El fabricante aeronáutico Airbus, en números rojos por la caída de la actividad debido a la pandemia del covid-19, presentó este lunes un ambicioso plan que apuesta por el hidrógeno como fuente de energía y espera tener los primeros aviones comerciales con cero emisiones contaminantes para el año 2035.

El gigante europeo de la aviación cuenta de momento con tres conceptos de los que saldrá esa futura aeronave, cada uno de los cuales, según un comunicado, "explora distintas soluciones tecnológicas y configuraciones aerodinámicas".

"Es el cambio más estimulante que la aviación ha conocido", indicó en su lanzamiento a la prensa el vicepresidente encargado del programa de cero emisiones, Glenn Llewellyn, que reconoció que "queda mucho trabajo por hacer".

El primer concepto, con un alcance de más de 2.000 millas náuticas (más de 3.500 kilómetros) y capacidad para entre 120 y 200 pasajeros, está pensado para cubrir trayectos transcontinentales y está propulsado por un motor de turbina de gas modificado que funciona por combustión de hidrógeno.

El segundo, de hasta 100 pasajeros, utilizaría un motor con turbohélice, en lugar de turbofán como el anterior, y estaría propulsado también por combustión de hidrógeno en motores de turbina de gas modificados.

El tercero, de hasta 200 pasajeros, es el más revolucionario a nivel visual y arquitectónico, ya que supone llevar a la aviación comercial el concepto del ala volante, solo usado hasta ahora en aparatos experimentales o en el bombardero estadounidense B-2.

Las imágenes de este concepto elaboradas con ordenador y mostradas a la prensa muestran cómo las alas se fusionan con un fuselaje "excepcionalmente ancho", que permite múltiples opciones tanto para el almacenamiento y la distribución del hidrógeno como para la configuración de la cabina.

Los tres proyectos de Airbus están agrupados bajo la etiqueta ZEROe y el consorcio aeronáutico confía en que de aquí a tres o cinco años el avance de las investigaciones le permita saber por cuál de las tres ideas apostará en el futuro.

El fabricante europeo se apoya en los avances de su propia industria y del sector espacial y de la automoción, pero tiene claro que su puesta en marcha no depende solo de ellos, sino también de la colaboración de socios públicos y privados y de todos los actores implicados en la aviación.

"Creemos que es factible si hacemos las cosas bien y si el sector evoluciona con nosotros", añadió el vicepresidente ejecutivo de Ingeniería, Jean-Brice Dumont.

La inversión necesaria no está precisada aún, pero se calcula en varias decenas de miles de millones de euros. Conforme otros actores contribuyan a la expansión de esa tecnología, Airbus espera que el coste de desarrollo baje de forma gradual.

Revolución aeronaútica

El gigante aeroespacial europeo presenta su programa como una revolución medioambiental. "Creo firmemente que el uso del hidrógeno -en combustibles sintéticos o utilizados como fuente de energía primaria para aviones comerciales- tiene el potencial de reducir significativamente el impacto climático de la aviación", apuntó su presidente ejecutivo, Guillaume Faury.

Sus técnicos admiten que el hidrógeno es la energía con más potencial para conseguir el objetivo de las cero emisiones, aunque a nivel tecnológico queda mucha investigación pendiente.

Y es que para dar este gigantesco paso es imprescindible producir hidrógeno a gran escala de forma no contaminante y poner en marcha importantes cambios en las infraestructuras aeroportuarias.

Todos los centros de Airbus en sus distintos países, según Llewellyn, están implicados en el cumplimiento de ese objetivo de liderar la descarbonización en el sector aeronáutico.

"La hoja de ruta es ambiciosa pero nuestra convicción es fuerte", recalcó la jefa de Tecnología Grazia Vittadini, según la cual "si hay algo que la COVID-19 y la crisis ha demostrado es la necesidad de un entorno saludable".

Esa misma pandemia que ha frenado la actividad aérea es la que ha puesto a Airbus en números rojos en el primer semestre, con pérdidas de 1.919 millones de euros (unos 2.270 millones de dólares), que integran cargos por 900 millones (1.065 millones de dólares) relacionados con la epidemia.