El año 2021 ha estado marcado por la recuperación paulatina de la crisis provocada por la COVID-19, tanto en el ámbito sanitario como económico.

La vacunación masiva ha jugado un papel muy importante en la recuperación, al permitir el levantamiento gradual de las medidas de contención de la pandemia, y con ello la fuerte recuperación del consumo de los hogares y, especialmente, el del sector turístico, tan necesario para nuestra economía. Un buen indicador de la fortaleza del consumo es el crecimiento del gasto con tarjetas, que para los clientes de BBVA en 2021 ha superado en un 25% las cifras de 2019.

A pesar de ello las empresas españolas se enfrentan todavía a un entorno complejo por factores que están siendo más persistentes de lo esperado: la interrupción de las cadenas de suministro, el aumento del precio de la energía y una mayor inflación. También nos enfrentamos a la aparición de nuevas variantes de la covid, como Omicron, cuyas consecuencias son todavía inciertas y afectan a la confianza de los agentes económicos.

En 2022 esperamos continuar con el crecimiento de nuestra economía, que BBVA Research sitúa en el 5,5% del PIB, y que estos factores de incertidumbre se vayan disipando. Una vez más, la inversión privada será el elemento crítico, el más importante para impulsar la recuperación, la generación de empleo y el desarrollo económico y social de nuestro país.

Creo que todas las empresas han de aprovechar el nuevo entorno para invertir en su transformación digital y sostenible, especialmente aquellas de menor tamaño para quienes estas inversiones suponen una oportunidad de futuro. El confinamiento ha acelerado la digitalización y el consumo en canales puramente digitales. Pero más allá de lo digital, estamos siendo testigos de una ola de disrupción sin precedentes impulsada por la innovación en prácticamente todas las actividades y sectores.

Entre todas estas tendencias, sin lugar a dudas la más relevante es la descarbonización. Tenemos 30 años para lograr que la sociedad funcione sin emisiones de gases como el CO2 o el metano, un enorme reto que exige cambios en nuestros hábitos y comportamientos. Pero es también una enorme fuente de oportunidades, pues hace falta mucha innovación, y mucha inversión para desplegar nuevas tecnologías en prácticamente todos los sectores. Necesitamos un nivel de inversión sin precedentes para esta transición, de alrededor del 5% del PIB mundial hasta 2050.

Para que toda esa inversión tenga lugar es muy importante que se desarrollen los incentivos adecuados. Resultaría especialmente necesario el desarrollo de un efectivo mercado de emisiones, con liquidez e integridad, que sirva para “poner un precio” a las mismas. También que se eliminen subvenciones hoy existentes a tecnologías emisoras, y que se apoye explícitamente la transición (por ejemplo con señales de demanda, con regulación, o con garantías). En España, además, debemos aprovechar los fondos europeos. En el año 2022, es prioritario acelerar su ejecución, eliminando los cuellos de botella existentes y asegurando que lleguen a todos, especialmente las pymes, para su transformación.

Abordar este reto será nuevamente una de las prioridades en las agendas de los gobiernos, incluidos los países emergentes. Estos países también deben sumarse decididamente a la carrera hacia la descarbonización, para lo cual deben contar con el apoyo financiero y tecnológico de los países desarrollados.