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El éxodo de otra multinacional, un nuevo mazazo

Tras los cierres de Alcoa, Vesuvius, Altadis, Chupa-Chups y Suzuki, la región afronta la posible salida de otra gran empresa con marcado arraigo territorial

Factoría de Danone en Salas. | MIKI LÓPEZ

La anunciada salida de Danone de Salas puede convertirse en una mala noticia para Asturias y en un drama para el concejo si no se logra reconducir la situación. La decisión de la compañía, presumiblemente tomada con la calculadora en la mano, recuerda a otras grandes salidas del Principado, lo mismo que la gesta que se imponen los políticos: hacer cambiar de opinión a la empresa o, por lo menos, encontrar una salida que garantice el empleo y la actividad económica en una zona ya muy castigada económicamente. La crisis de la minería y el cierre de las térmicas obliga a poner todos los recursos en sostener el tejido económico existente.

Los precedentes no son buenos, pero ha habido casos en los que las multinacionales han reconsiderado sus planes iniciales y han permanecido en el Principado, al menos, por un tiempo. Una victoria temporal fue lo que se logró en 2009 con la multinacional británica de productos refractarios Vesuvius, del grupo Cookson, anunció el cierre de su factoría de Riaño (Langreo), constituida en 1989. Entonces, como ahora, la plantilla, los agentes sociales, los sindicatos y los políticos hicieron un frente común. Esta gesta es la que se quiere reeditar ahora, hacer que la compañía reconsidere su posición y no cese su actividad antes de que termine el año. Finalmente, Vesuvius terminó bajando la persiana, pero lo hizo once años después de la fecha prevista, el pasado 2020. Además de Vesuvius, Alcoa, Altadis, Chupa-Chups, o Suzuki son algunas de las grandes empresas que abandonaron, por una u otra razón, sus instalaciones asturianas.

La rectificación no es habitual, pero es un clavo ardiente al que pretenden agarrarse las administraciones. Otra de las opciones para salvar los 79 empleos que genera Danone en Salas –“y todo el impacto que genera la empresa en una villa como esta”, como reiteran los vecinos de la localidad– es encontrar un comprador dispuesto a seguir dando actividad a la planta actual.

Hay multinacionales que tienen por norma garantizar la continuidad de los centros de producción en otras manos en vez de cancelarlos. La suiza Nestlé, con dos fábricas hoy en Asturias (Gijón y Sevares), lo hizo en otros emplazamientos en la región, como los de Brieves (vendido en los años 80 a la francesa Bel) y Villaviciosa (a Capsa), aunque ambas cerraron con posterioridad. Arias (del grupo francés Savencia, antes Bongrain) también lo hizo en Canero (se vendió a Valdet Sat, aunque luego terminó siendo clausurada).

Cuando en 2014 Thyssenkrupp decidió cesar en la fabricación de pasillos rodantes y pasarelas aeroportuarias se comprometió a buscar un comprador que garantizase la supervivencia de la planta de Baíña. Un año después reconsideró su decisión. Ya había ocurrido lo mismo con su participada Sinterstahl, de componentes de automóvil. La planta, también en Baíña, que data de 1996, quedó en 2002 en manos de otro socio (Plansee), en 2005 este creó una alianza con Mitsubishi (PMG) y en 2011 la compró la alemana VVG. La fábrica sigue abierta y en manos de PMG.

Pero no siempre las desinversiones, la renuncia a proseguir en determinados negocios o la mera decisión de concentración de capacidad en las plantas más eficientes o mejor localizadas de la compañía se hace protegiendo el empleo local y la continuidad de las instalaciones que se abandonan. Ahora, Danone se ve espoleada por sus inversores a buscar rentabilidad y plantea, al menos, poner fin a su actividad en Salas a finales de año. Las multinacionales aportan estabilidad a la economía por su músculo, pero no suelen distinguirse por su apego al territorio si no han nacido en él y toman sus decisiones a miles de kilómetros de la región. Suman, así, dudas sobre su futuro que, en muchos casos, hasta desconocen los directivos españoles o asturianos hasta unos días u horas antes de que las noticias lleguen a la plantilla.

Chupa-Chups clausuró en 2011 su fábrica de Villamayor (donde nació el famoso caramelo con palo) cinco años después de que la compañía española hubiese sido adquirida por la italiana Perfetti Van Mell. La japonesa Suzuki se fue de Asturias en 2013, veintiséis años después de haberse hecho con el control de la gijonesa Avello, y canceló su factoría de motos de Gijón un año después de haberse quedado como único fabricante extranjero de motocicletas en España tras la fuga previa de otras transnacionales del sector. En 2014, el envasador español de Coca-Cola abandonó su planta de Colloto, creada en 1959, y otras en España como paso previo, impulsado por la multinacional de Atlanta, para converger en una fusión europea al año siguiente.

Sin embargo, otras multinacionales mantienen una posición prolongada, estable y sin grandes sobresaltos en Asturias. La lista es larga y hay nombres como Bayer, ArcelorMittal, AZSA, National Express (Alsa) o EDP... Las compañías transnacionales generan actividad y empleo, aportan tecnología, instauran sectores inexistentes en la región, atraen a nuevos proveedores y amplían el espectro de posibilidades para el territorio. Su actividad genera nueva actividad por la máxima del “dinero llama a dinero”.

En una región de larga tradición industrial pero reducida capacidad de emprendimiento, las multinacionales extranjeras son una valiosa contribución para sostener y prolongar la centenaria trayectoria fabril y productiva. Pero las compañías venidas del extranjero, o dirigidas desde allí, carecen en muchos casos de los anclajes y el efecto sede de las autóctonas y tienen menos acusado el compromiso territorial y emocional, y esto, en una economía abierta –en la que todas las plantas y todos los territorios compiten entre sí–, constituye un factor de incertidumbre permanente sobre su continuidad a largo plazo. Asturias debe pelear por atraer empresas, por crearlas y, también, por generar un clima que garantice la estabilidad de las compañías en la región.

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