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La asturiana que abre murallas en China

La abogada gijonesa Yolanda González trabaja facilitando el comercio entre el país oriental y el resto del mundo: "Los chinos son desconfiados"

Yolanda González. JUAN PLAZA

En la ciudad china de Changsha, ubicada geográficamente al sur del país, habitan seis españoles, entre ellos una asturiana. Más en concreto, una gijonesa, abogada de formación, de nombre Yolanda González y que desde hace unos cuatro años se dedica a hacer de puente entre las compañías que tienen interés en hacer negocio en el gigante asiático y entre las todopoderosas empresas chinas que buscan dar el salto al exterior.

- ¿Tanto dinero hay en China?

-Sí. Ahora están en crisis. Pero hay inversores, aunque son muy desconfiados, muy rurales y hay que darles mucha seguridad. Luego hay muchos que se lo piensan y se lo repiensan y luego nada, y otros que solo quieren invertir en países como Estados Unidos, Canadá, Reino Unido o Australia.

González se ha convertido en toda una especialista en romper esas barreras y en tender lazos, a veces complicados, entre Oriente y Occidente, dos mundos que muchas veces viven de espaldas. La gijonesa tiene una oficina en Changsha, que, aunque a muchos le pueda sonar a chino, tiene más de siete millones de habitantes (siete veces más que Asturias) y está en la provincia (Hunan) en la que nació Mao Tse-Tung, además cuenta con otro despacho en Gijón, a muchos miles de kilómetros de distancia la una del otro.

El carácter de los chinos a la hora de negociar es bastante peculiar, asegura González. "Si pueden te van a engañar", alerta. También son particulares las leyes chinas. Alguien que quiera montar allí un negocio o simplemente establecer una alianza comercial con una compañía local puede acabar enterrado en una montaña de burocracia o perdido en un mar infinito de traductores.

La oportunidad de trabajar en China le llegó a esta gijonesa casi del mismo modo con el que hay que plantearse hacer negocios en el país: a base de paciencia y de viajar por aquel extensísimo territorio. Lo que realmente le llamaba a González era la carrera diplomática, pero, tras seis años en Barcelona dedicándose en cuerpo y alma a estudiar para opositar, no logró pasar las pruebas y desistió. "En aquella época no tenía plan B porque aquello era lo único que quería", apunta, "y me quedé en plan de ¿y ahora qué hago?". Acabó encontrando trabajo en una empresa farmacéutica y comenzó a estudiar chino en las pocas academias que había entonces. Y aprovechando un ERE de la farmacéutica, ni corta ni perezosa, se fue para China.

Lo primero que pisó al llegar fue Shangai, pero pronto comenzó a moverse por casi todo el país. Descubrió un territorio repleto de personas "amables" y "seguro", describe. Era 2005 y aún le quedaban un par de años para abrir sus propio negocio por allí. En aquellos primeros viajes sacó como lección que la "hospitalidad china es muy buena", pero una vez instalada descubrió que "es mejor ir de visita que vivir allí".

La primera oficina española la tuvo en Barcelona (ahora la ha trasladado a Gijón), el lugar en el que había estado estudiando para Hispano-Assian Bussines Assitent, aunque así, de primeras, no comenzó asesorando a empresas. Su tarea inicial consistió en asesorar a chinos que se venían a trabajar a Europa o a estudiar. "Era más una oficina de extranjería", señala. Y todo porque el papeleo que necesitaban ese tipo de trámites era enorme.

Poco a poco y con la paciencia que requiere aquel país comenzó a hacer contactos y acabó como directora general de la compañía de origen malasio Changsha Lulian Bussines Consultants, dedicada a la búsqueda de talentos y al intercambio de estudiantes.

Montó su empresa en plena crisis, pero tampoco lo notó demasiado. El interés por un mercado como China es mayúsculo. Entre sus primeros trabajos, algunos curioros, como preparar el contrato válido para China a un grupo de guitarristas de un tablao flamenco que querían tocar por aquellas tierras, y haber mediado en un arbitraje de una empresa catalana que tenía un cliente chino que dejó de pagarle. "Se llegó a un acuerdo", dice aliviada.

Ahora está asesorando a un catalán que ha constituido una empresa que es china a todos los efectos y que fabrica embutidos con recetas españolas. "Ellos quieren vender por allí", señala. También esta en negociaciones con un emprendedor americano que ha creado un producto antiviolación y que anda a la busca de inversores chinos.

Son estos, afirma, los temas en los que quiere centrarse a partir de ahora: aquellos relacionados con la salud y con el medio ambiente, donde ve unas grandes posibilidades de alianza entre China y el resto del mundo. Otra muralla a derribar.

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