El exministro de Economía y expresidente de Bankia, el gijonés Rodrigo Rato, abandonó ayer la prisión de Soto del Real (Madrid) tras serle concedido el régimen de tercer grado carcelario, por lo que cumplirá en semilibertad los dos años y medio que le restan de la condena por el caso de las tarjetas de Caja Madrid y Bankia opacas al fisco: podrá restablecer su vida cotidiana y no tendrá que regresar a la cárcel pero estará sometido hasta el 25 de abril de 2023 a control telemático permanente mediante una pulsera electrónica.

A la puerta del penal, el ex director gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI) expresó su "agradecimiento" a los funcionarios de la prisión, al padre Paulino (que oficia misa en Soto del Real) y a las ONG con las que colaboró durante los casi 24 meses que ha permanecido privado de libertad. Con semblante serio, y con un tono sobrio y lacónico, el exministro, que no admitió preguntas, expresó su alusión más emotiva a sus compañeros de prisión "y en especial a los del módulo diez", en quienes espera -dijo- "haber dejado un buen recuerdo como ellos lo han dejado en mí". "Les deseo", señaló, "mucha suerte, justicia y libertad".

Rato fue condenado a cuatro años y medio de prisión por los gastos privados que consejeros y directivos de Caja Madrid y Bankia cargaron a ambas entidades por un importe total de 12,5 millones mediante tarjetas ocultas a Hacienda entre 2003 y 2012, durante las presidencias de Miguel Blesa y Rodrigo Rato. De los 64 condenados, el gijonés era el único que continuaba entre rejas. Su salida de prisión, denegada en mayo, le ha sido concedida ahora en atención a que ya ha cumplido tres cuartas parte de la pena, tiene 71 años y algunas dolencias, pagó las multas, pidió perdón, tuvo buen comportamiento carcelario, disfrutó de 18 días de permisos sin incidencias y el martes fue absuelto por la salida a Bolsa de Bankia. Ahora tiene pendiente otra causa por supuesto fraude fiscal, blanqueo de capitales y corrupción en los negocios.