"Necesitamos sensatez en la clase política, a nivel europeo y nacional, para adecuar las exigencias ambientales al desarrollo tecnológico", enfatizó ayer Esther Alonso, directora de Energía, Cambio Climático y Medio Ambiente de Arcelor-Mittal para España. En el contexto de una jornada técnica celebrada en Oviedo, Alonso fijó así la posición de la multinacional siderúrgica sobre el proceso de descarbonización de la economía que se impulsa desde la UE y alertó del riesgo de deslocalizaciones si se obliga a los productores europeos de acero a asumir sobrecostes que les debilitarán frente a competidores foráneos. "Necesitamos que las reglas de juego sean globales", afirmó.

Esther Alonso intervino, junto a directivos de otras empresas y a representantes institucionales, en un encuentro sobre "modelos energéticos sostenibles" organizado por la Escuela de Ingeniería de Minas, Energía y Materiales; el Colegio Oficial de Ingenieros de Minas del Noroeste y la Fundación Asturiana de la Energía. La directiva de Arcelor vino a decir que la capacidad de competir de la siderurgia europea está muy comprometida por tres factores que deprimen sus márgenes de negocio: las guerras comerciales, que están desplazando hacia el mercado de la UE a productores afectados por los aranceles de EE UU a las importaciones de acero; la presión de la regulación ambiental, en particular por los costes de emitir CO2, y el precio de la energía, particularmente alto en el caso de España.

Ese entorno ya ha tenido consecuencias en el reparto del mercado. Durante el último lustro, explicó Esther Alonso, el saldo entre las exportaciones y las importaciones de acero de la UE se ha deteriorado, hasta presenta un déficit de 17 millones de toneladas, "equivalentes al 10% de la producción europea". ¿Qué impactos añadirá el proceso de descarbonización que están diseñando la UE y cada uno de los países miembros? "La reducción de los derechos gratuitos para emitir CO2 a partir de 2020 -y con ello la obligación de adquirirlos en el llamado mercado de carbono- supondrá para una instalación siderúrgica integral sobrecostes por valor de más de 100 millones de euros al año (75 por las emisiones específicas de la instalación y unos 30 por emisiones indirectas asociadas al consumo eléctrico).

"El 65% de las importaciones europeas de acero vienen de países como Turquía, Rusia, Corea, India y China, lugares donde es conocido que no tienen los condicionantes ambientales que se nos exigen en Europa", añadió Esther Alonso. "Supone una amenaza que podría conducir a la deslocalización de la producción en cabecera", pronosticó en referencia a los hornos altos, las instalaciones que están más directamente afectadas por las políticas de descarbonización.

El acero se fabrica en hornos altos como los de Veriña (Gijón) con mineral de hierro y carbón. "¿Es posible descarbonizar la fabricación?", preguntó retóricamente la representante de Arcelor ante un público formado en buena medida por ingenieros. "Hoy por hoy, no. Si queremos acero, hay CO2", respondió. Pese a "las ingentes inversiones" en investigación y desarrollo que, según Esther Alonso, se están desarrollando en Europa, aún está muy lejos el momento en que existirá una tecnología competitiva en costes que permita eliminar las emisiones de dióxido de carbono, gas causante del cambio climático. E hizo el siguiente vaticinio: si la regulación ambiental europea no va acompasada con los avances tecnológicos, "se puede provocar la deslocalización de la cabecera industrial sin además conseguir que se reduzcan las emisones". Europa perdería la industria y el empleo, y el acero y el CO2 seguiría fabricándose en otro lugar.