Juan Velarde, en sus memorias para LA NUEVA ESPAÑA: "Decidí hacer Económicas viendo 'Buffalo Bill', con Jean Arthur como 'Juanita Calamidad'"

"Ser empleado público te permite discutir críticamente, y ponerlo por escrito, y depender sólo del interés general"

J. Morán

Estas Memorias fueron publicadas por LA NUEVA ESPAÑA en varias entregas en abril del 2009

El economista Juan Velarde Fuertes, ( Salas, 1927) relata con enorme vivacidad los episodios de su vida. Con buena memoria y humor, repasó en 2009 para LA NUEVA ESPAÑA, aspectos aparentemente tan simples como la historia de sus gafas, esas de gruesos vidrios que eran parte de su imagen, pero que ya no usa, tras una reciente operación de cataratas. Pero las gafas, que ya usaba de muy niño, le recuerdan el comienzo de la Guerra Civil, cuando "a principios de julio de 1936 fui a graduarme a Oviedo y el óptico nos dijo que mandaría las gafas por correo. Vino la guerra, vino el cerco de Oviedo, etcétera, y cuál fue nuestro asombro en Salas cuando en septiembre vienen sacas de correo de Oviedo, que pasaban por el Escamplero, y el Pepe, el cartero, llega a casa con un paquetito. Y eran las gafas. Desde entonces admiro profundamente el servicio de Correos".

Los Velarde y los Fuertes. " Velarde es un apellido santanderino, y es mi bisabuelo Vicente quien funda la empresa en 1848, cuando el estallido económico de Asturias, después de terminar la guerra carlista, en 1843. Dentro de ese estallido, que en parte es el inicio de la industrialización asturiana, él se viene a poner en marcha una industria de productos lácteos y monta su tinglado en Salas y en Oviedo, donde, en la calle del Paraíso, 21, detrás de la muralla, estaba la casa de mi bisabuelo Vicente. Mi padre nació en Oviedo, en esa calle, y fue bautizado en la iglesia de la Corte. Otras tías mías nacen en Salas, por ejemplo, la madre de Juan Luis de la Vallina Velarde. El hijo de Vicente, mi abuelo Ladislao, fue del partido conservador y amplía la fábrica. Los Fuertes son de Cangas del Narcea, Tineo entonces. Un abuelo mío estudia la carrera de Farmacia y se va de boticario a Salas. Y allí sigue la farmacia Fuertes. Somos dos hermanos: yo y mi hermana Maximina, que se llama así por mi abuela Maximina Suárez Cantón, que se había casado con Ladislao. Ella y mi tía abuela María eran muy divertidas y organizaban bailes en su casa de Oviedo. Un día fue una chica muy mona, de la que todo el mundo decía en Oviedo que era en quien se había basado " Clarín" para diseñar a la protagonista de " La Regenta". Mi padre, cuando era jovencillo y estudiante, entró en el mecanismo de los jóvenes mauristas: lucha contra el caciquismo y renovación del partido conservador. Su padre, conservador, había sido diputado provincial en la diputación de Oviedo. Pero mi padre evolucionó y era de aquellos jóvenes turcos de Maura. Incluso su firma, como homenaje, tenía la misma rúbrica por encima que la de Maura".

Primer recuerdo político. "De joven maurista, mi padre pasa al Partido Reformista de Melquíades Álvarez, llevado en Salas por Corugedo. A continuación, al comienzo de la dictadura de Primo de Rivera, le hacen alcalde y se pelea con el gobernador civil, un militar. Deja la Alcaldía y en 1930, cuando cae la dictadura, vuelve a ser alcalde. Él encabeza la candidatura monárquica el 14 de abril de 1931. Ganan, pero no pueden tomar posesión. Recuerdo perfectamente aquel día, aunque no había cumplido cuatro años todavía. En la plaza del pueblo hay mucha gente delante del Ayuntamiento y la niñera que teníamos en casa, Concha, me sube a la parte de arriba de un banco para que vea bien. Y veo que tiran una cosa por el balcón del Ayuntamiento. “ Concha, ¿qué tiraron?”. “ El retrato del Rey”. Hubo un alarido. Es mi primer recuerdo político".

