El objetivo de la cumbre de jefes de Estado y de Gobierno de la UE que se celebra el viernes y el sábado en Bruselas, la primera reunión presencial desde el estallido de la pandemia de covid-19, es cerrar un gran pacto europeo sobre el fondo de recuperación (750.000 millones) y el nuevo presupuesto 2021-2027 (de algo más de 1 billón), un paquete financiero global de 1,8 billones de euros. Una tarea que afrontan con entusiasmo pero también con divergencias profundas. "Tenemos una negociación muy difícil. Sé que va a ser difícil porque no es solo cuestión de dinero, sino también personas, el futuro europeo y la unidad. Estoy convencido de que con valentía política será posible llegar a un acuerdo", ha dicho el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, a su llegada a la sede del Consejo.

En esta ocasión no ha habido saludo protocolario para minimizar los riesgos sanitarios debido al coronavirus aunque los líderes europeos sí han hecho declaraciones a cámara, sin periodistas presentes, para exponer sus expectativas ante una cumbre capital. "La última vez, en febrero, las negociaciones no tuvieron éxito. Ahora se han hecho muchos preparativos y estamos en una situación completamente distinta. Muchos de nosotros entramos con mucha energía a estas negociaciones", ha indicado a su llegada la cancillera alemana, Angela Merkel, sobre el intento fallido en febrero de pactar el marco financiero para los próximos siete años y la situación provocada por la pandemia.

Merkel, que lidera este semestre la presidencia rotatoria de la UE y se espera ejerza de mediadora, ha admitido que hay "diferencias muy grandes" y que no se atreve a vaticinar un posible resultado. "Sería deseable pero tenemos que ser realistas. Va a requerir mucha disposición al compromiso" y "por eso espero negociaciones muy difíciles", ha augurado.

Minutos antes, su homólogo Emmanuel Macron, decía llegar "confiado" pero "prudente" y avisaba de que se trata del "momento de la verdad y la ambición para Europa", que están ante "horas decisivas" y que hará todo lo posible para cerrar un acuerdo que en opinión del presidente español, Pedro Sánchez, es obligatorio por el momento histórico en el que se encuentra la UE.

Presión de los países del sur

"Estamos obligados todos a llegar a un acuerdo. Ese acuerdo tiene que plantear un fondo de recuperación que transforme nuestras economías en economías mucho más resilientes, verdes, digitales, inclusivas donde la cohesión territorial y social sea uno de sus principales objetivos", ha reivindicando Sánchez subrayando que España afronta el envite con ánimo de compromiso pero firme en defensa de "sus intereses nacionales" que pasan por la agricultura y la cohesión en el presupuesto y por una gobernanza eficaz en el fondo de recuperación.

Tampoco el griego Kyriakos Mitsotakis ve motivos para el fracaso, en un momento en el que Europa debe mostrar "unidad" y "solidaridad", ni el portugués Antonio Costa que ha urgido a "no perder el tiempo" o el italiano Giuseppe Conte para quien el acuerdo no es solo cuestión de dinero sino una respuesta a los ciudadanos europeos en interés común europeo. "Soy plenamente consciente de las diferencias existentes pero con una determinación fuerte debemos superarlas", ha defendido Conte. Las esperanzas de Michel, del eje franco-alemán y de los países del sur chocan, sin embargo, con el sentimiento de muchos líderes de Europa central y del este y de los países nórdicos y frugales que afrontan esta pelea con mucho escepticismo y algunos de ellos con el objetivo de meter la tijera al fondo y al presupuesto y endurecer todavía más las condiciones.

Resistencia del norte y Visegrado

"Lo más importante es tener reglas, un cheque en blanco no es lo que queremos", ha avisado el liberal luxemburgués Xavier Bettel. "Apoyamos la recuperación de todos los Estados miembros pero el dinero debe distribuirse de forma correcta y justa", ha recordado el checo Andrej Babis que ha rechazado los criterios de reparto del fondo de recuperación propuestos por Bruselas y ajustados por Michel porque tienen en cuenta la tasa de paro entre 2015 y 2019 cuando "no tiene nada que ver con la pandemia".

En su opinión, el único requisito debería ser la caída del PIB en 2020. "No se puede penalizar a los países porque hayan tenido éxito y no tengan paro", ha avisado rechazando el aumento del presupuesto destinado a los cheques de compensación a los países que más contribuyen y menos reciben, pidiendo más apoyo para la industria y criticando la negociación de un fondo de recuperación cuando ninguno de los países afectados por la pandemia ha recurrido a los préstamos baratos del Mecanismo Europeo de Estabilidad acordados por el Eurogrupo.

Y es que cada Estado miembro ha llegado con su lista particular de exigencias como Polonia que ha rechazado la vinculación de las ayudas al cumplimiento del Estado de derecho o los objetivos climáticos y la neutralidad de carbono en 2050 lo mismo que el húngaro Viktor Orban. "Vincular (presupuesto y Estado de derecho) esas dos áreas legales completamente diferentes crea un riesgo a la certidumbre legal", ha advertido el polaco Mateusz Morawiecki cuyo visto bueno dependerá del equilibrio global en los fondos que recibirá su país en agricultura, cohesión y transformación energética.

Rutte rebajas las expectativas

"Las posibilidades de llegar a un acuerdo son inferiores al 50%", ha augurado el primer ministro holandés, Mark Rutte, y cabeza visible del club de los frugales -Holanda, Austria, Suecia y Dinamarca- que no solo discute el volumen del presupuesto y el fondo, como el resto de sus aliados, sino que exige además tener poder de veto en el desembolso de las ayudas de forma que los Estados miembros tengan que autorizar cada tramo.

Consciente de la dificultad de la negociación y del momento, al contrario de lo que hizo en la cumbre de febrero pasado, la última en la que negociaron el futuro presupuesto, cuando llegó con la biografía de Frederic Chopin bajo el brazo, Rutte no ha llegado con el ánimo de leer en los tiempos muertos. "No hay biografías esta vez. Va a ser un trabajo duro", ha augurado.