La remontada del peso industrial en la región: Asturias vuelve a puestos de cabeza

La región retorna al cuarto puesto tras haber caído al décimo con el covid l El sector recupera una tasa de aportación al PIB superior al 20%

Planta de Arcelor.

Planta de Arcelor.

Javier Cuartas

Asturias ha vuelto a recuperar una posición preeminente en el «ranking» de las regiones con mayor peso industrial del país tras el fuerte retroceso que experimentó el sector secundario en la región en 2020 coincidiendo con los efectos recesivos de la pandemia.

Según los último datos disponibles, correspondientes al cierre de 2021, Asturias vuelve a aparecer como la cuarta comunidad autónoma con una mayor contribución de la industria al producto interior bruto (PIB), con un peso del 21,1%, lo que supone 5,8 puntos porcentuales superior al promedio español (15,3%) y 1,1 puntos por encima del objetivo que había establecido la Comisión Europea (20%) para 2020.

Pese a que en 2020 gran parte de la industria asturiana fue considerada «esencial» en los decretos de confinamiento para contener la pandemia del coronavirus, la participación de la industria en el PIB regional se descolgó ese año por debajo del 20% hasta situarse en el 17,2% del PIB, con lo que Asturias retrocedió seis puestos y se situó como décima comunidad por la contribución del sector secundario a la generación de riqueza de cada región.

Los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), correspondientes a 2021, sitúan al Principado solo por detrás de tres regiones tradicionalmente punteras: Navarra (28,4%), La Rioja (23,6%) y País Vasco (22,9%).

Se trata en todo caso de participaciones relativas y no de valores absolutos, de modo que el mayor o menor componente industrial en el PIB de cada territorio no está determinado solo por el poderío fabril propiamente dicho, sino también por la mayor o menor fortaleza de los otros sectores de actividad, de modo que pudiera darse el caso de que una región con menor actividad fabril aparezca como más industrializada si la suma de la construcción, el conjunto de los servicios y el sector primario fuesen más débiles que en aquel otro territorio con el que se compara.

No obstante, se considera que un mayor peso industrial, y sobre todo por encima del 20% del PIB, es un factor de solidez y robustez económicas, y una garantía de mayor fortaleza frente a las crisis, así como condición para un empleo de más calidad y mejor remunerado. Esto no impide que haya regiones con bajísima propensión fabril por su altísima dependencia de los servicios, como es el caso de Madrid –con una contribución industrial de sólo el 9,9%, la tercera más baja de España, tras Canarias y Baleares– y que hayan encontrado en esta superespecilización en el sector terciario su modo de vida y su modelo de desarrollo.

Industria manufacturera.

El elevado peso del sector energético asturiano, pese al cierre de dos de las térmicas de la región (Lada y Soto de la Barca), y la aún significativa contribución de la minería, a pesar de la casi desaparición de las explotaciones carboneras, explica que la participación específica de la industria manufacturera en el PIB regional sea más discreta: Asturias ocupa el noveno lugar, con una contribución al PIB del 13,6%, lejos del 24,4% de Navarra (la región de cabeza) pero, aun así, superior en 2,1 puntos porcentuales al promedio español (11,5%).

«Stock» de capital.

Un estudio que acaba de difundir la Fundación BBVA y el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (IVIE) sobre el «stock» de capital de las comunidades autónomas vuelve a poner de manifiesto que Asturias se mantiene en puestos de cabeza. En este caso ocupa el quinto puesto del país, con una aportación de la industria al conjunto del capital neto de la región del 13,57%, por detrás de Navarra (20,77%), País Vasco (15,50%), Aragón (14,64%) y Castilla y León (14,34%). El capital neto de las comunidades es el resultado de la acumulación de inversiones realizadas a lo largo del tiempo y también de la depreciación de los capitales existentes.

Aunque se observa que los capitales localizados en Asturias han perdido peso desde 1995 en todos los activos y sectores, esta merma de peso relativo de la comunidad sobre el conjunto es más llamativa en el caso de la industria y de la agricultura y pesca. En el caso de la industria no solo ha podido influir la creciente terciarización de la economía, con el avance de los servicios, sino también que a finales de los años 90 y primeros 2000 aún persistieron los coletazos de las reconversiones industriales que empezaron en los años 80, caso de los cierres más tardíos de explotaciones mineras, a las que han seguido más recientemente las de algunas centrales termoeléctricas y el cese de actividad de Alcoa.

No obstante, el informe de BBVA e IVIE sobre la composición sectorial de la inversión constata que mientras entre 1995 y 2008 la industria captó el 17,8% del total en Asturias , en el periodo 2009-2021 alcanzó el 23,5%, lo que supone una mejora de 5,7 puntos porcentuales, mientras que el promedio español siguió por debajo (pasó de 14,7% al 19,4%) y la progresión también fue menor: mejoró en 4,7 puntos, uno menos que en el Principado.

En todo caso el proceso de terciarización es muy relevante, en consonancia con lo que ocurre en el común de las sociedades avanzadas, y de modo más nítido desde el gran proceso de hiperglobalización, que tendió a la integración de los mercados, la especialización productiva en virtud del viejo principio de la ventajas comparativas y la deslocalización de muchos procesos manufactureros a países de bajo ingreso y menores costes laborales y productivos.

En 1998, la industria aún aportaba el 28,4% del valor añadido bruto (VAB) de Asturias, pero el proceso declinante se remonta a los primeros años 60 con el franquismo y la apertura de la economía española.

La llamada hiperglobalización está ahora en revisión parcial tras la experiencia del covid de 2020, la crisis de suministros de 2021 y la guerra de Ucrania desde 2022, todo lo cual ha evidenciado la extrema vulnerabilidad que entraña depender en exceso de países lejanos para el abastecimientos de bienes básicos.

Ebullición de buenas noticias y alguna inquietante expectativa

La industria asturiana vive un momento de ebullición en el que se entrecruzan las buenas y las malas noticias. El siniestro que ha vuelto a paralizar el horno alto A de Arcelor arroja sombras de nuevo por la gran capacidad de arrastre de la siderurgia, con un impacto estimado del 12% en el PIB asturiano. A la inversa, las últimas semanas han sido pródigas en buenas noticias: aprobación por la UE de las ayudas públicas a la descarbonización de Arcelor, el avance de los proyectos de hidrógeno verde de EDP y de descarbonización de Fertiberia, la entrada de nuevos inversores en Duro Felguera, el proyecto de eólica marina de Duro y Zima, los planes de Ence, el protagonismo asturiano en el PERTE de naval, el compromiso de Exiom e Iberdrola para fabricar paneles fotovoltaicos en la antigua Vesuvius, la implantación de Medichem, la llegada de Tresca y Urbas Energía, y la salvación de la fábrica de Danone por la holandesa Royal A-ware, entre otras.

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