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Los datos récord de empleo y las rebajas de previsiones sobre el PIB disienten

La tasa de afiliación, en máximos históricos, y el paro registrado han vuelto a niveles precovid, mientras que la economía está lejos de lograrlo

Un demandante de ocupación laboral se informa en una oficina de Empleo. | Óscar Cañas

España batió en noviembre (un mes tradicionalmente adverso para el empleo) el récord histórico de afiliación a la Seguridad Social. Nunca antes (ni en los periodos más boyantes de la economía) hubo en España tanto cotizantes: más de 19,77 millones. El paro registrado experimentó la mayor bajada de la historia en un mes de noviembre desde que hay datos, afectó a todos los sectores y alcanzó la menor cifra de desempleados para esta época del año desde 2008, en el inicio de la crisis financiera internacional. El mercado laboral está quebrantando además su tradicional estacionalidad: el paro registrado lleva nueve meses consecutivos de descenso (el ciclo más largo de la serie histórica), el desempleo según la encuesta de población activa (EPA) acumula tres trimestres seguidos de descenso y la cifra de cotizantes subió este año todos los meses salvo en enero y agosto.

Aunque la cifra de parados sigue siendo extremadamente alta (más 3,54 millones, según la EPA del segundo trimestre, y por encima de 3,18 millones, según las oficinas de empleo), el mercado laboral no sólo ha logrado superar la afiliación a la Seguridad Social previa a la eclosión de la pandemia (febrero de 2020) sino que también se ha situado por debajo del nivel de paro registrado entonces. Por el contrario, el PIB español, que debería estar dando sustento a la pujanza del mercado laboral según la lógica económica, está aún lejos de recobrar la riqueza y el dinamismo precovid. La OCDE dijo el miércoles que esto no ocurrirá hasta el primer trimestre de 2023.

En una manifiesta divergencia más de las tendencias, mientras el mercado laboral está siguiendo una tónica de aceleración, los grandes organismos internacionales y centros de estudios nacionales llevan tres meses revisando a la baja sus pronósticos de crecimiento español para este año a punto de finalizar, intuyendo una desaceleración que, aunque mantiene incólume la previsión de un desempeño sólido, no acaba de cuadrar con el comportamiento del empleo. Es como si el carro fuese por delante de los bueyes.

Esta disonancia es aún más llamativa en la medida en que el mercado laboral ha reabsorbido adicionalmente a 629.368 personas que estaban en ERTE y que no figuraban como parados y que ya constaban como cotizantes. Y todo ello tras una nueva subida del salario mínimo interprofesional desde el 1 de septiembre, de la que se dijo que iba a ser catastrófica para el empleo.

Productividad. Que el empleo y el paro registrado hayan regresado a niveles previos al coronavirus y que el PIB aún vaya a tardar en hacerlo supondría que la economía estaría perdiendo productividad de modo muy relevante, lo que no acaba de convencer a algunos analistas por más que el sector servicios y algunos de sus ramas con menor valor añadido estén liderando la remontada de la ocupación.

La actual crisis de suministros tampoco explicaría el acusado retardo del PIB en la medida en que, si bien los estrangulamientos de oferta podrían estar penalizando más a los sectores más productivos y menos intensivos en mano de obra (en el segundo trimestre –último del que hay datos– se contrajo la inversión y no la demanda interna ni las exportaciones, y menguó la industria y la construcción, y crecieron los servicios, según la Contabilidad Nacional), el Banco de España estimó el jueves que este año la escasez y carestía de los insumos sólo restará_entre dos y tres décimas de PIB.