Muere Juan Velarde: la vida en imágenes del reputado economista asturiano

Muere Juan Velarde: la vida en imágenes del reputado economista asturiano / Departamento de Fotografía de LA NUEVA ESPAÑA

La comuna de Salas, en 1934. " La empresa de mi padre se viene abajo con las crisis de los años treinta. No hay posibilidades de competir con mantequilla que viene de Argentina y se arruina la familia. En 1934, en la Revolución de Octubre, recuerdo que vi cómo se izaba en el Ayuntamiento una bandera roja y se retiraba la tricolor. Y se decide que se suprime la moneda, y cada uno irá a las tiendas según sus necesidades. Se instalaba el comunismo. Recuerdo ir con Concha a la compra y ver que en las tiendas anotaban. No había transacción, pero todo quedaba anotado. La comuna de Salas duró tres días, hasta que llega la columna de Galicia, la de López Ochoa. Por si había tiros, en casa nos pusieron en un pasillo que no daba al exterior. Allí, con una mesa, empecé a leer el “ Quijote”. A veces me aburría, pero muchas partes me apasionaron. Un día estoy jugando en casa y me asomo a un balcón, y veo masas de camiones con soldados, que eran esa columna de López Ochoa. Volvió la normalidad, pero sabíamos lo de la capital, y recuerdo haber hecho algún dibujo de niño con Oviedo incendiado. Luego nos enteramos de que el pobre tesorero de la UGT, que era un sastre, no había podido dormir durante la revolución porque tenía en casa, en sacos, todo el dinero que habían requisado en los bancos. Un saco con lo del Banco Herrero, otro con lo del Banco Asturiano, y así". 

La dignidad de los obreros. " Llega la Guerra Civil de 1936 y matan a cien personas en Salas al comienzo de la contienda. Salas era zona republicana, y liquidaron a un montón de personas, pero a mi padre no le hicieron nada, ni siquiera le buscaron. Tiempo después, hacia el año 1940 o 1941, yo iba como crío a una tertulia de gente mayor, de antecedentes socialistas o republicanos. Era en una frutería. Me sentaba allí a escuchar y un buen día pregunté: “¿ Por qué no fusilasteis a mi padre?”. “ Pues te lo vamos a decir: porque en la fábrica jamás atentó a la dignidad de los obreros”. En aquellos años, no había seguro de enfermedad, pero cuando algún obrero se ponía enfermo, o algún familiar cercano, aparecía en la casa un criado con un sobre en blanco y con dinero para pagar las necesidades más inmediatas. Que no se le ocurriese al obrero ir a darle las gracias ami padre. “ Yo no sé nada de eso; usted a trabajar, que está perdiendo el tiempo”, le decía. Yesa ayuda se sabía que llegaba siempre, y no, él no pedía nada a cambio. Cuando se montó la UGT, se inhibió absolutamente y no se opuso a que estuviesen sindicados los obreros de la fábrica". 

Una broma sangrienta. " Recordé entonces una anécdota que había vivido de pequeño. Nuestra casa tenía detrás una huerta y los obreros de la fábrica iban a trabajar en ella, y se les daba, además del jornal, un duro. Un día estaban allí dos o tres obreros que habían sacado sus tarteras y se habían puesto a comer. Yo era un crío como de 5 años. Se me ocurrió una broma genial. Cogí una botella de agua y se la di: “ Aquí tenéis una botella de vino que mi padre os manda”. “ Muchas gracias”. La abrieron y…“¡pero si es agua. Ja, ja, ja!”, se rieron. Entré a casa y a la hora de comer lo cuento muy risueño. Recuerdo la cara de mi padre. “ Se han reído y te han aguantado esa broma sangrienta porque tú eres el hijo de quien dirige la fábrica, y con eso has atentado a su dignidad. Vas a pedirles perdón y a llevarles una botella de vino, y vas a estar castigado un montón de tiempo”. Me echó una bronca horrorosa. Yal contar esto en la tertulia me dijeron: “ Por eso no lo fusilamos”, pese a sus antecedentes políticos". 

