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Golpe a la industria asturiana

El refugio de los trabajadores de Alcoa

Los hosteleros de San Balandrán viven principalmente de los obreros de la fábrica y comparten miedos con ellos ante el cierre: "La moral va bajando"

Por la izquierda, Juan Cayuela, Pablo Masa y Manolo Suárez, en uno de los chigres de San Balandrán. MIKI LÓPEZ

La vida de José Ramón Núñez está forjada en aluminio. "Yo nací en Endasa, toda la vida viví de Alcoa", explica el hostelero que gestiona uno de los chigres de San Balandrán donde muchos trabajadores de Alcoa acuden a diario. Su padre fue productor en la entonces empresa pública del aluminio, de donde salió toda la vida el sustento familiar. Desde hace 33 años regenta el bar que abrió a mediados de los 50 del pasado siglo, en plena explosión industrial, junto a la ensenada de Llodero. La caja depende de lo que deja Alcoa. Igual que la de su vecino Antonio González, también con negocio en San Balandrán. "La mayoría de los clientes son trabajadores de la fábrica, camioneros, de las auxiliares?", explica el segundo.

"Lo que está pasando en Alcoa nos afecta y mucho. Aquí paran unos cuantos (trabajadores), sobre todo los que viven en la zona, también los de montajes. Mucha gente se va a ver afectada si cierra, y bien. Es mucho el movimiento que genera la fábrica a su alrededor", incide Núñez. Habituales del chigre de Núñez son también los jubilados de la fábrica, vecinos del poblado de Endasa. "Ponme un Ribeiro", bromeaba ayer a la hora del vermú Juan Cayuela, acompañado por Pablo Masa y Manolo Suárez. "Así vivimos los jubilados de Endasa. Mira ahora como está Alcoa. Se siente tristeza viendo lo que era la fábrica y lo que es", añade Cayuela vaso en mano. "Los años más felices de mi vida los pasé en esa fábrica", apostilla Masa, de 75 años y prejubilado desde los 60.

A los chigres de José Ramón Núñez y Antonio González van a diario los trabajadores de Alcoa. A tomar el café mañanero. Al pincho. A entrar en calor tras las concentraciones ante la fábrica. "La moral va bajando. Normal. Solución no ven ninguna", explica Antonio. "Los hay más pesimistas que otros. Tienen mucho miedo. La plantilla es muy joven. La mayoría ve como última esperanza que continúe la actividad, pero sin Alcoa", apunta José Ramón. Sus negocios también tiemblan con el cierre anunciado del gigante aluminero.

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