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Muere Jack Welch, el presidente de General Electric que dijo no a Asturias

El poderoso directivo estadounidense descartó el Principado en 1988 para su planta química en España y optó por Murcia tras visitar ambas regiones

Jack Welch. REUTERS

Jack Welch, uno de los directivos más poderosos e influyentes del capitalismo estadounidense del último tercio del siglo XX y que convirtió a General Electric en la multinacional más valiosa de su país en Bolsa tras veinte años al frente de sus destinos, falleció a los 84 años, tras diecinueve de su jubilación, sin que en este tiempo Asturias haya olvidado una de sus decisiones más personales: cuando descartó al Principado como emplazamiento de su gran factoría petroquímica de España en 1988 y optó por construirla en Cartagena (Murcia) tras estudiar los dos territorios y después de haber visitado ambas regiones.

Doce años después, en 2000, Welch aún tuvo una última oportunidad para reencontrase con Asturias pero la operación tampoco prosperó. En plena orfandad accionarial de Duro Felguera, y con la compañía asturiana sometida a virulentos ataques de varios fondos de inversión muy críticos con la evolución de la sociedad -y en particular con la de su cotización en Bolsa-, responsables de la multinacional estadounidense y la dirección de Duro, bajo la presidencia entonces de Ramón Colao Caicoya, mantuvieron conversaciones durante varios meses para sopesar una posible operación corporativa. Las negociaciones decayeron porque Duro pretendía que General Electric entrase en el accionariado de su compañía matriz para contar con un socio de referencia pero el interés del grupo que dirigía Welch se limitaba a desembarcar en la filial Mompresa.

Jack Welch (Massachusetts, 1935), hijo de un maquinista de tren y de una ama de casa, ambos de ascendencia irlandesa, comenzó a trabajar en el gigante industrial General Electric en 1960 tras haber estudiado ingeniería química. Su trayectoria fue muy rápida: en 1972 era director de negocio; en 1980, consejero delegado, y en 1981 se convirtió en el octavo presidente de una corporación con origen en la antigua Edison Electric Light Company, de 1878, y que 103 años después fabricaba motores de aviación, centrales nucleares, frigoríficos y pequeños electrodomésticos, turbinas, bombas para el Pentágono, rayos X, resonancias magnéticas, productos químicos diversos y un amplio espectro de otros bienes, además de desarrollar una importante actividad financiera con la concesión de préstamos e hipotecas.

Welch, que llevó General Electric a una reordenación de sus negocios y la convirtió en la primera compañía de EE UU y en la octava del mundo, decidió situar en España un complejo fabril para la fabricación de siliconas y polímeros en 1988. Esto fue dos años después de la incorporación de España a la entonces Comunidad Económica Europea, que abrió el país a un mercado continental gigantesco. La inversión inicial (200.000 millones de pesetas, equivalentes a 3.007 millones de euros actuales), se duplicó antes de un año (en mayo de 1989) y experimentó posteriores ampliaciones en fases sucesivas

El Gobierno socialista de Felipe González, que afrontaba en Asturias un grave problema de reestructuración fabril en sus sectores básicos y de contundentes planes de prejubilación de trabajadores, intentó orientar la inversión hacia el Principado. Como ingeniero químico y experto en la división de plásticos, Welch se implicó en la decisión y viajó a España. A bordo del avión corporativo (un "Gulfstream Aerospace 62"), el presidente mundial de General Electric voló a Asturias el 2 de octubre de 1988. La fecha fue consensuada entre el Ministerio de Industria y el Principado porque los parques meteorológicos aseguraban para ese día una jornada luminosa, a diferencia de los pronósticos menos favorables para la víspera, la jornada en la que Welch fue recibido en Cartagena.

En Asturias, el dirigente empresarial se reunió con las autoridades regionales, los técnicos del IFR (actual Idepa) y comió en el parador nacional Molino Viejo, de Gijón, con un elenco de empresarios y financieros de la comunidad. Sus allegados dijeron que el dirigente empresarial quedó seducido por la fisonomía de una tierra que le rememoró la verde Irlanda de sus ancestros. Pero, como alertó a sus anfitriones, recurriendo a una de las frases más habituales en su retórica empresarial, "las decisiones no se toman con el corazón sino con las tripas". Welch buscaba en España el Sur y el Mediterráneo, y en Asturias se encontró el Norte y el Atlántico. Frente al valle bucólico de Tamón, Welch se inclinó por el erial yermo de Escombreras. También mediaron informes socio-laborales, análisis de excesiva cultura industrial y obrera en Asturias, y la influencia de la petrolera Repsol, interesada en el asentamiento de General Electric en Escombreras como cliente de su refinería.

El descarte de Asturias generó frustración en una región que vivía un periodo de gran pesimismo. La decepción se vio compensada trece meses después, en noviembre de 1989, cuando la multinacional química estadounidense Du Pont, tras intensas negociaciones con el Ministerio de Industria y el Principado, anunció que levantaría un complejo fabril y de servicios en el mismo valle que descartó Welch.

Cuando Welch se jubiló, en 2001, General Electric valía en Bolsa 410.000 millones de dólares. Hoy su valor es de 95.000 millones.

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