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Nuevas amenazas para la industria regional al entrar en recesión el sector europeo

La FADE prevé otro año de crecimiento del PIB, pero alerta sobre los riesgos de la política energética del Gobierno

Polígono industrial de Olloniego. LUISMA MURIAS

Las más recientes estimaciones sobre el comportamiento de las economías regionales en 2018, firmadas por los analistas de la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (Airef), atribuyen a Asturias una expansión del producto interior bruto (PIB) del 2,5%, resultado alineado con la media nacional y que, de confirmarse, certificaría cosas como las siguientes: el crecimiento se ha desacelerado, al igual que en el resto de comunidades, dejando atrás los episodios de mayor expansión del ciclo (para Asturias, el año 2017, con una progresión del 3,8%); también se constata, como en el caso de España, que el Principado conserva un dinamismo superior en siete décimas al promedio de la zona euro (1,8%) en términos de PIB.

¿Cómo será 2019? La Federación Asturiana de Empresarios (FADE) responde así en un informe conocido estos días: "Las expectativas para la economía asturiana siguen siendo moderadamente optimistas, pero están sujetas a una notable incertidumbre". Las dudas atañen sobre todo a la industria por razones domésticas ("la incertidumbre vinculada a cuestiones tan trascendentales como el modelo de transición energética", expresa la FADE) y por los riesgos que para el sector fabril trae la ralentización económica global y en particular la de Europa.

Los institutos de predicción económica reflejan que, pese a los episodios de adversidad -en particular, la crisis de Alcoa-, la industria asturiana tuvo un comportamiento positivo en 2018. El grupo Hispalink ha estimado que el PIB industrial creció el 3,4% y el índice de producción que elabora la Sociedad Asturiana de Estudios Económicos e Industriales (SADEI) retrata un aumento medio del 2%, superior al de 2017, generalizado en los distintos subsectores y particularmente vigoroso en las actividades del metal. Ese mismo índice sugiere que en el último tramo del año la producción declinó (-1,5% interanual en noviembre y -4.4% en diciembre), si bien ese resultado obedece principalmente a una caída en la generación de electricidad por razones coyunturales (las térmicas de carbón funcionaron menos por la alta actividad hidroeléctrica).

"La desaceleración del crecimiento regional (...) refleja por una parte el agotamiento del impulso que venían suponiendo las políticas monetarias expansivas o los precios moderados de las materias primas, pero también el incremento de riesgos globales vinculados a diversas tensiones comerciales y geopolíticas", expone el servicio de estudios de FADE en su informe. En ese entorno de mayor dificultad en los mercados exteriores, algunas empresas asturianas han entrado en 2019 con ajustes de actividad. Arcelor ha programado paradas en la fabricación de acero para automóviles y de envases para el sector alimentario. Y Saint-Gobain frenará la producción de parabrisas.

El telón de fondo es la ralentización de Europa, principal cliente exterior de la industria asturiana, altamente especializada en bienes intermedios (consumidos por otras industrias en sus procesos) y en bienes de equipo, a menudo destinados también a clientes fabriles. Los indicadores disponibles apuntan a que la industria de la UE pudo entrar en recesión a fines de 2018 al encadenar dos trimestres consecutivos de decrecimiento, en especial debido a la caída de actividad en Alemania, coloso exportador damnificado por las tensiones proteccionistas y por el deterioro de las expectativas globales. Los últimos datos oficiales han confirmado que el sector manufacturero español acabó 2018 técnicamente en fase recesiva (el PIB del sector se redujo el 0,3% trimestral durante el verano y el 0,4% a final de año).

El panorama descrito augura problemas de demanda para fabricaciones básicas de Asturias destinadas a clientes industriales nacionales y europeos, cuando además hay más problemas en esos y otros mercados por las tensiones proteccionistas y, en algunos sectores como la siderurgia, por el exceso de capacidad global de fabricación, que aviva la competencia, deprime los precios, erosiona los márgenes empresariales y socava con ello la capacidad de inversión. En un contexto así, como ha remarcado últimamente el presidente de la patronal Femetal y vicepresidente de la FADE, Guillermo Ulacia, los sobrecostes asociados al proceso de transición energética -encarecimiento de la electricidad y de los derechos para emitir CO2 - añaden obstáculos para que la Asturias fabril pueda tirar de la economía regional en 2019 como hizo en 2017 y 2018.

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