La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Análisis: tres cuestiones sobre la encrucijada económica asturiana

Joaquín Ocampo y José Alba invitan a la reflexión sobre el devenir de la región con sendos ensayos que recorren el proceso de industrialización y el posterior declive

El pozo Santa Bárbara de Hunosa, cerrado en los años 90

Joaquín Ocampo, catedrático e historiador económico, titula provocadoramente un ensayo que, junto a otro trabajo de su colega José Alba, forma parte de “Asturias: 40 años”, libro coordinado por Francisco Sosa Wagner y que conmemora las cuatro décadas transcurridas desde la aprobación del Estatuto de Autonomía de Asturias. Ocampo habla de “La industrialización asturiana en perspectiva histórica” y añade un interrogante: “¿La maldición del carbón?”. Como si el recurso que nos enganchó a la primera revolución industrial, que tanta riqueza (y sufrimiento) generó y que esculpió la economía, la sociedad asturiana y sus instituciones con rasgos que en parte hoy perduran llevara dentro también la semilla de la condenación al declive y al fatalismo cuando la región perdiera, como ha perdido, la ventaja comparativa que, apoyada en las muletas y los auxilios del Estado desde muy temprano, nos permitió en su momento dejar de ser “la Siberia del norte” y convertirnos en “la Sajonia española”.

Ocampo cita al principio de su trabajo aquella transición de Siberia a Sajonia, y también el pesimismo de Gaspar Melchor de Jovellanos cuando, a fines del siglo XVIII, encontraba resistencias a su profética visión de la industrialización de Asturias. “Faltan ‘capitalistas que abracen esas empresas’; faltan ‘luces’ (tecnología capital humano) y faltan ‘auxilios” (inversión pública)”, explica el historiador con palabras del ilustrado gijonés. Es tentador convertirlas en preguntas y entresacar del pasado, a través de la obra de Joaquín Ocampo y José Alba, materiales quizá útiles para el presente.

1-¿Faltaron auxilios?

Los episodios que recorren y sobre los que reflexionan Ocampo y Alba –el primero, desde la Asturias preindustrial hasta iniciados los años 80 del pasado siglo, y el segundo, de ahí en adelante– dejan constancia de algo a menudo desactivado en la memoria colectiva de los asturianos y de sus instituciones, propensas en el último medio siglo a la revivindicación de mayor amparo y, en algunos casos y situaciones, al discurso sobre una Asturias marginada. De los hitos que repasa Ocampo se infiere que en la transición entre Siberia y Sajonia –también en la era declinante posterior– hubo vitaminas públicas en abundancia, fueran en dinero o en decisiones de política económica: el “viraje proteccionista” de la Restauración a finales del XIX; la neutralidad bélica en la Gran Guerra, que expandió entre otros los negocios carboneros y a la que siguió, acabado el conflicto, una dolorosa depresión a la que se respondió con más proteccionismo (arancel Cambó) y con programas nacionales de obra pública, decisiones ambas que favorecían a la industria asturiana; la autarquía franquista en respuesta al aislamiento internacional de la dictadura en sus primeras décadas… “La utopía del INI de fijar un modelo de crecimiento endógeno y autosuficiente convertirá a Asturias en principal beneficiaria de su activismo industrial”, expone Ocampo. El nacimiento de Ensidesa en Avilés (creación de una acería integral en 1950) alumbraría la aparición de un nuevo distrito asturiano del metal, al que se sumarían, de nuevo por iniciativa del INI y gracias “a la proximidad de carbón y de la infraestructura portuaria”, la creación de Endasa (luego Alcoa) o Enfersa (hoy Fertiberia).

Los auxilios públicos reaparecieron en las décadas siguientes a 1959, cuando España, un país en quiebra tras la ensoñación autárquica, inició la apertura de su economía con la complicidad de EE UU y el llamado Plan de Estabilización. Recuerda Joaquín Ocampo cómo el veterano economista Juan Velarde identificó pronto ese hito como punto de partida de un “derrumbamiento” (de Asturias), acelerado después por la crisis de los años 70, por el ingreso en la Comunidad Económica Europea y por la era que trajo de reconversiones (naval, siderurgia, minería, campo…). Antes se había producido uno de los casos más diáfanos de auxilio público y socialización de pérdidas relacionados con Asturias: el rescate de la minería del carbón con la integración de los productores privados en Hunosa desde 1967. La compañía llegó a 1986, año de entrada de España en la CEE, con más de 20.000 mineros. “Desde esa fecha, los sucesivos planes de empresa (…) trataron de salvar en las mejores condiciones sociales posibles el ocaso del sector minero”. Gracias a nuevos auxilios.