El final de guerra, en 1946. " Ya digo que en Salas hubo cien muertos al comienzo de la guerra, de las derechas o el cura del pueblo. Eso crea una tensión tremenda. Una represión muy fuerte. Y después hubo una contrarepresión segura, cuando llegaron los nacionales y trajeron los primeros presos del bando republicano, y hubo fusilamientos. ¿ En qué cifra? No lo sé. Pero para los de otro bando se puso una lápida de los caídos y delante de ella presencié un suceso en 1946. Yo estaba pasando el verano en Salas. Había ido a la milicia universitaria el año anterior. Hubo una marcha que dirigía López Cancio, del Frente de Juventudes. Fue delante de una Cruz de los Caídos. Dice Cancio: “ Los camaradas fulanito y zutanito colocarán una corona en honor de los caídos”, y un chico sale da la formación, se cuadra delante de Cancio y pregunta: “¿ Por qué caídos vamos a poner la corona?”. Y Cancio tuvo una reacción muy buena y respondió: “ Por todos los que murieron limpiamente por España”. Y dice el chico: “ Entonces la puedo poner porque mi padre murió en el bando republicano”. Al presenciar aquello pensé para mis adentros: “ Hoy he visto el final de la Guerra Civil”". 

El fusilamiento de Leopoldo Alas. " Salas cae en septiembre de 1936, muy poco antes de abrirse el pasillo nacional hacia Oviedo. Luego hubo una batalla en Cabruñana, y la ocupación de Grado, y el pasillo. Salas se convirtió en cuartel general de Aranda, porque no estaba en primera línea del frente, pero muy cerca. Estaba a cuarenta y tantos kilómetros, y a una hora de coche de Oviedo. Grado, en cambio, estaba muy en primera línea. Mi padre llega un día a casa diciendo: “ Lo fusilan, lo fusilan”. Sucedía que el despacho que tenía en casa, de estilo español, se lo había ofrecido voluntariamente a Aranda, y basándose en eso mi padre fue a visitarle. La casa del cuartel general tenía debajo los almacenes El Siglo y arriba el despacho de Aranda. Y va a verlo para pedirle que no fusile a Leopoldo Alas, el rector de la Universidad, hijo de “ Clarín”. Mi padre era muy amigo desde niño de Ricardo, un hermano de Leopoldo. Iba con los hijos de “ Clarín” a su casa y recordaba haber visto por una rendija cómo el escritor hacía ejercicios de florete, porque se tenía que batir al día siguiente. El día que fue a visitar a Aranda, mi padre vuelve a casa y dice: “ Lo fusilan, lo fusilan; ha dicho que no hay nada que hacer”". 

Escenas de guerra. " En Salas siguió habiendo ambiente militar. La Colegiata fue almacén de armas y el Hospital de Sangre se había instalado en el palacio de los Condes de Toreno. Yo iba con un amigo, que después estudiaría Medicina. Teníamos unos 10 años. Entramos al hospital y en esto sale un sanitario de una sala y nos da un paquete y nos dice: “ Enterrad esto en cualquier sitio”. Lo cogimos. “¿ Qué será esto?”. Lo abrimos y era un brazo. Nos quedamos impresionados, y lo enterramos muy poco, de aterrados que estábamos. Hay un día en el que se produce una infiltración de tropas republicanas desde unas colinas próximas. Intentaban cortar la carretera. Cerca de casa, en unos maizales, colocaron unos cañones para detener la infiltración. ¡ Qué más queríamos los críos! Nos fuimos al lado de los cañones y al principio nos pusieron un palo en la boca, y luego lo tiramos. Estábamos allí al lado, viendo cómo disparaban los cañones e iban alargando el tiro. Aquello era una pura insensatez, tener a críos a lado de los cañones, pero son escenas de la guerra. Otro día hubo otra infiltración, porque no había un frente seguido. De pronto, por la carretera, la calle principal de Salas, empezaron a silbar las balas. Era la hora de salir para el colegio. Mi padre estaba en lo que se llamaba segunda línea y hacía guardias, para pedir pases a los coches que pasaban, o cosas así. Con aquello de las balas se viene hacia la casa, a refugiarse, y se encuentra con toda la familia diciéndole que no puede abandonar el puesto de guardia. “ Pero si hay balas, no seáis insensatos; yo no hago nada poniéndome ahí”. “ Pero no puedes abandonar, no puedes abandonar…”, le repetía la familia". 

