Entrevista | Teresa Ribera Rodríguez Vicepresidenta tercera y ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico

Teresa Ribera: "No podemos asumir que las familias no enciendan la luz en casa por no poder pagarla"

"La limitación de los vuelos de jets privados está recibiendo un respaldo social creciente"

Teresa Ribera.

Teresa Ribera. / Toni Escobar

Marta Torres Molina

La ministra para la Transición Ecológica, Teresa Ribera, se lleva, obviamente, mal con los plásticos, confiesa cuando ve, sobre la mesa de la dirección insular, unas botellas de agua. Llega tras visitar las obras de la nueva depuradora y en nada tiene en agenda la presentación de los trabajos del tendido del cable submarino entre Ibiza y Formentera. Apenas tiene 35 minutos para la entrevista, de la que se quedan fuera, por una cuestión de tiempo, no pocos temas.

Estamos junto a sa Llavanera y sus continuos vertidos. ¿Por qué la nueva depuradora no se tramitó por vía de emergencia?

Se han ido resolviendo complicaciones sobrevenidas. Dos retrasos que han obligado a introducir cambios importantes por la disponibilidad de los terrenos y la aparición de restos arqueológicos, que es una constante en la isla. Si a eso le sumamos parar las obras durante el confinamiento, cómo ha cambiado la realidad laboral y la disponibilidad y precios de los materiales, me parece bueno que podamos completarla este año. Había una primera fase que se completó en 2020 y ahora entramos en la segunda, una intervención que facilita cosas muy interesantes.

¿Cuáles?

La primera, que pueda funcionar tanto en el formato de invierno, con menos población en la isla, como en formato de verano, con mucha más. Y la segunda, que se introduce un módulo que permite una reutilización. El agua es un bien precioso y es importantísimo que cuente con una excelente calidad en cada una de las etapas, aprovechar al máximo ese uso posterior para actividades con requerimientos diferentes.

El agua... ¿Qué hacemos con tantísima piscina?

Esto tiene mucho que ver con estilos de vida y ordenación del territorio, competencia del Consell. Es un debate abierto. Creo que Balears representa esa vocación de los ciudadanos por plantearse cómo conciliar una actividad que aporta muchísimo al PIB balear con las limitaciones físicas y el bienestar de los vecinos. En la utilización de agua para uso de recreo se han ido introduciendo limitaciones. El agua de las piscinas es ocupación de espacio, uso de agua y de energía para mantenerla limpia. Ha habido mejoras notables, pero es fundamental hacer un análisis de cómo priorizar aquello de lo que se dispone.

Otro debate: ¿Qué hacemos con el turismo de cruceros?

Barcelona y Balears están a la vanguardia en España en este debate. A diferencia de lo que ocurre en Venecia, donde hay una preocupación por la fragilidad del asentamiento de los palacios, aquí se trata de una presión sobre el territorio. Qué volumen de personas en un momento concreto se concentra en un espacio reducido y cuáles son sus consumos asociados y la gestión de la infraestructura y la logística del barco. Hay que ser exigente con los comportamientos ambientales, pero enormemente cuidadosos en el debate. Son debates legítimos, sensibles, que requieren de un consenso social muy amplio sea cual sea la decisión: mantenimiento o destrucción. Hay que contar con una información real sobre cómo se gestiona su llegada y los suministros a esas ciudades en miniatura que requieren gestión de residuos, alimentos, agua y consumo energético. Me parece llamativo estar asistiendo por primera vez en España a ese debate. Hasta hace relativamente poco se daba por bueno ocurriera lo que ocurriera y eso ya no es así. Hay una voluntad y una presión importante en el transporte marítimo, tanto de mercancías como en los cruceros, para mejorar los estándares. Uno de los grandes debates a nivel mundial es cómo construir corredores verdes en los que la exigencia respecto al combustible para evitar cualquier tipo de alteración o vertido sea mucho mayor e impulsar desde tierra lo que se califica como infraestructuras verdes. ¿Qué tipo de servicios se ofrecen en los puertos? ¿Dónde y en qué condiciones se cubren las necesidades de ese barco? Es un debate global.

