Entre la marea amarilla que tomó ayer las calles de Avilés destacaba un pequeño reducto que vestía de naranja. Eran los trabajadores de la planta de Alcoa en La Coruña sobre quienes pende también la amenaza de cierre. "Hay que parar esto porque detrás de nosotros van a caer muchas más", afirma Felipe Casal, empleado de la factoría gallega. La plantilla se niega a caer en el desánimo. "Estamos convencidos de que lo vamos a lograr, vamos a conseguir que Alcoa dé marcha atrás", agrega otro de los trabajadores, Diego Chans.

El grupo destaca, además de por sus camisetas naranjas, llamativas incluso en la noche avilesina, por su juventud. No pasan de los 35 años. "Hubo una renovación de la plantilla importante, llegó mucha gente joven a la empresa", explica Felipe Casal. Entrando más en harina, Chans agrega: "Lo que queremos es que se paralice el expediente de regulación de empleo y a partir de ahí negociaremos lo que haya que negociar".

Los trabajadores gallegos, de los más ruidosos durante la manifestación avilesina, están convencidos de que su fábrica tiene futuro. "Nosotros no tenemos ningún problema en trabajar; estamos convencidos de que la factoría es viable", asegura Julio Díaz, también empleado de Alcoa en La Coruña.

Entre el ruido de los petardos que no dan descanso, Pablo Bellón, otro trabajador de la misma factoría, asegura: "La gente está triste, nerviosa, con una gran incertidumbre y con ganas de que esto de un paso adelante ya de una vez". A lo que Chans agrega: "Están muy bien los apoyos políticos, pero de eso no se come".