Muere Juan Velarde: la vida en imágenes del reputado economista asturiano

Muere Juan Velarde: la vida en imágenes del reputado economista asturiano / Departamento de Fotografía de LA NUEVA ESPAÑA

El colegio Valdés. " Estudio en Salas, en el colegio Valdés, que había sido creación de mi padre cuando fue alcalde. Era una especie de cooperativa que montó el Ayuntamiento con dinero de bienes comunales. Pagaba una serie de becas a los chicos más listos de las escuelas. Becas que eran para matrícula, libros y para estar en el colegio. Con aquel bloque de becas se cubrían los sueldos de los profesores, del director, el alquiler, etcétera. El Ayuntamiento nombraba al director, que nombraba a los profesores. Cuando llega la Guerra Civil, quedan represaliados catedráticos de instituto e incluso profesores de la Universidad. Allí se les ofrecía un sueldo aceptable y de pronto tuvimos un cuadro de profesores impresionante, en ese período de 1936 en adelante. Nunca se me olvidará don Francisco Luque, que luego volvió a la Universidad de Oviedo, cogiendo una tiza pequeñita. En aquellos años no había todavía bombas atómicas, pero él nos explicaba la ecuación de Einstein y nos decía: “ En esta tiza hay energía suficiente para barrer toda Asturias”. Y el profesor de Filosofía nos dibujaba el cerebro y nos explicaba: “ Aquí está la censura, éste es el consciente y éste el inconsciente”. Y Santiago Santander nos habló de los místicos. Ya digo, unos estudios de altura, de modo que llegué a Madrid, al Instituto Ramiro de Maeztu, pasé a ser un alumno destacado. Había un alumno grande en cada caso. José María Valverde, en Latín; José Ángel Cerrolaza, uno de los grandes de la energía atómica en España, en Física y Química. Y yo era grande en Biología. Entré en el grupo de los grandes viniendo de un colegio de pueblo y no me encontré desplazado, porque el Ramiro de Maeztu era superelitista. Terminé el Bachillerato en Madrid, con premio extraordinario. Fueron seis años en Salas y uno en el Ramiro de Maeztu". 

Traslado a Madrid. " Mi padre pasa a ser alcalde de Salas. No es el primero después de la guerra, sino a continuación, y lo es hasta el año 1941, cuando consigue un puesto de trabajo en Madrid, pensando en el futuro de la familia. Era empleado en una empresa de material ferroviario, en Villaverde. Vivíamos en la zona de Vallehermoso, en la actual calle de Filipinas, que antes se llamaba Diagonal, enfrente del viejo cementerio de San Martín, que en la guerra quedó liquidado. Recuerdo que la gente vivía en los nichos del cementerio, y en los panteones. Yo veía salir un policía armado todas las mañanas de un panteón. Aquello pasó a ser el estadio de Vallehermoso. Desde allí voy todos los días al Instituto Ramiro de Maeztu, y después a la Universidad, a la calle de San Bernardo, donde estaba la Facultad de Económicas. Empiezo en la primera promoción de Económicas en el curso 1943-44". 

