Cuando se animó a lanzar Capital Cell en 2015, poco podía imaginar Daniel Oliver que cinco años después el mundo iba a vivir una pandemia global y que la salud se iba a convertir en protagonista indiscutible. Sectores como el de la biomedicina, área de actuación de esta empresa, acaparan ahora toda la atención en instituciones, medios de comunicación y hasta en las conversaciones informales con amigos. “Nos hemos convertido en virólogos, en epidemiólogos… Hemos hecho un curso intensivo de divulgación científica, lo cual ha hecho que el sector ya no le suene tan marciano a la gente”, explica Oliver, biólogo de formación y emprendedor por vocación.

En busca de rentabilidad

Si la crisis económica de 2008 acercó a los ciudadanos (al menos un poco) a la formación financiera, esta situación de emergencia sanitaria ha contribuido a bajar a tierra el ámbito científico en el que, por cierto, España ocupa una posición muy destacada al situarse entre los primeros productores de ciencia a nivel internacional. 

La cuestión cultural es una de las principales razones por las que Capital Cell ha registrado un crecimiento meteórico en 2020. Un avance que se refleja de forma clara en las inversiones realizadas a través de esta plataforma, primera en operar en Europa aplicando el sistema del equity crowdfunding al emprendimiento en biomedicina y biotecnología. En el conjunto del pasado ejercicio, los proyectos propuestos levantaron 10,2 millones de euros, el 67% más que en 2019. 

En un momento todavía marcado por la Covid, en la carrera por su prevención y tratamiento, las empresas de biotech españolas representan el 0,7% del PIB y sus actividades generan más de 8.200 millones de renta, según el informe anual de AseBio. Además, contribuyen a crear más de 100.000 empleos y son las que más aportan en I+D.  “Resulta que la pandemia ha puesto en evidencia que necesitamos ciencia, innovar y apostar por la investigación”, apostilla Oliver. “¿Estábamos situados en el lugar adecuado en el momento adecuado? Sí, pero porque en su momento hicimos una apuesta valiente y tremendamente lógica por mirar hacia el futuro y pensar a largo plazo”, añade. 

La segunda razón tiene que ver con el dinero. “Los inversores están buscando un lugar donde anidar y la biotecnología es muy obvia. Hay un montón de gente que está contactando con nosotros por primera vez y que está interesada”, señala Oliver, que asegura que la capacidad de maximizar beneficios de este sector viene de lejos. “Fue el sector de inversión más rentable del mundo entre 2008 y 2016”, recuerda. 

Inversión a medio y largo plazo

El sistema consiste en ejercer de puente entre los proyectos que necesitan presupuesto para desarrollarse y los inversores, de cualquier perfil y capacidad adquisitiva. Para participar de los avances de compañías como la estadounidense Moderna, que terminó 2020 con una revalorización del 488% en el Nasdaq, o de las de la alemana BioNTech, que subió más del 180% -también cotiza en el índice bursátil estadounidense Nasdaq-, hay que invertir en renta variable, una opción que para muchos españoles resulta inaccesible, complicada o poco atractiva.

El concepto de crowdfunding o financiación participativa, en cambio, permite “que todo el mundo sea capaz de invertir en proyectos de todo tipo y de compartir los beneficios”. Sin embargo, hay que tener en cuenta que no se trata de un método comparable a la bolsa, donde puedes ir comprando y vendiendo acciones y obteniendo rendimientos, sino que está pensado para el medio y largo plazo. 

“Pones dinero hoy, lo dejas madurar unos años, mientras la empresa te va informando que tal te va, y un día se vende por mucho dinero”, relata optimista Oliver porque, por supuesto, el inversor también corre el riesgo de que el proyecto no prospere y sus ganancias futuras se queden en nada. Por eso, explica, los inversores profesionales diversifican en varios proyectos, incluso siete u ocho. “Uno, dos o tres pueden fallar... pero no todos. y en realidad solo necesitas que uno salga bien para ganar mucho dinero”, comenta.  

Otra de las ventajas es, en su opinión, que son operaciones “éticamente más controlables” y sabes dónde va a parar el dinero. “Es una inversión de impacto positivo a muchos niveles, porque no solo estás invirtiendo en desarrollar fármacos que curan, sino también en empleos de altísima calidad, en conocimiento, en economía de una productividad y un valor añadido altísimo…”, enumera.   

Previsiones positivas

A lo largo de 2020, en Capital Cell se publicaron un total de 14 iniciativas -de más de 250 valoradas-, y todas lograron completar el 100% de la ronda de financiación. A su vez, el tamaño medio por ronda ascendió a 966.102 euros, lo que supone prácticamente el doble que un año antes y cinco veces más que en 2017.

El récord del año pasado y, por ahora, de la vida de la plataforma, lo ostenta Ability Pharma. La empresa de desarrollo de fármacos participada por las firmas de capital riesgo Inveready, Fitalent (Grupo Everis), Sodena y el CDTI cerró una ronda de 2 millones de euros el pasado mes de noviembre. 

Este año las perspectivas son mejores. “De las dos últimas rondas que hemos cerrado, una levantó 850.000 euros en cuatro días y medio y otra levantó tres cuartos de millón en 12 horas”, explica el fundador y CEO. Y aunque reconoce que se encuentran con la limitación del volumen de proyectos “buenos” que reciben, sí prevé que seguirán creciendo en 2021.