Consenso social... Cuán largo me lo fiais.

Los consensos sociales son una mezcla de una evolución de patrones culturales y prioridades sociales con esa capacidad de facilitar debates informados. Y eso es responsabilidad de las instituciones pero también de los medios de comunicación. Ver las alternativas y las ventajas. Un consenso al cien por cien muchas veces es imposible, por eso es algo que se resuelve en las urnas.

Estamos empezando a ver contra los jets privados el mismo movimiento que contra los cruceros. La sostenibilidad parece que no va con los millonarios.

Efectivamente, desde el punto de vista de la intensidad de los consumos de combustibles tiene poco sentido. Son una parte pequeña de los vuelos, pero la intensidad es alta. Hay una tendencia a ser mucho más exigentes, a buscar hasta qué punto, si estamos hablando de personas que pueden pagar un precio mucho más elevado, pueden ser quienes financien la innovación en una aviación más limpia. Se habla de que haya una obligación de facto a invertir en soluciones más eficientes cuyas primeras etapas son mucho más costosas. Que sean ellos los que contribuyan en esa primera fase. Y hay otro debate que lo resuelve de una forma mucho más sencilla: una restricción objetiva, cuantificada de este tipo de vuelos.

¿Números clausus a los vuelos en jet privado?

Sí, diarios, semanales y con una limitación mucho más importante que es algo que está recibiendo un respaldo social creciente. Pensemos en el movimiento ‘permanece en tierra’ que encabezó Greta Thunberg. Se referían a cualquier tipo de vuelo, pero la presión contra los vuelos privados va al alza. No es sólo que las personas con menos recursos que viven en los países más pobres aportan mucho menos que un millonario. Es que buena parte de las sociedades medias de los países industrializados, también. Hay una presión importante para que quienes más tienen paguen el siguiente paso cualitativo en la aviación. Que sean estos vuelos y con este capital enorme lo que financie los ensayos y la aparición de nuevos combustibles o técnicas de vuelo que nos permitan generar soluciones alternativas a un sector cuyas emisiones crecen de forma muy importante. Aunque represente una parte pequeña del conjunto de las emociones globales.

Dar con estas alternativas, ¿es una cuestión de dinero?

Hay varias cosas. Acabar con los combustibles fósiles tiene mucho que ver con encontrar alternativas para nuestros consumos energéticos, térmicos, de generación de electricidad y para procesos industriales. Para algunos de estos ya hemos encontrado soluciones, tecnológicamente hay alternativas basadas en las energías renovables o en la electrificación de parte de la movilidad y de los consumos térmicos. Podemos producir electricidad de forma sencilla con energías renovables.

Pero no para los procesos industriales.

A la hora de la verdad sabemos que para estos no siempre es posible y que, incluso, en las alternativas con las que hoy contamos, la sustitución de todo el sistema es de tal magnitud y es tan compleja... No se trata de cambiar un tipo de planta por otro, es que las redes funcionan de forma diferente, las cualificaciones profesionales son distintas, hay seguridades que deben reforzarse... Lleva tiempo. El desafío es hacerlo a la mayor velocidad posible y para ello necesitamos impulsar otra alternativa: ser mucho más inteligentes en nuestros usos de energía. Impulsar el ahorro, la eficiencia. ¿Esto es cuestión de dinero? No necesariamente. Es cuestión de inteligencia. En muchas ocasiones, reducir el consumo requiere una primera inversión que se amortiza rápidamente. Edificios mejor aislados, transporte público no motorizado o motorizado pero electrificado... Todo esto no requiere más dinero, requiere un cambio en nuestra relación con la energía. Hay una segunda etapa pero aún no llegamos a cubrir el cien por cien de la descarbonización. Sabemos que buena parte del recorrido se puede resolver con tecnologías que ya conocemos. Pero para el resto hoy aún no tenemos respuesta.

