Ni esta crisis es como las anteriores ni los guardianes de las finanzas internacionales respiran como sus predecesores. Al menos, de momento. La debacle económica generada por el coronavirus en todo el mundo al obligar a los gobiernos a salir al rescate de sus empresas y trabajadores, un salvavidas que dejará la deuda pública Pero también ha dejado en suspenso el dogma neoliberal de las últimas décadas. El Fondo Monetario Internacional ha advertido este miércoles que el riesgo más inmediato no reside en la explosión del endeudamiento, sino en la tentación de retirar las ayudas fiscales antes de tiempo. No solo eso. También insta a los Estados a aumentar la inversión pública para adaptar sus economías a los nuevos tiempos.

El mensaje de fondo del FMI sirve para quitar algo de hierro al pavoroso agujero presupuestario que está dejando esta crisis, la más devastadora en casi un siglo. Una crisis que tiene a España entre sus principales damnificados, con una contracción prevista de su producto interior bruto (PIB) para este año del 12,8%, una cifra sin parangón entre las economías avanzadas. La pérdida de riqueza y el esperado desplome en la recaudación de impuestos multiplicará por cinco su déficit público, que pasará del 2,8% en 2019 al 14,1% a finales de 2020. Ese desfase en las cuentas estatales está cuatro puntos por encima de la media de la eurozona, aunque por debajo de las tres grandes economías anglosajonas: Estados Unidos (18,7%), Canadá (19,9%) y Reino Unido (16,5%).

Endeudamiento público

También se disparará la deuda pública, cuando empezaba a revertir su particular calvario de la última década, en la que encadenó la Gran Recesión con la crisis de la deuda soberana del euro. De representar el 95,5% del PIB español el año pasado, pasará al 123% al final de este ejercicio, un incremento de casi el 30%. Solo Italia, Grecia y Portugal superarán su volumen de endeudamiento en el continente. A pesar del varapalo generalizado, el contexto actual de bajísimos tipos de interés y diferenciales negativos, ha llevado al FMI a predecir una estabilización de la deuda en los próximos cinco y una reducción significativa de los déficits públicos. En el caso de España la primera bajaría hasta el 119% en 2025 y el déficit quedaría en el 4,4% ese mismo año.

El Fondo no parece demasiado preocupado por estos desajustes, que en otros tiempos hubieran alarmado a los halcones fiscales y afilado los cuchillos de la austeridad. "Los déficits públicos en 2020 están llamados a aumentar una media del 9% del PIB y la deuda pública (global) se acercará a un récord del 100%", dice el informe fiscal presentado esta mañana en Washington. "Pero aun así hay que hacer más para hacer frente al aumento de la pobreza, el desempleo, la desigualdad y fomentar la recuperación económica".

Cambio de paradigma

Nunca en la última década se apreció tan claramente el cambio de paradigma en una institución que lleva tiempo tratando de alejarse de los demonios de su pasado. Un camino que ha resultado más zigzagueante que recto, como saben bien los griegos y otros receptores de sus rescates. Pero el Fondo aboga ahora por aprovechar la crisis y la manguera de liquidez de los bancos centrales para crear economías "más resilientes, inclusivas y verdes" mediante las inyecciones de dinero público.

De acuerdo con sus propios cálculos, un incremento del 1% en la inversión pública tiene el potencial de aumentar un 2,7% el producto interior bruto (PIB), así como un 10% la inversión privada y crear por el camino entre 20 y 33 millones de empleos directos e indirectos. Pero esa inversión, asegura el organismo internacional, debería centrarse en los sectores que serán críticos para hacer frente a los desafíos del futuro. "La inversión en sanidad y educación, en infraestructuras digitales y verdes, puede conectar a la gente y mejorar la productividad de toda la economía, así como la capacidad de hacer frente al cambio climático y futuras pandemias", dice su informe.

La alternativa es más desigualdad, más pobreza y peores estándares de vida, según sugiere el Fondo, el pozo sin fondo que ha servido en los últimos años de caldo de cultivo para el auge de los nacionalismos, el populismo xenófobo y el autoritarismo.