Gracias a " Buffalo Bill". " Empecé Económicas como consecuencia de ver una película. Dudaba qué estudiar, y como nazco el 26 de junio de 1927, cuando me voy a matricular para la reválida, tras terminar séptimo curso en el Instituto, me encuentro que no sé quién demonios había establecido que la matrícula tenía que ser con los 16 años cumplidos. La matrícula terminaba el 15 de junio y no me pude matricular. Me faltaban unos días. Entonces me paso el verano en Salas, en casa de un tío mío, Faustino Fuertes, el boticario. Es esa edad..., veía a amigos míos en guatequillos en casa de amigas, pero yo tenía que seguir revisando las asignaturas mientras ellos lo pasaban bien. Pasé un verano fastidiadísimo, estudiando para la reválida de septiembre. Un día tiré los libros y me fui a casa de mi prima, María Cristina, a bailar con los amigos, con música de gramófono. Vuelvo en septiembre a Madrid y hago la reválida con premio extraordinario, con lo cual podía matricularme en cualquier carrera gratuitamente. Pienso en estudiar Medicina, o Derecho, o una ingeniería. No sabía qué rayos estudiar. Y voy a ver la película “ Buffalo Bill”, porque yo tenía dos actrices preferidas: lamorena, Paulette Goddard, y la rubia, Jean Arthur. Habían estrenado “ Buffalo Bill” con Gary Cooper y Jane Arthur, en el papel de Juanita Calamidad. Estoy viendo la película y al lado está un compañero de Instituto. “¿ Qué vas a estudiar?”. “ No lo sé”, contesto, y el me dice: “ Mi padre –que era estadístico facultativo–, se va a matricular en una carrera nueva que se llama Economía, con muchas Matemáticas; hay que matricularse ahora, pero el curso empieza en enero, porque hay que montar bien la Facultad”. “¿ En enero?”, pensé, “ Pues ya tengo los tres meses de vacaciones que no he tenido”. Tuve que convencer a la familia y aceptaron a cambio de que fuera a una academia de preparación de ingenieros, que se llamaba Navarro Alicart y no cobraba a los que tenían premio extraordinario. Esos tres meses fui a la Navarro Alicart y a la Biblioteca Nacional porque me apeteció meterme por Cornellana y por la historia de los Benedictinos en Asturias. Yo era un crío de 16 años recién cumplidos, metido en la sección de libros raros, con serios investigadores, pidiendo obras de Benedictinos y pasándolo muy bien"

Monopolios nacional-sindicalistas. «Ya en la carrera de Económicas, don Valentín Andrés Álvarez, que explicaba Teoría Económica en primero, nos enseña que el nacional-sindicalismo, según el cual tiene que estar todo ordenado en grandes sectores, es un sistema de monopolios y, por tanto, tendríamos que estudiar mucho sobre la competencia imperfecta y la competencia monopolística, con todas las irregularidades y trastornos que se originan. Esto fue publicado por la delegación del SEU (Sindicato Español Universitario). Nos estaba explicando que había que mirar aquello críticamente. Dentro de un ámbito falangista, por supuesto, había toda una serie de personas de la Facultad que empezamos a preguntarnos: «¿Esto, no habría que cambiarlo?». Es decir, esto del nacional-sindicalismo ¿tiene base seria o no? Entonces, se produce una especie de línea de derivación intelectual. ¿La crítica al capitalismo de Falange debe llevarse por ese camino y no por otro? Éste es un sendero por el que fuimos nosotros, pero desde la Facultad y como consecuencia de estudiar Economía. El proteccionismo había comenzado con Cánovas; se acentúa durante toda la restauración y luego, como consecuencia de la gran depresión, la República lo incrementa de una manera tremenda. Y aquello era lo que seguía sucediendo en la España de entonces. Además, habíamos estudiado en la Facultad el ensayo de Perpiñá Grau «De economía hispana», en el que explica que uno de los frenos a la actividad económica era el aislamiento. Aquello había que borrarlo».

Tras la economía de guerra. «La primera recensión crítica que hago en mi vida, en 1948, es al libro de Pedro Gual Villalbi, "Política de la producción", que seguía esa línea. Fue en la revista de economía que dirigía Eduardo del Río en Sindicatos y la crítica es feroz. Gual Villalbi me contesta de una manera violentísima y me propongo responderle. Me encuentro con don Valentín Andrés en un pasillo de la Facultad. Yo ya era un ayudantillo de la Facultad y pregunta si voy a contestar. "Sí pensaba". "¿Tiene usted el texto?". Pensé que me lo pedía para mandarme suavizarlo, pero lo lee y me dice: "Muy bien, mándelo usted, pero yo sería todavía más duro". El modelo español no servía en absoluto. Había terminado la economía de guerra y en 1947 es el final del bloqueo político a España porque ha comenzado la guerra fría y entonces el país tiene que ser aliado. Se abre la frontera francesa, el partido comunista deja de estar en el Gobierno de Francia, etcétera. Hay cambios y, como consecuencia de ello, la economía española empieza a desarrollarse. Pero ¿con ese modelo que iba camino del fracaso? Ésa era nuestra crítica continua a lo largo de ese período».