Rectificación. La cascada de revisiones a la baja –de las que no están exentos otros muchos países– se precipitó en el caso español a causa de la espectacular rectificación realizada por el Instituto Nacional de Estadística (INE) sobre el comportamiento del PIB en el segundo trimestre. Si el 30 de julio avanzó que España había crecido el 2,8% entre abril y junio, en septiembre revisó sus cálculos y estimó que sólo había progresado el 1,1%. Este recorte de 1,7 puntos (una rebaja del ¡60,7%!) desconcertó a los analistas y ha dado pie a que algunos economistas no descarten que haya futuras reconsideraciones. Ayer, la ministra de Economía, Nadia Calviño, dijo que, “dada la incertidumbre existente” en la economía internacional, “aún va a haber más revisiones a la baja.... y al alza”.

Otros indicadores. Hay economistas que creen que el PIB podría estar siendo mal medido y que se podría estar subestimando el crecimiento económico español después de que todos los organismos hubieran pronosticado meses atrás que España lideraría la recuperación europea.

En este caso no sólo son las cifras del empleo las que hacen abrigar esta hipótesis. Los datos de crecimiento y los pronósticos para el cierre de este ejercicio no acaban de conciliarse con otros indicadores que estarían apuntando a una mayor intensidad en el relanzamiento económico pese a las interrupciones en las cadenas de suministro, el precio de la energía, la inflación y la nueva variante ómicron del covid.

Calviño repite que el ejercicio está yendo “de menos a más” y se ha remitido en varias comparecencias a los llamados indicadores de alta frecuencia, como el gasto registrado por las tarjetas de crédito, el consumo de electricidad, la demanda de hipotecas y de materiales de construcción, la venta de viviendas y otros. En contra está el turismo extranjero, que se ha recuperado el 40%, pero aún sigue lejos de 2019.

Aun así, la recaudación fiscal está disparada, con un crecimiento en los diez primeros meses, según la Agencia Tributaria, del 14% (más del doble de lo que el Gobierno prevé que crezca la economía), al extremo de que la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (Airef) acaba de revisar a la baja su previsión de déficit presupuestario para este año y lo ha situado en el 7,3% del PIB, una cota que mejora la expectativa que tiene el ejecutivo de Sánchez (8,4%).

Parte de este aumento recaudatorio podría estar vinculado, según la Agencia Tributaria, a la reducción de la economía sumergida y la lucha contra el fraude fiscal, entre otros factores. Pero es difícil no ver en ello un síntoma de vigorosa recuperación de la actividad cuando los ingresos impositivos ya son tres puntos de PIB superiores a los de 2019, antes de la pandemia.

La consultora IHS Markit, que elabora el índice de los gestores de compras (PMI) –un indicador adelantado considerado como muy fiable– destacó el jueves la fortaleza de la economía española (pese al retroceso de la industria) y la estimación de que el país ha estado creciendo a tasas del 2% trimestrales. En noviembre, dijo, se habría acelerado al 2,2%.

Un fenómeno inédito

Nunca antes el empleo se recuperó antes que el PIB. Hay quien lo atribuye a la reforma laboral que aprobó el PP en 2012. Pero desde entonces el empleo siguió a remolque del PIB en la salida de la crisis de 2008, igual que ocurrió en las recesiones anteriores. La economía española empezó a crecer en 2014 después de que emprendiera la recuperación la Unión Europea (su principal mercado de exportación) y apoyada en los tipos de interés en el 0,05% (en 2016 cayeron al 0%) y en la expansión monetaria. La afiliación a la Seguridad Social no empezó a crecer hasta un año más tarde (2015), una vez que el PIB alcanzó tasas del 3%. El PIB recuperó el nivel de 2007 al cabo de diez años (en 2017, un año después que la UE) pero la afiliación aún tardó otros dos (2019, siete después de la reforma) en volver a las cifras precrisis. Aún hoy, al cabo de nueve años de la reforma laboral, el país sigue siendo el segundo con más paro de la UE y está lejos de volver a las cifras de 2007 en paro registrado, tasa de desempleo y parados, según la encuesta de población activa. Ahora ha sorprendido que, a sabiendas de que la norma va a ser modificada, los contratos fijos crecieran en noviembre hasta el 14% del total, cuando lo habitual es el 8% o 9%.

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