2-¿Faltaron capitales?

Llegada aquella encrucijada de Asturias, Ocampo hace esta radiografía del sistema económico de entonces: “La gravedad de la crisis hundía sus raíces en un modelo industrial forjado durante décadas al margen de la disciplina de costes que habría impuesto la competencia (…) A la sombra de ese modelo industrial se forjó un singular modelo empresarial: el de la red de empresas que habían crecido al rebufo de un mercado cautivo en el que las ineficiencias no hallaban sanción y en el que las estrategias de búsqueda de rentas se dirigieron a minimizar la competencia a costa de cualquier compromiso de innovación”.

El historiador naviego detiene su relato en ese tiempo, en el que Asturias encaraba mutaciones colosales cuyos desenlaces marcaron las décadas posteriores y también las tendencias actuales de la región. Ocampo quiere inyectar algo de oxígeno en sus páginas finales aportando una relación de empresas que “se salvaron de la quema” y contribuyeron al intento de pergeñar un modelo alternativo: Hiasa, astilleros Armón y Gondán, Talleres Zitrón, Asturfeito, TSK, Imasa, Grupo Daniel Alonso, Ilas-Reny Picot, Alsa…

José Alba enlaza con ello cuando, tras enumerar ciertos logros del proceso de reindustrialización de los 90 (la llegada de Du Pont a Tamón y la de Thyssenkrupp a Mieres), evalúa la situación al final de esa década, tras las cirugías más profundas en la industria tradicional: “Al cabo de los años hay más empresas, aunque en menor proporción que en el resto de España, se progresa tímidamente en la internacionalización, se diversifica la actividad, ya se ha limitado el peso de la empresa pública, existe conciencia de la necesidad de competir, de gana productividad y mercados”. “El hecho de que se hayan perdido decena de miles de empleos en empresas públicas que recibían un fuerte apoyo estatal (…) se ha visto compensando en parte por la actividad económica general”, comenta Alba para referirse al papel de las pymes.

La mejora del capital físico (infraestructuras) había engrasado el cambio: “Es obvio, sin embargo, que las infraestructuras por sí solas no alcanzan para garantizar un desarrollo económico que depende de múltiples factores. La sustancial mejora de Asturias ha permitido remover algunos obstáculos, pero son necesarios factores añadidos para superar un declive de décadas”. Dice José Alba que, aunque las fórmulas intentadas para convertir Asturias en una economía realmente vigorosa y dinámica, “no han propiciado el éxito”, “han mantenido el tren en la vía”.

3-¿Faltaron luces?

El profesor se muestra sorprendido por no haber encontrado “demasiadas referencias a las discontinuidades que se dieron en el gobierno de Asturias durante una época tan crucial como la década de 1990”. “Y es que, habiendo de afrontar problemas económicos de gran profundidad, Asturias tuvo nada menos que cinco presidentes (Pedro de Silva, Juan Luis Rodríguez-Vigil, Sergio Marqués, Antonio Trevín y Vicente Álvarez Areces) y hasta seis gobiernos de diferentes partidos”. Fueron los años con más cierres en el carbón y los de la segunda reconversión siderúrgica; también los del despliegue de los fondos mineros, oportunidad fallida para reinventar Asturias, según la opinión dominante.

Alba señala más allá de los responsables políticos ante “la encrucijada” en la que sigue Asturias: “Transcurridos cuarenta años de autonomía, desarrolladas estrategias defensivas diversas e intentos redentores, parece llegado el momento de reconocer que hace falta un cambio profundo, que afecte a la innovación, a la producción, al empleo y, particularmente, a una ilusión colectiva (…) Es la sociedad en su conjunto quien ha de moverse entre el desencanto catastrofista y el autoengaño edulcorado, haciendo por facilitar un equilibrio futuro distinto del que se cierne”. Unas páginas más atrás, lo resume de este otro modo: “Queda, pues, mucho camino por andar en la reinvención de un país que fue del INI y que ha de ser de los asturianos, que debemos decidir, emprender, crear condiciones, dar facilitades, fomentar una imagen positiva y, sobremanera, evitar que muchos esfuerzos para contener el pasado se transformen en barreras para el futuro”.

Compartir el artículo

stats