El grupo de Economía del «Arriba». «En ese momento me piden que dicte el discurso de inauguración de curso en las academias profesionales del SEU, estudios universitarios nocturnos para que pudiera seguirlos la gente que trabajaba. Yo había pasado a ser profesor de Economía Española en la academia San Vicente Ferrer. Era el primer carguito que tenía aparte de ser ayudante en la Facultad. Preparo el discurso con el título "Sobre la decadencia económica de España", sobre factores como la política monetaria, el Banco de España, la política de exceso de gasto público, el sistema tributario de producto y no personal, el proteccionismo, etcétera. Cuando doy aquella conferencia inaugural, me llama Ismael Herraiz, director del periódico "Arriba", y nos encarga a un grupo lo siguiente: "El periódico necesita una buena sección de Economía; tenéis que hacerme un bloque de economía". Y lo formamos Enrique Fuentes, Gonzalo Arnaiz, Agustín Cotorruelo, Manuel Gutiérrez Barquín, José Mira, Carlos Muñoz Linares, etcétera. Los catedráticos nos apoyaban de una manera tremenda. Comenzamos en 1953 y la parte más conservadora del régimen nos miraba con ojos atravesados».

Muere Juan Velarde: la vida en imágenes del reputado economista asturiano

Muere Juan Velarde: la vida en imágenes del reputado economista asturiano / ¡

Dictaduras para cierto tiempo. «Por otra parte, empezamos a postular en aquel tiempo que el sistema político tenía que ser abierto, con sistema de partidos. Esto lo decíamos el grupo de la revista "Alférez", que tenía un asturiano de doctrinario, Rodrigo Fernández Carvajal. Postulaba que las dictaduras tienen que dar paso a un sistema constitucional. Las dictaduras son para cierto tiempo, para poner orden, etcétera. Aquello era muy raro, visto históricamente».

La ruina de los montepíos. «El grupo de la sección de Economía del "Arriba" manteníamos polémicas con ministros. Por ejemplo, le cayó muy mal a Girón que criticáramos los sistemas de capitalización de los montepíos laborales. Había que cambiarlo de arriba abajo. Con el dinero de los montepíos se pagaba la construcción de la Universidad Laboral de Gijón, por ejemplo. Uno de los nuestros, Alfredo Santos Blanco, ya en el Ministerio de Trabajo realizó un dictamen de cómo se arruinaba el sistema de los montepíos, aguado como consecuencia de la inflación. Del sistema Bismarck se pasa al sistema Beveridge, el inglés que en 1942 monta el sistema de reparto de la Seguridad Social inglesa».

Fin del proteccionismo. «El gran cambio se produce en 1953, año de los acuerdos con EE UU, con la visita de Foster Dulles a Franco. Hasta entonces, el proteccionismo se originaba por la política de neutralidad internacional. Ya Cánovas decía que España corría el riesgo de desaparecer entre los líos europeos y, por tanto, tenía que ser neutral, y para ser neutral tiene que producir un poco de todo. Era más caro, pero era el pago para no desaparecer. Ese proteccionismo integral y la neutralidad se rompe en 1953, cuando decidimos embarcarnos en una política en medio de Europa: somos aliados».

Un consejo de Carrero. «El gran cambio de la economía española es en 1953, año de los acuerdos con EE UU. Ya no teníamos que ser proteccionistas, pero se mantuvieron situaciones de proteccionismo e intervencionismo. Acerca de ello, y años después, tuve diferencias con Carrero Blanco cuando me encargaron el plan de desarrollo de Guinea Ecuatorial. Había publicado unos artículos sobre tinglados financieros como el de la Transmediterránea, que tenía un contrato para cubrirle los costes de que los buques llegaran allí. Me llamó Carrero: "Velarde, ¿usted tiene un seguro para decir estas cosas?". "¿Cómo un seguro?". "Mire usted, los militares, cuando criticamos algo, es porque nos han pedido que lo hagamos, y a usted nadie se lo ha pedido". "Don Luis, es que yo tengo un seguro: soy catedrático de Universidad, y si me dicen que deje el plan de desarrollo, me voy a mis clases y se acabó"·. "¡Ay, Velarde, Velarde!, piense que le he dado un buen consejo"».

