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“O me dan una solución o de aquí me sacan en ambulancia o muerto”

Un hostelero de Ribera de Arriba inicia una huelga de hambre después de que le denegaran las ayudas

Sergio Villaverde. Julián Rus

Sergio Villaverde, de 50 años y antiguo trabajador del sector informático, recibió a primera hora de la tarde de ayer a los que iban a ser los últimos clientes de su bar de la localidad del Palomar en Ribera de Arriba. En cuanto apuraron el vino, el hostelero echó la persiana del local e inició una huelga de hambre “y de frío” a la puerta del local. De frío porque se quedará a dormir frente a su establecimiento a la intemperie con las gélidas temperaturas de estos días. Lo hará en protesta porque, aunque ya ha tenido que cerrar dos veces el local por culpa de las restricciones derivadas de la pandemia, aún no ha recibido ninguna ayuda. Cero. Y eso que solicitó todas a las que tenía derecho a través de su asesoría. Contundente advierte: “O me dan una solución o de aquí me sacan en una ambulancia o en un coche fúnebre”.

La solución pasa, asegura, porque le concedan las ayudas que lleva meses reclamando al Principado, sin éxito. El caso es que durante el estado de alarma, en marzo, pidió la ayuda de 400 euros que debían recibir los autónomos que no estaban considerados como actividad esencial y que, por lo tanto, tenían que cerrar sus locales para evitar la propagación del virus. Aún sigue esperando por el dinero. No sabe qué ha pasado con su solicitud. Pero, aún peor, ya en noviembre, a través de su gestoría, reclamó –como miles de autónomos asturianos– la subvención de 1.500 euros que repartía el Gobierno asturiano después de tener que cerrar el local por segunda vez, por culpa de la segunda ola del coronavirus. Tampoco ha visto ni un euro. Y, encima, “hace unos días me vino denegada”. Asegura que como el dinero tardaba en llegar tuvo dificultades para abonar la cuota de autónomos a la Seguridad Social. “Me la deniegan por eso, porque tuve problemas para pagar”, asegura, “parece que estas ayudas son solo para los ricos, para quienes no lo necesitan y eso no es justo”.

Villaverde se hizo cargo del bar El Caleyón –muy cerca de Casa Chema, que cerró sus puertas hace solo unos días– el 3 de marzo de este año. Solo once días antes de que en España se decretara el estado de alarma y se viera obligado a cerrar las puertas de su establecimiento. Comenzó con mal pie. “La dueña del local me condonó el pago del alquiler de marzo, pero ya en abril y mayo tuve que pagarlo”, recuerda. En cuanto pudo volvió a abrir las puertas del bar y durante el verano el negocio, aunque algo renqueante, iba tirando. Todo empezó a cambiar en septiembre, cuando ya comenzó a notar que la demanda se contraía y culminó con un nuevo cierre ordenado por las administraciones en noviembre. Y, lo que es peor, sin ninguna mano amiga que le ayudara a superar el mal trago. Sin ninguna ayuda.

El hostelero, de 50 años, había abierto el bar porque llevaba cinco años en el paro sin conseguir que nadie le contratara. Tenía bastante experiencia en el sector de la informática, uno de los que más demanda laboral tiene. Pero ni por esas. Su edad, reconoce Villaverde apesadumbrado, era un lastre. Ahora el que a trancas y barrancas se había convertido en su forma de vida tendrá que cerrar sus puertas a modo de protesta y él dormirá hasta que reciba las ayudas que había solicitado a las puertas del local. Las causas de su batalla las tiene bastante claras. “Hay que luchar por los autónomos”, asegura.

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