¿Entonces?

Ensayamos las respuestas. Se habla de captura de CO2 para usos industriales, pero no lo tenemos desarrollado. Hay que testar qué significa. Tendremos que ver si es tan prometedor como parece y si los rendimientos son los que pensamos. Estamos asistiendo a un proceso en el que tenemos que desarrollar al máximo lo que sabemos que funciona y seguir invirtiendo y apostando por aquello que será imprescindible dentro de unos años, pero sobre lo que no estamos seguros de cuál será la combinación que dará más resultados. En todo caso, esa inversión es mucho más rentable, genera más beneficios y es menos costosa que esperar a que se resuelvan los problemas. Porque no se resuelven solos y llevan aparejados costes que tampoco estamos dispuestos a asumir. Pensemos en el pasado verano, ¿Cuatro meses al año con 45 ó 47 grados? Es espantoso. No había quien lo soportara.

Me siento muy ridícula reciclando mi bolsita llena de plásticos al tiempo que veo dos cruceros en el puerto y un jet a punto de aterrizar.

Lo entiendo. Es importante entender que cada cual, con arreglo a nuestra capacidad tenemos una capacidad de influir en nuestro entorno. Debemos ser responsables y hacerlo por convicción, no porque te exijan ser una heroína todos los días. Lo que puedes hacer tú no es lo mismo que lo que puede hacer un millonario con jet privado o una compañía internacional de cruceros con esas moles que se pasean por nuestros mares o una gran energética. Ahí el peso corresponde a las instituciones. Deben facilitar que el marco sea el adecuado. Como cuando hablamos del sistema fiscal, que todo el mundo entiende que debe pagar más quien tiene más recursos. Pues aquí pasa lo mismo. Debe contribuir más quien tiene más capacidad. Si computamos sólo las pequeñas medidas de cada uno es difícil tener éxito en la lucha contra el cambio climático. Pero si pensamos que sólo depende de las grandes corporaciones tampoco lo vamos a conseguir. No habrá presión ni contexto para que los gobiernos saquen adelante las normas que permitan ese cambio. En una sociedad compleja como la nuestra el papel de los ciudadanos es fundamental, tanto en su comportamiento como en la exigencia del comportamiento ajeno.

No encender la luz porque está muy cara no cuenta como medida de ahorro energético, ¿no?

Si se lo comentas a un economista te dirá que de eso se trata, que hay que incrementar la señal de precio. Y no es que no tenga razón es que no necesariamente eso es justo. La energía es fundamental para el bienestar y no podemos asumir que el motivo por el que no se encienda la luz es que las familias no la puedan pagar. No podemos asumir que una industria no tiene capacidad para afrontar esa factura, por lo que cierra o reduce producción y reduce, con ello, el empleo. Hay que encontrar el equilibrio.

¿Cómo?

Lo primero, con un consumo inteligente. ¿Necesito la luz encendida mientras duermo? ¿Dejo abiertas las puertas de mi tienda con la calefacción encendida con tres grados en la calle? No tiene sentido. Hay comportamientos que más allá de lo que representen desde el punto de vista de cuál sea el gobierno que las impulse, son de sentido común, van bien en la factura. Simultáneamente, creo que no se puede aceptar que el precio de la energía esté fuera del alcance de las familias y la industria. No se puede permitir que el precio de la energía acabe generando, por inacción, una recesión que nos empobrece a todos.

¿Entonces?