Paga, barrera y boda. «Estoy en la Universidad desde 1947, primero como ayudante de clases prácticas de José Miguel Ruiz Morales. Se nos pagaba un cantidad pequeñísima al año, de una vez, pero me permitió invitar a la chica con la que me casaría en 1956, Alicia Valiente Pita de la Vega, a una barrera en la plaza de las Ventas. Era de sol, pero como estaba el día nublado, ella no se enteró. Ella estudió también Económicas y una vez le dijo Fraga en clase: "Señorita Valiente y Pita de la Vega, ¿no le da vergüenza apellidarse así? Sepa que los Pita da Veiga quitaron la espada a Francisco I en la batalla de Pavía, y etcétera, etcétera; siéntese usted". La causa era que un antepasado suyo, Teodoro Pita de la Vega, era liberal y no quiso llamarse como su hermano, que era carlista, y castellanizó el apellido. Sobre mi mujer tengo otra anécdota. En un encuentro del Fondo de Cultura Económica, en México, aparece el agregado comercial de la Embajada de España: "¿Tu eres Velarde? Me han dicho que te casaste con Alicia Valiente; pero si era la chica más guapa de la Facultad". "¿Y qué quieres que haga?". Aquel señor parecía irritado por mi boda».

El «error Girón». «Entro en 1951 en el Cuerpo Nacional de Inspección Técnica de Previsión Social. Y, al mismo tiempo, en la sección de estadística del Consejo Superior Bancario, cuyo director era Luis Olariaga, uno de los grandes economistas, con quien me apetecía mucho colaborar. En 1957 se produce la caída de Girón, como consecuencia de lo que nosotros llamábamos el "error Girón": subir los salarios para tratar de cortar las protestas sociales, un peronismo a medias con el que se organizó un cisco del demonio. Se va Girón y llega a Trabajo el ministro Sanz-Orrio, junto con Jesús Romeo. Yo paso a jefe de la sección de economía y estadística del Ministerio de Trabajo, y desde allí controlamos la "Revista de Trabajo", con lo cual desde muchos campos estábamos opinando sobre el cambio de modelo económico. Lo decisivo fueron otras cosas, por supuesto, pero nosotros hacíamos lo que podíamos. Y fui testigo del gran cambio, y éste será el título de un posible libro de memorias que esta sólo iniciado».

Muere Juan Velarde: la vida en imágenes del reputado economista asturiano

Muere Juan Velarde: la vida en imágenes del reputado economista asturiano / Departamento de Fotografía de LA NUEVA ESPAÑA

Vocación de funcionario. «Siempre fui muy funcionario. Cuando aprobé las oposiciones Olariaga me dice que me ha encontrado una plaza en el Banco Hispanoamericano. "No, yo quiero ser funcionario público; es mi vocación". Yo creo que en este momento debo de ser el funcionario público más viejo de España, en el sentido de que entro en 1951 y sigo y sigo, porque paso de un puesto a otro y a otro. Veo en el funcionario: uno, el poder discutir críticamente todo lo que a uno le da la gana; dos, poder ponerlo por escrito, y, tres, no depender más que del interés general. No me siento vinculado con el interés privado; lo respeto y creo que está muy bien actuar en el mundo empresarial. Sólo he estado en un consejo de administración: en el Banco de Crédito Industrial, que era un banco oficial».

El «caso Matesa». «Estuve en ese consejo después del "caso Matesa", que por una ironía casi lo descubro, pero no lo descubrí, quizás por tonto. Estaba en Trabajo y el ministro era Jesús Romeo. Y me dice: "Oye, voy a dar un discurso en la Feria de Muestras de Barcelona y me han dicho que hay un señor que exporta cantidades gigantescas a América latina mediante la firma Matesa; a lo mejor está bien que hable bien de un exportador". Por casualidad me habían llegado entonces las balanzas comerciales de Colombia y de Perú, y, supuestamente, Matesa realizaba una exportación tremenda de máquinas textiles para esos países, pero voy a las balanzas y no había nada, con lo que le digo a Romeo: "Mira, aquí no aparecen máquinas de ésas en Perú y Colombia, y como no puedes dar datos, yo que tú lo quitaría, para no hablar en el aire". Cuando después se descubre el caso, me dije: "¡Ahí va!, yo lo había visto y no lo vi"».

