En los dos últimos años, la aviación se ha enfrentado a la peor crisis de toda su historia; una situación que ha permitido al sector aéreo estar a la altura de las circunstancias con los vuelos de repatriación, manteniendo la conectividad, trayendo el material sanitario o transportando las vacunas pero que, al mismo tiempo, nos ha dejado a las aerolíneas el gran reto por delante de garantizar un futuro sostenible para nuestro sector, en el más amplio sentido de la palabra: recuperando la rentabilidad que nos permita devolver la gran deuda que hemos contraído, y demostrándole a la opinión pública que estamos haciendo un trabajo serio en la transición ecológica del sector aéreo. 

Hace 15 meses, cuando me incorporé a Iberia tenía dos objetivos en mente: primero, garantizar su supervivencia y, segundo, trabajar en diseñar su futuro.

Nunca se puede cantar victoria, pero el primero creo que lo hemos salvado como se hacen las cosas en Iberia: poco a poco y con el compromiso de todos nuestros empleados hemos cumplido ya 94 años.

Ahora toca construir, también juntos, el futuro de la aviación en un contexto de gran incertidumbre que, inevitablemente, está afectando a la demanda, como se está viendo con la nueva cepa del Covid; en un contexto en el que se ha disparado el precio del combustible, y en el que los analistas del sector apuntan a que los niveles de actividad de 2019 no volverán hasta el 2024-2025.

Sin duda que el viento no sopla a favor, pero el reto es irrenunciable: la aviación en España es el principal sustento de nuestro turismo y éste, a su vez, el gran pilar económico de nuestro país, por su aportación de más el 12 por ciento directo a nuestro PIB (por encima del 20 por ciento indirecto) y del 13 por ciento del empleo.

Tenemos un propósito que nos une y, en Iberia, contamos con una estrategia para los próximos años, que nos permitirá seguir reforzando y protegiendo el hub de Madrid para competir de igual a igual con los hubs del norte de Europa.

Vamos a seguir apostando por América Latina donde ya volamos hace 75 años; hemos anunciado nuevos destinos en EEUU como Dallas, Washington y la recuperación de San Francisco; vamos a pelear por todas las licencias de Handling; vamos a desarrollar nuestro negocio de Mantenimiento para convertirnos en el referente en esta industria del sur de Europa; y vamos a lanzar un Plan Estratégico de Sostenibilidad que nos permita cumplir con el ambicioso objetivo de nuestro grupo, IAG, que ha sido uno de los primeros en comprometerse a alcanzar 0 emisiones netas en 2050.

La sostenibilidad se nos presenta ya como el gran reto de la aviación y, para abordarlo, es necesario establecer un debate serio y una verdadera colaboración pública-privada que, al mismo tiempo, ponga en valor la gran aportación del transporte aéreo en nuestra sociedad.

Las aerolíneas estamos dispuestas a seguir haciendo importantes inversiones en renovación de flota, pero no podemos estar solos. Los combustibles de aviación de origen sostenible se han mostrado como la solución más inmediata en la transición ecológica del sector aéreo y necesitamos que compañías energéticas, fabricantes de aviones e infraestructuras aeroportuarias remen en la misma dirección y, sobre todo, que el sector público nos apoye en el desarrollo, producción y distribución de estos combustibles para que podamos adquirirlos a precios asequibles.

Necesitamos también el apoyo del Gobierno para lograr un Cielo Único Europeo, que nos permita ahorrar a nuestra atmósfera centenares de kilos de CO2 en cada vuelo. Y necesitamos que los fondos europeos sirvan para mejorar nuestras infraestructuras aéreas y para promover la investigación del hidrógeno y otras tecnologías que, a más largo plazo, permitan una descarbonización total del sector aéreo que hay que empezar a construir desde hoy.

Nos enfrentamos, por tanto, a una dura travesía, pero con la mejor recompensa posible: construir un futuro sostenible para la aviación.