Tenemos que combinar todas las medidas que nos permitan ser eficientes en nuestros consumos, disponer de precios razonables y asegurar la cobertura social para quien no está en condiciones, en el supuesto de que el precio se dispare, de poderlo afrontar. Es lo que hemos estado intentando. Hemos combinado medidas sociales con incremento del volumen de electricidad o de consumo térmico cubierto con los bonos sociales, con la creación de uno especial, temporal, e introduciendo al mismo tiempo medidas regulatorias. Es decir, impulsando que el precio en el mercado sea más parecido al promedio y no, como se diseñó en los 90, al de la electricidad más cara de cada momento. En un momento en el que la electricidad más cara es carísima es un despropósito, sólo genera más beneficios para los que tienen un coste de producción más barato.

Pero se pagan muchos impuestos.

Ha sido otro gran debate, cómo se reduce la carga fiscal de los consumidores y cómo se incrementa la aportación en relación a los beneficios de las compañías energéticas, que se han incrementado.

¿Las energéticas nos toman el pelo?

Están acostumbradas a que su negocio está vinculado a algo que necesitamos todos y juegan con las reglas de cada momento. ¿Nos toman el pelo? No. O no lo sé. Hay que ser mucho más transparentes en cómo se conforman los precios y mucho más exigentes respecto a cuál es la rentabilidad razonable y el precio razonable para los consumidores. En una situación como la que estamos viviendo, una compañía que quiera fidelizar clientes lo tiene muy fácil ofreciendo una alternativa, una estabilidad que dé cobertura a sus clientes. Lo hemos visto en campañas en otros sectores y lo hemos echado en falta en esta situación de crisis de precios energéticos. El marco regulatorio de hace 25 años está pensado para una realidad que no es la de hoy. Resulta llamativa la resistencia de algunos a un cambio de ese marco. Con el actual siguen incrementando sus beneficios porque tienen unas alternativas de generación de electricidad muy por debajo de los precios que se marcan en el mercado.

¿Hasta cuándo seguiremos con la exención ibérica?

Espero que la reforma estructural del mercado eléctrico, con más renovables, la haga cada vez menos necesaria. Hoy por hoy aún no es una realidad, ni la reforma ni un nivel de penetración que nos permita hablar de un cien por cien de electricidad renovable. Es capital que esto se produzca cuanto antes. Mientras tengamos una volatilidad tan importante del precio del gas natural, en una situación en la que Putin ha hecho de la energía un arma de guerra contra Europa, vamos a reclamar aplicar esa exención para el conjunto de los consumidores de la Península Ibérica. La Comisión Europea lo entiende y hay un mandato para respaldar medidas excepcionales para afrontar la crisis energética hasta el 31 de diciembre, que es el escenario que manejamos. ¿La situación de crisis energética se va a prolongar más? Es posible. ¿Para entonces tendremos un marco regulatorio diferente? Si es así ya no necesitaremos seguir extendiendo este mecanismo excepcional. Mientras esto no sea así seguiremos trabajando.

¿En algún momento se dio la posibilidad real de que hubiera cortes de electricidad este invierno?

No. Nunca hemos tenido un problema de abastecimiento. Tenemos un sistema con un peso de las renovables muy importante, con una gran diversificación de proveedores de gas natural y una capacidad extraordinariamente flexible para atraer gas natural a nuestros puertos. No había un problema de abastecimiento, pero es obvio que nos planteaba problemas de precio. Que a nuestros vecinos les vaya mal y eso genere una tensión al alza en los precios suponía que ese precio se acabaría contagiando a nuestro mercado. Que coincidiera con un año extraordinariamente seco y cálido reducía la capacidad de generar electricidad a través del agua y de ofertar electricidad en el mercado portugués.

Y Francia con el problema de las nucleares.

Sí, eso nos obligaba a exportar a Francia, lo que explica por qué se ha incrementado el consumo de gas natural, que está destinado fundamentalmente a la exportación de electricidad a Portugal y Francia. Aquí el consumo doméstico ha caído. Eso también muestra lo vulnerables que somos en un escenario de cambio climático. Una pérdida tan importante de agua en un momento concreto con un incremento de las temperaturas supone un aumento de la demanda. ¿De qué forma se resuelve?

