés, donde fue asumiendo de forma progresiva nuevas responsabilidades en las áreas de mantenimiento y salud y seguridad laboral y medio ambiente. En 2005 fue nombrado director, en un momento crucial para la factoría. La multinacional tenía entonces entre manos una inversión de 46 millones de euros para adaptar las instalaciones a las nuevas exigencias medioambientales y tecnológicas. Bajo su timón la factoría alcanzó récords históricos tanto de producción como de resultados financieros y se instaló una nueva tecnología en las series de electrolisis que la multinacional anunció a bombo y platillo como "puntera". Eso ocurrió en 2005, hace 13 años, en una fábrica que ahora la compañía tacha de obsoleta. Lo que se hizo en concreto fue una modernización del picado de las cubas en las que se produce el aluminio. Se tradujo en un proceso más controlado, con una mayor estabilidad en las cubas y sin emisión de gases de efecto de invernadero.

A San Ciprián, "la joya de la corona de Alcoa en España", se trasladó como director de la planta de alúmina hace una década, en 2008. La factoría lucense se situó bajo su mando entre las cinco mejores de Alcoa en todo el mundo. Tres años después pasó a dirigir la dirección del complejo industrial de alúmina y aluminio, unos tiempos en los que la planta pasó a obtener los mejores resultados de la compañía en España. Todo lo que tocaba, florecía, y la multinacional le confió en 2015 la presidencia de la multinacional en el país, después de tres años como director de las cuatro plantas de la multinacional en España (las dos de San Ciprián y las de Avilés y La Coruña).

Dicen de él que es una persona técnica y reflexiva, que valora por encima de todo a "las personas y la rentabilidad del negocio", que es un hombre franco, sencillo en el trato y nada arrogante. Y que en sus relaciones con los comités de empresas busca el diálogo y el acuerdo. Ahora tiene el encargo que se presume el más complicada de su carrera. Cerrar su propia fábrica.

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