La multinacional energética portuguesa EDP, dueña en España de la antigua compañía asturiana Hidroeléctrica del Cantábrico (HC), prescindirá del carbón como energía primaria en sus plantas de generación en el horizonte máximo de 2030 (lo que afectará a las instalaciones asturianas de Soto de Ribera y Aboño, para las que se pretenden buscar nuevas opciones) y, salvo nuevos usos en estas plantas, concentrará en los ciclos combinados de gas natural (dos grupos en Soto de Ribera, en Asturias, y otros dos en Castejón, en Navarra, en el caso español) la totalidad de la generación de origen térmico, que se reducirá en ese plazo en el 47%. Así lo recoge el plan estratégico de la compañía lusa para el periodo 2019-2022, presentado ayer en Londres, y en el que se prevé que el 75% de las nuevas inversiones de EDP para el próximo cuatrienio (12.000 millones de euros) se concentre en las fuentes energéticas renovables. La empresa pretende ingresar en el periodo unos 6.000 millones con la venta de activos, fundamentalmente en Portugal.

EDP España (la antigua Hidrocantábrico) no quedará al margen del proceso de descarbonización en la que están incursas tanto la economía europea como la española. Su sociedad matriz, la portuguesa EDP, anunció ayer la renuncia a sus plantas de carbón en 2030 como fecha límite, aunque durante la ejecución del actual plan (hasta 2022) la reducción será muy leve. De la capacidad de producción de origen térmico actual que tiene la multinacional en España, Portugal y -con mucha menos relevancia- en Brasil, y que suma 7 gigawatios, el 45% procede de carbón, el 53%, de ciclos combinados, y el 2% de otras fuentes. Para 2022 se prevé que la capacidad térmica caiga el 4,28%, hasta los 6,7 gigavatios, con una participación del carbón menguante, hasta el 42% (tres puntos menos) y el avance de 3 puntos (hasta el 56%) del gas. Ocho años después, en 2030, la aportación del carbón será inexistente, según la planificación de la compañía, y la energía de procedencia térmica se reducirá hasta los 3,7 gigavatios (el 57% inferior a la actual), toda ella suministrada por los ciclos combinados, con una vida residual estimada de otros 28 años y que EDP considera "esenciales para las próximas décadas".

Pese a esta planificación, la compañía afirmó ayer que las plantas térmicas clásicas seguirán activas mientras sean "competitivas" y que para ello se analizarán "opciones" que permitan su continuidad sin la quema de carbón. El grupo 1 de Aboño, que tiene su futuro comprometido porque es el único que no ha recibido inversiones para desulfuración y desnitrifcación, quema gases siderúrgicos de Arcelor y el grupo 2, el más moderno y dotado de medidas anticontaminantes, hace los arranques con gas natural, al igual que Soto. La biomasa es otra opción que se baraja. Tanto en el grupo 2 de Aboño como en el 3 de Soto de Ribera (los grupos 1 y 2 fueron clausurados en 2007 y 2016) la compañía realizó inversiones por un monto de 200 millones para que continuasen produciendo más allá de 2020.

EDP pretende que las fuentes renovables, que ahora aportan el 66% de su producción energética, representen más del 70% en 2022 y por encima del 90% en 2030.

EDP, líder en su país y cuarto grupo en España, tuvo el año pasado un beneficio neto e 519 millones, el 53% menos que en 2017, lo que la compañía atribuyó al impacto negativo de medidas regulatorias aprobadas por las autoridades de Portugal. EDP está pendiente de una oferta pública de adquisición (opa) formulada por su mayor accionista, el grupo chino CGT. El segundo accionista es la alianza asturiana Oppidum, liderada por Masaveu y participada por Liberbank.