¿Cómo se resuelve eso?

Una de las grandes apuestas es desarrollar las tecnologías de almacenamiento. Cada vez vamos a ir más a un sistema eléctrico en el que el sol y el viento tendrán un peso muy importante y puede haber un momento en que no haya sol ni viento, o no en la proporción necesaria, y hay que poder ofertar electricidad. Hay que construir ese marco regulatorio que permita retribuir por tener esa energía disponible. Hay tecnologías que ya conocemos, como el bombeo en las centrales hidráulicas, que se retribuye como si fuera electricidad.

¿Eso es correcto?

En realidad debería computar de una forma diferente y no esperar al momento en que esté más cara la electricidad para bombear más. Hay centrales de ciclo combinado, de gas, que cada vez serán menos necesarias, pero que pueden ofrecer una garantía en determinados momentos. En algunos países empieza a haber plantas de baterías, no de generación, que acumulan y ofertan cuando se necesita, con una retribución bajita. Hay que encontrar el encaje en el sistema eléctrico porque será necesario en los próximos años.

¿Todo vale para potenciar las renovables? Lo digo por el decreto que exime de ciertos controles medioambientales a grandes parques fotovoltaicos que consumen espacios naturales y afectan a la biodiversidad.

Aquí creo que ha habido algunos malentendidos. Se persigue una tramitación más ágil, no menos garantía ambiental siempre que el proyecto sea en un espacio que no cuente con ninguna figura de protección ambiental, siempre que cuente con un permiso de evacuación a la red y, además, siempre que tenga un estudio de impacto ambiental completo con todos los requerimientos exigibles y con una capacidad de control por parte de la Administración que, si no lo ve claro, puede solicitar más información. Que no haya unos trámites de información pública abierta a todo el mundo salvo cuando la autoridad ambiental lo considere es el punto que ha suscitado más sensibilidad. Es lo que ha producido un poco más de alarma. «Si no hay información pública cómo me voy a enterar». Por eso es muy importante el papel de los ayuntamientos y de los equipos de control ambiental en las administraciones.

Pero hay un debate sobre los grandes parques fotovoltaicos.

Sí. Necesitamos cambiar nuestro sistema y por eso necesitamos más presencia de renovables. No es todo o nada desde el punto de vista de protección del espacio y la biodiversidad. Al contrario. Hay que ser muy cuidadosos. Hemos aprendido a hacer más compatible y con más garantías el sistema de despliegue de renovables. No basta con pensar que con los tejados ya nos vale. No es verdad. Iremos a un modelo en el que cada ayuntamiento determinará cuál es el suelo con un uso energético y sacará a concurso esa parcela. Estamos aprendiendo sobre la marcha, pero no hay una falta de control ambiental. El estudio de impacto y el control de la administración sigue siendo el mismo, los funcionarios de protección ambiental decidirán si se necesita algún trámite más. La alternativa, ¿cuál es? ¿Abrimos centrales nucleares? ¿Térmicas de carbón? Es muy difícil pensar en una economía que no consuma energía. ¿De dónde la sacamos? Los anclajes de los aerogeneradores son instalaciones temporales que en diez o 15 años se pueden levantar y no hay ni residuo nuclear, ni gente muriéndose en una mina, ni contaminación del suelo, ni valles anegados de agua, ni mala calidad del aire... [La ministra se tiene que ir, aunque accede a una última pregunta].

¿La veremos en una eléctrica, usando la puerta giratoria?

No. Eso es seguro. Fui Secretaria de Estado de cambio climático, he estado cinco años viviendo fuera de España. Hasta que volví al gobierno de Pedro Sánchez recibí varias ofertas de consejos de administración de varias empresas nacionales. Honestamente, no me interesa. Tengo claro cuáles son mis trincheras. Tengo varias, pero ésa no es una de ellas.

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