La baja corrupción del régimen. «Pese a Matesa, la corrupción durante el franquismo tuvo un nivel más bien bajísimo. Si se llama corrupción a ciertas decisiones no perfectamente racionales de la política económica, por ejemplo, levantarle una torre de homenaje a no sé quién, lo hubo, pero eso no es exactamente corrupción, sino mala asignación de recursos. Hay una anécdota sobre la austeridad de la Administración. Estaba yo en mi despacho del Ministerio de Trabajo, en Nuevos Ministerios, y le pido al ordenanza un vaso de agua. Al cabo de tres cuartos de hora no había llegado el agua; vuelvo a tocar el timbre y me dice: "En cuanto termine de beber el señor ministro se la traigo". Había sólo un vaso, porque Sanz-Orrio había impuesto unas medidas tremendas».

Un informe al cajón. «Hay otro suceso revelador con Girón. Estábamos inspeccionando la Caja Nacional del Instituto de Previsión y encontramos una serie de galimatías. Hacemos un informe feroz y nos llama Girón. "Queridos amigos, quiero decirles a ustedes que he leído el informe. Los felicito, espléndido. Por causa de eso he dado orden de que conste felicitación en su expediente personal, y de mis fondos reservados les he asignado a cada uno de ustedes mil pesetas. Y ahora, vean lo que hago con este informe". Abre un cajón y lo echa dentro. "Ahí queda; esto es reservado". Salimos de allí murmurando, pero en el Consejo de Ministros siguiente fue destituido todo bicho viviente en los altos cargos del Instituto de Previsión y, después, más abajo, hubo una sarracina tremenda. No querían hacer escándalo, pero las consecuencias fueron las mismas. Esto lo vi yo en primera fila». l Un dólar de salario mínimo

«Trabajé con Romeo en la creación del sistema de Seguridad Social. Fue apasionante hacer todo aquello. Colaboré en meter las cuentas de la Seguridad Social en la contabilidad nacional, y en crear un modelo econométrico para ver de qué manera la política del salario mínimo encajaba con los equilibrios del país. Fue entonces cuando salió el salario mínimo, de sesenta pesetas, que eran un dólar. A continuación, viene Licinio de la Fuente y sigo un tiempo con él, pero después paso de secretario general técnico al Ministerio de Planificación y Desarrollo, con Cruz Martínez Esteruelas, y voy con él después a Educación».

La dimisión-destitución. «En 1982 estaba en el Instituto de Estudios Laborales y de la Seguridad Social, hasta el Gobierno socialista. Pensé que querrían nombrar a los suyos y pasé a ver al ministro de Trabajo, Joaquín Almunia: "Vengo a presentarte la dimisión, ministro". "No, soy yo el que te destituye". "Muy bien, diré para siempre en mi currículum, cuando me pregunten, que al llegar los socialistas al poder me destituyeron". Y entonces me dijo: "No seas cabrón", a lo que repliqué: "Tú me lo has puesto en bandeja". Yo, que soy muy poco imaginativo, tuve aquella frase, que me salió redonda».

Un tribunal un poco raro. «Aparecen las disposiciones de incompatibilidad y vuelvo a la Universidad, hasta la jubilación, que coincide con el nombramiento para el Tribunal de Cuentas, presentado por el PP, aunque me apoyó muchísimo María Teresa Costa, del PSOE. El Tribunal es un sitio un poco raro dentro de los órganos constitucionales. Hay discusiones muy técnicas, y dos y dos no son cinco. De los asuntos importantes, sólo vi en el "caso Filesa", que se resolviera por el voto de calidad del presidente, que se quedó aterrado. Antes de aquello fui a dar una conferencia a Santiago, invitado por el arzobispo de entonces, Rouco Varela. Llego y veo muy contento a Rouco, que me dice: "Hay ahí mucha gente de la televisión que quiere hablar con usted; se ve que esto se ha anunciado bien". Entro y todo son preguntas sobre Filesa. "De asuntos en trámite no hablo, vengo a hablar de la encíclica Centesimus Annus". Salen todos y veo a Rouco, que entra: "¡Pero qué ha hecho usted, que se marchan todos!". Ahí sigo, en el Tribunal de Cuentas».

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