"La industria del aluminio está yendo de nuevo muy bien en EE UU", acaba de decir el presidente norteamericano, Donald Trump. "No queremos que nuestros empleos y nuestras fábricas se vayan" del país, agregó.

Es en este contexto de fuerte nacionalismo económico en la mayor potencia del planeta en el que la multinacional estadounidense del aluminio Alcoa anunció la decisión de cerrar dos de tres plantas que tiene en España (cinco en Europa).

El proteccionismo de Trump y su guerra arancelaria perjudicó meses atrás a Alcoa porque, tras denunciar EE UU el Tratado de Libre Comercio (TLC), las tres fundiciones de aluminio primario de Alcoa en Canadá (de las que la empresa cubre el 28% de sus necesidades en EE UU) se vieron penalizadas en junio con el gravamen del 10% que la Casa Blanca impuso a todas las importaciones de aluminio extranjero, lo que empeoró los resultados de Alcoa. Pero EE UU, México y Canadá han alcanzado un acuerdo para establecer un nuevo tratado de libre intercambio, mientras que el proteccionismo persiste para terceros países.

El proteccionismo importa inflación y exporta deflación. Desde abril (semanas después de la entrada en vigor del arancel estadounidense, aplazado hasta junio en el caso de la UE, México y Canadá) la cotización internacional del aluminio cayó el 23,5%, mientras que la alúmina y la electricidad (dos materias primas básicas para producir aluminio primario) se han encarecido.

El aluminio internacional que no logra competir en precio en el mercado de EE UU por la tasa que lo penaliza busca otros mercados hacia los que pueda dirigirse sin sufrir esos gravámenes. Y China sigue exportando de forma masiva: en octubre redujo sus expediciones de aluminio al exterior en el 3,6% respecto a septiembre pero, aún así, fueron el 37,7% más elevadas que en octubre de 2017. Y Trump ha amenazado a China con aranceles mucho más agresivos a partir del 1 de enero.