El negocio de Mariano Muñiz, una pastelería en el centro de Gijón (confitería Luján), está en una especie de limbo de confusión. Es un negocio de alimentación, pero no de los considerados de primera necesidad. Así que ante esa tesitura, ¿qué hacer? Muñiz optó por cerrar sus puertas desde que se publicó el decreto del Gobierno en el que recogía el listado de actividades que podían abrir y cuáles no. La suya estaba entre dos aguas. "Decidimos que debíamos cerrar porque no nos consideramos un producto de primera necesidad", señala Muñiz, que regenta el negocio junto a su mujer, Rosi Gozo. Es más, explica que "a algún compañero que siguió abierto unos días, la Policía le cerró el local porque le decía que tenía que estar cerrado".

Aun así, otros, dice, decidieron abrir en Semana Santa, una de las fechas del año en las que las pastelerías más venden, pero, agrega Muñiz, "también les cerraron". "Eso sí, el Principado nos niega cualquier tipo de ayuda porque pertenecemos al sector de la alimentación y entiende que podríamos tener abierto", denuncia el confitero. Muñiz no se arriesga y solo ha atendido algún que otro encargo puntual de clientes de confianza.

La ayuda de 400 euros que el Principado concede a los autónomos le ha sido denegada a este autónomo, pero explica: "Estamos viendo si a través de la asesoría podemos tener alguna ayuda ligada a la caída de la facturación". El desplome fue mayúsculo. Brutal. Eso sí, subraya que los gastos del obrador "siguen como casi siempre". De hecho, señala que la factura de la luz fue prácticamente la misma que cuando trabaja de forma "normal". Y a ella hay que sumar el resto de los recibos. Que no son pocos.

Ahora, con la desescalada ya en marcha, Muñiz piensa en reabrir las puertas de su local en breve para volver a atender a los clientes, que poco a poco van pudiendo abandonar el encierro y volver a las calles, a caminar, hacer ejercicio y también a consumir. "Estamos empezando todos a trabajar, veremos qué pasa", señala. La Pascua la dan -más o menos- por perdida, pero Muñiz tiene la esperanza de poder recuperar el dinero que habían invertido los profesionales de este sector en chocolate para elaborar las figuritas propias de la Semana Santa y que este año, por culpa del coronavirus, quedaron sin materializarse. "Habíamos gastado dinero en chocolate, en muñecos, en decoración...", añade. Ahora queda la esperanza de que la campaña de verano sea todo lo dulce que se pueda para que no todo quede perdido.