El 8-N quedará marcado a fuego en el corazón de los trabajadores de Alcoa y de sus familias. La marea amarilla que paralizó Avilés al grito de "Alcoa no se cierra" superó las expectativas más optimistas y dejó pequeña la también histórica manifestación de hace cuatro años, cuando cerca de 30.000 personas se echaron a la calle. "Vamos a necesitar otra vida más para agradecer a toda la gente tanto apoyo. Siento mucha satisfacción de ser avilesino, asturiano y obrero. Se te pone la piel de gallina al ver hoy aquí a los paisanos que te encuentras por la calle", señaló Antonio López, trabajador de Alcoa. "Se siente mucha emoción por ver que la gente está con nosotros. Esto nos desborda, ya no sabemos cómo dar las gracias", añadió su compañero Alberto Grijalbo.

El comité de empresa de Avilés abrió la manifestación. "Hay que romper Avilés", gritó su presidente, José Manuel Gómez de la Uz, tras la pancarta. Y Avilés se rompió. "Esto es espectacular, la gente está volcada con nosotros. No nos esperábamos tanta gente", señaló Alberto Castrilllo, flanqueado por su hijo juan y su mujer Cristina Marinas.

"La sociedad se echa a la calle porque sabe que está en juego el futuro de Avilés. Si se va una gran empresa como esta, no nos afectará solo a nosotros, sino a miles de personas. Las grandes superficies ya notan menos consumo. Afectará hasta a las papelerías. Alcoa compra miles de lápices, de cartuchos de tinta para las impresoras. Está en juego el pan de miles de trabajadores", apuntó Onofre Benito, trabajador de Alcoa desde hace diez años.

"Es increíble el apoyo masivo de la gente, tanto de Avilés como de toda Asturias. Ahora esperamos que nos llegue de Madrid alguna buena noticia de esas reuniones para pensar en seguir luchando y trabajando", señaló un emocionado Moisés Quintana, uno de los veteranos de la aluminera. Su compañero Juan Ramón Méndez, añadió: "Es impresionante, está aquí toda la comarca, Asturianas entera. La gente siente la fábrica como si fuera suya".

De Alcoa dependen más de 430 hogares, entre empleados directos de la multinacional y subcontratas. "Nuestro contrato depende directamente de Alcoa. En nuestra empresa también nos vemos en la calle", señaló Francisco Bouha, trabajador de Imasa. "Haremos lo que haga falta por luchar por nuestros puestos de trabajo", añadió su compañero de tajo Benjamín Castro. Familias enteras vistieron las ya famosas camisetas amarillas con el lema "Alcoa no se cierra" y se emocionaron con la respuesta de la ciudadanía a la convocatoria. Hubo lágrimas. Y también ovaciones, como las que acompañaron a los hijos de los trabajadores, que portaron una pancarta con el lema: "Por nuestro futuro". "No hay palabras. Nada más salir de la sindical ya empecé a llorar al vernos a todos con las camisetas amarillas y a la gente aplaudiendo", decía una emocionada Ana Belén Sánchez ya concluida una manifestación que ha hecho historia.